Pues ya nos enteramos que el morenismo mandó de vacaciones a la Ley. Así se les da: no vengan con que la ley es la ley.
Con su plancha legislativa desmadran lo que les venga en gana. Los procedimientos formales valen gorro. Se puede hacer una sesión de diputados en un gimnasio y votar en la madrugada a mano alzada mientras comen tacos al pastor. También se puede jugar en el casino exclusivo del senado -antes de la república- a la tómbola para destazar al único poder que no tienen aún. Y ya se encaminan al coloniaje total.
Es verdaderamente alucinante que ostentando las mayorías formales tengan que hacer maromas inconcebibles. Pese a los múltiples recursos judiciales interpuestos para que se sosegaran, ninguno les importa. Dicen que el pueblo los mandó a hacer lo que quieran, sin miramientos.
¿Cuántos legisladores leyeron, revisaron o estudiaron los textos que aprobaron? Habría que hacer un rastreo por lo menos entre los morenistas guanajuatenses, ya no digamos las decenas que quienes se hicieron de una curul o un escaño. Bueno, sin quebraderos de cabeza, podríamos aventurar que ninguna de esas tareas hicieron. Votan por consigna, como todo el autoritarismo mexicano manda. Desde siempre.
Desmadrar a las instituciones es el camino seguro para fracasar como nación. Si no tienes un repuesto bien estructurado que supla lo que te dejaron, no puedes inventar y a lo gorras lanzar bolitas a ver qué sale.
A tres señores les acaban de otorgar el premio Nobel de economía por sus trabajos sobre cómo fracasan las naciones que desmadran sus instituciones empobreciendo a sus sociedades. Pero si no leen ni los dictámenes…