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sábado, abril 27, 2024

Una Cenicienta perfecta

No siempre puede escribirse desde la más absoluta objetividad, menos si se trata de un arte que despierta pasiones como la ópera. Podría escudarme en algún conocimiento técnico o quizás histórico, pero no sería más que una trampa en el discurso. En especial cuando aún me permea la emoción, reflejo de un espectáculo tan bien bordado, que fue dirigido con pulcritud y ejecutado con total entrega por los cantantes. Sí, me refiero a La Cenerentola que se presentó ayer en el Teatro del Bicentenario como una reposición de la estrenada en el 2013.

No obstante, estuvo lejos de ser una reposición cualquiera; la Cenicienta 2016 fue sometida a una revisión y perfeccionamiento tales que es muy difícil encontrarle costuras o momentos en los que no se aproveche cada acorde de la partitura para mantener al espectador inmerso en el género bufo: el aumento en la luminosidad de la escenografía, a cargo de Jesús Hernández, le dio mayor brillo y contrastó mejor la paleta de colores del vestuario; las coreografías, desarrolladas por Érika Torres, aprovecharon al máximo las capacidades histriónicas de los intérpretes. El trabajo de ensayos redundó en cantantes que se perciben siempre seguros en los desplazamientos y perfectamente coordinados para cada una de sus entradas.

Si hay que aplaudir a la dirección escénica de Luis Martín Solís, no pueden ahorrarse palabras de elogio a la musical. El maestro López Reynoso, como lo mostró el año pasado con su Barbero de Sevilla, se esmeró en cuidar la partitura original rossiniana, que prescinde por completo de la percusión para apuntalar el trabajo vocal de los cantantes. La versión evoca sin exageraciones la mítica de Claudio Abbado con la London Symphony Orchestra, también bajo las indicaciones del gran maestro Alberto Zedda. López Reynoso imprimió fuerza y dinamismo desde el foso y tuvo su contraparte también en un elenco que, con la excepción de Oscar de la Torre, como don Ramiro, fue el mismo que estrenó la anterior producción.

Guadalupe Paz en el rol protagónico demostró sobre las tablas un crecimiento en su técnica vocal, que potencian el bello timbre de su instrumento. Su Cenicienta mesta o furiosa atrapa al público, su Nacqui all’affanno puso de pie al auditorio que supo ovacionarla con generosidad. Ya lo comentábamos el año pasado tras su Rosina, Paz es una mezzo que no tardará en proyectarse aún más en el plano internacional y no está de más recomendar a los leoneses que aprovechen para verla en este papel, seguramente le dará grandes satisfacciones en el futuro.

Oscar de la Torre fue una excelente elección para completar este elenco, posee voz muy natural y cálida, lejos del típico tenor lírico aullador o amanerado, algo que de por sí debe aplaudirse. Aunque sus agudos no son tan brillantes, ni demasiado potentes, sabe usar su instrumento con mucha inteligencia para estar siempre a la altura. En combinación con un Josué Cerón inspiradísimo y juguetón, y el par de hermanastras, Soria y Fernández del Campo, se recrearon en el dueto y cuarteto, Zitto, zitto. Cerón fue ovacionado por ese Dandini capaz de cantar en cualquier posición o ángulo, su soltura y comicidad apoyadas en una voz poderosa y expresiva lo hacen uno de los favoritos del público.

Los dos bajos que encarnan los extremos de la virtud y el vicio, Arturo López Castillo y Noé Colín, respectivamente, brillaron en sus papeles. Colín, en particular, interpretó su adorable villano, don Magnífico, demostrando lo aprendido en los escenarios europeos y si quizás faltó algo de brillo o de potencia en la primer aria, Miei rampolli femminini, con la voz más caliente derrochó gracia y poder en el aria de la cava y en el Sia qualunque delle figlie, además de mostrarse temible a la hora de empuñar el bastón y reprender a su hijastra.

El brío y la entrega del elenco solista inspiró también al coro masculino del Teatro del Bicentenario, y a pesar de no tratarse de una ópera con grandes coros, éste estuvo atento a fungir como un personaje muy activo para apoyar fuera con la voz o coreográficamente.

Podríamos lamentar que la reposición de esta Cenicienta no renovara el traje Willy Wonka de Alidoro, o de la repetición del texto de Anne Delécole, que volvió a acompañar el programa de este año como lo hizo hace tres, pero estas minucias se diluyen ante el gran trabajo del equipo escénico, instrumental y vocal. Un espectáculo que puede pararse en cualquier escenario del gran mundo de la ópera y salir ovacionado. Un listón que el Teatro del Bicentenario mantiene muy en alto en la ópera de nuestro país y, casi podría decirse, de nuestro hemisferio. Enhorabuena.

Fotografías cortesía del Teatro del Bicentenario

 

Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Escritor, economista, promotor cultural, puericultor, amante de la ópera y de los tacos de montalayo. Este colombiano-mexicano afincado en Irapuato escribe ficción histórica, crónica, artículos periodísticos, entre otras curiosidades.

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