Literalmente, quiero llorar.
Y no es por el virus ese que secuestra datos para exigir rescate. Es por el virus más presente y peligroso que nos atosiga: la irresponsabilidad.
Basta la revisada cotidiana de los medios de todo tipo para encontrarse la sinrazón y la causa para entristecerse. Por ejemplo, zonafranca en este momento que escribo tiene en portada el asesinato –uno más- de un periodista justo en la puerta de una revista; otra nota avisa que catearon propiedades de huachicoleros, encontrándose el lujo que todo lo motiva; un individuo denominado a la moda “consejero ciudadano” se desnuda en público para dar el mentís de su ciudadanía para aparecer pegado a la ubre oficial y “gerenciarla”; un diputado blanquiazul (pero, ¿es que hay otros?) nos avienta al rostro su rostro sonriente para sentenciar que los resultados del carísimo escudo “no son auditables”; malandros detenidos y asesinos sueltos haciendo de las suyas con tal saña que nadie en el mundillo oficial ve. Como mi abuela decía: “ven el temblor y no se hincan”.
Pero, ¡ah, sacre coeur! (qué elegancia la de Francia), el gobernador constitucional del estado libre y soberano de la república mexicana, denominado Guanajuato, nos ha salvado al ser entregados completitos al dios al que le reza: “Entrego a Dios y a su divina voluntad todo lo que somos y todo lo que tenemos en este Estado. Al hacer esta consagración de manera humilde reconozco y pido perdón por las fallas que he tenido en mi pasado. Le pido a Dios que nos apoye a cambiar todo lo que no sea de Él. Yo Miguel Márquez Márquez, como gobernador del estado de Guanajuato, declaro este juramento delante de Dios, del pueblo y de María Santísima. Amén”. ¿Cómo no llorar?