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martes, abril 29, 2025

Una de madreadores

Si un día se presentaron unos malandros al trabajo de una mujer para madreársela. Si luego, al apañarlos, dijeron que fueron llevados por los jefes de la policía municipal. Si tales jefes huyen y no se sabe aún de ellos. Y si todos voltean a ver al presidente municipal y éste hace como que la virgen le habla, entonces la percepción es llana: desde la presidencia se mandó a los jefes madrearse a la mujer molesta.

Si personalmente fue el presidente municipal el que ordenó la madriza o si alguien de su cercanía se movió por encima de él, eso deberá dilucidarse en el debido proceso. Y allí sí que fiscales y jueces han de marchar derechitos, porque la impunidad nos debe muchas.

Pero aparte del proceso judicial instaurado, lo que debe quedar de plano y para siempre es que no debemos admitir más que ningún funcionario, de ningún nivel ni por las sinrazones que aduzca, puede darse la maña de mandar madrear a nadie.

Ya no queremos funcionarios que compren el cargo para hacer cuanto negocio sucio quieran. El hartazgo simplificado en eso de que todos son iguales debe calar hondo en los partidos políticos, para empezar. Corromper la cosa pública y, además, dárselas de valentones madréandose a cuanta gente incomode ya no es válido en democracia, así sea tan disfuncional como la nuestra.

La ingenua noción de que el poder es para el servicio público no tiene asideros en la realidad desastrada que vivimos. A cuanto gañán llega a los cargos y se da la gran vida, los vemos diario y son de cualquier partido. El tema es que el poder mexicano está tocado de ignominia: todos lo quieren para ascender, fugarse, colocarse en las esferas del éxito medido en propiedades y riquezas.

Y si a eso le añadimos añagazas provenientes del autoritarismo para madrearse a los demás…

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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