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lunes, abril 28, 2025

Vecinos ojetes

La elección presidencial gringa nos agarró como al Tigre de Santa Julia.
Dizque la globalización y la caída del comunismo habían “terminado con la historia”; en delante, se creyó, pura corrección política: derechos humanos, paridad genérica, integraciones de todo tipo…

Pero unos se hicieron cargo del descontento que todo eso fermentaba. Vimos a las derechas europeas ascender y como si nada; al norte dejamos ir de todo y allá ni quién se ocupara de advertirnos que venía un tsunami fascista. Los propios gringos olvidaron a Roosevelt: “Me atrevo a afirmar que si la democracia americana deja de progresar como una fuerza viva…la fuerza del fascismo crecerá en nuestro país”. Y les creció en su vientre.

Ese fascismo eterno (Ur-fascismo, le llamaba Eco) es primitivamente tradicionalista, rechaza el modernismo, es irracional y acciona sin reflexionar; le tiene miedo a la diferencia; seduce a los frustrados; es vulgarmente nacionalista y, por tanto, xenófobo que ve complot por todas partes; agita la humillación de los ganones hacia “el pueblo”; los derechos pacifistas son colusión enemiga; ese “pueblo” dominado necesita del líder salvador (la celebridad del espectáculo, al caso); abomina de la debilidad (hay que devolver la fuerza, hacer grande a América otra vez); cada hombre debe convertirse en héroe de la patria, muy macho y sin debilidades mujeriles y menos homosexuales: es el poder fálico; se opone a las instituciones podridas de la democracia y erige a la “voz del pueblo” como dogma, por eso denosta las verdades de los otros (políticos, medios de comunicación y opositores): es el reality show de las verdades inventadas. Es el Duce Trump y sus secuaces que prepararon todo el caldo que ahora nos dan a tragar.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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