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viernes, marzo 29, 2024

Vana gloria

 

En temporada electoral se encuentra uno espectaculares declaraciones así: “para mí la prioridad es la gubernatura, (pero) más que una diputación federal yo buscaría alguna otra posición o bien dentro de la administración nacional; existen las relaciones con algunos de los precandidatos a la presidencia y eso me permite jugar con alternativas”.

Gente como esa la quieren peladita y en la boca. Son quienes piden que se les ubique donde haya lana pública y posibilidades de traficar sus influencias. Se jactan de su valer y de sus valedores. Son harto arrogantes, presuntuosos, envanecidos, aunque en realidad, son insubsistentes, vacíos, huecos.

Presumir y ostentar es el signo de esa especie. Cuando ocupan un cargo, se comportan como si deveras tuvieran un alto concepto de sí mismos y hasta arreglan las cosas para hacerse atractivos; claro, con cargo al erario.

Se anuncian dispuestos a jugar lo que sea, que para todo están preparados: los cargos como botín. Las responsabilidades son sólo aderezos evitables. Siempre ausentes de sus oficinas, prefieren ser vistos en los festines y salones, en los actos y reuniones, allí donde luzcan sus relaciones.

Aspiran, por supuesto, a lo más alto, donde hay más y toca de a más. No importa la convicción ideológica; importa, y mucho, la cantidad del presupuesto disponible y las prebendas accesorias: nómina, bonos, premios, regalos, diezmos, favores e infinidad de artilugios para hacerse de riqueza constituyen su razón para andar en la política. Por eso es tan cara nuestra cosa pública: el presupuesto en gasto corriente crece, crece y crece. Y no precisamente en salarios del burócrata de plaza, sino en los gastos mil de la casta ostentosa e inútil.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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