A quienes vivimos la era priista del siglo pasado se nos enchina el cuero nomás de oír que hay que votar parejo todo lo que haya candidateado un partido. Así era el “carro completo” para el Señor Presidente (con mayúsculas) porque nada ni nadie se le opusiera a sus designios y se paseara en él por donde quisiera. Por eso no había diputados ni senadores ni jueces ni nadie que le moviera una hoja, so pena de ser mandado al oscuro rincón de la política. Y precisamente por eso nos edificaron este sistema corrupto y corruptor que nos asfixia.
Como mexicanos, cabemos en este país; pero también, a las claras, ya no cabemos todos en ningún partido: la pluralidad de visiones y realidades están a ojos vistas. De ahí que tengamos hoy tal cantidad de partidos y candidatos a los puestos que se juegan electoralmente. Y a cada candidato hay que ponerle nombre, apellido, cara y razones, conocerlo y reconocerlo: ahora votamos al de carne, hueso y con pedazo de pescuezo metido en cualquiera de los partidos políticos, aunque ni siquiera eran del que ahora los lanzó. Tenemos que ver quién quiere ser parte del ayuntamiento de nuestro municipio como regidor, síndico o presidente, porque en ellos recaen las decisiones a ras de tierra, en el día a día de nuestra convivencia citadina o rural. Luego decidiremos quién debe ser representante (que eso significa diputado) y ver con quiénes hará grupo y para qué; enseguida debemos elegir gobernador, ese individuo al que le encargamos el estado completo; también elegiremos diputados federales y senadores por Guanajuato, y lo mismo, por qué deben ser unos y no otros esos representantes. Y al fin, presidente de México para un sexenio de decisiones en bien o para mal de todos.
Ya podría entenderse por qué no pueden ser parejos los votos, habiendo tanto de dónde escoger. El chiste es no dar cheques en blanco, porque…