Siempre que hay crímenes en nuestras ciudades, los gobernantes se desentienden de eso diciéndonos que son malas gentes que andan en malos pasos. Y tan tan.
Son años y años completos en que la violencia criminal crece y se expande hacia lugares antes impensables, como la ciudad capital de Guanajuato. El funcionariado, para salir del paso, ha preferido hacerse de la vista gorda, voltear hacia los reflectores de su propaganda pagada con recursos públicos, lo que se puede ver con amplitud en esta temporada de caza electoral.
Simplemente no se tiene en cada gobierno un simple diagnóstico que les haga entender la magnitud del problema y para explicarnos qué es la delincuencia organizada. Vivimos, ellos y nosotros, en la ignorancia. Solo sabemos de la existencia criminal por sus repetidos actos. Las versiones oficiales siempre son vagas generalidades para, insisto, pasar el rato.
Aunque todo mundo parece saber quiénes son los “buenos”, las autoridades hacen que ignoran todo. En Guanajuato, por ejemplo, el presidente municipal en campaña reeleccionista, simplemente organizó sus callejoneadas noctámbulas disfrazado de poli en un chiste denominado “operación descuelgue”, como si los malosos pudieran ser sorprendidos con reflectores, cámaras y personal de comunicación pagada.
Otra vez repite la turbamulta de todos los partidos que harán mejoras a la policía y que nos garantizan la seguridad. ¿Cómo?, ¿con qué recursos?, ¿sólo con voluntad y saliva? Mientras andan en Babia, el avance sobre el territorio va incendiando la cotidianidad: ¿cómo pretenden gobernar un territorio que les disputa el crimen organizado?