La falta de lectura organizada, sistemática y de calidad (con ello descarto al 90 % de las barbaridades que circulan en las redes sociales) propicia una ausencia de reflexión, análisis, habilidad para argumentar, prejuicios y conclusiones equívocas.
Lo anterior se observa claramente cuando alguien sube una información y de inmediato empiezan los linchamientos. En un grupo de Facebook con interés en la gramática y las ortografía, uno de los miembros subió hace unos días una información de las Academias de la lengua que circuló hace 10 años. Compartirla nuevamente a pesar del tiempo no fue el problema, pues la orientación gramatical y ortográfica siempre es bueno tenerla presente. El desquicie se dio por la indignación, molestia y reclamos provocados por el contenido.
Los académicos de la lengua desde hace ya más de 20 años dejaron de considerar consonantes a la ch y ll. Congruentes, se trata de dígrafos (sonido representado por dos grafías), no de una letra alfabética cada conjunto. Consideraron, entonces, eliminarlas del alfabeto como consonantes. Por ello, ahora las palabras que usan esos dígrafos (como Chihuahua y llanta) se localizan dentro de la letra inicial. Este aspecto (por supuesto, junto con otros acuerdos) se oficializó con la publicación de la Nueva ortografía de la lengua española, aparecida en 2010.
Pues a pesar de lo viejo de esta información y de que el texto claramente precisaba la eliminación en el alfabeto, no del idioma, muchas personas emprendieron comentarios de indignación: calificaron a los Académicos de absurdos, de intentos de la izquierda (¡¡¡???) de quebrantar el idioma, de un futuro catastrófico para la lengua y los insultos se multiplicaron como los peces en la Boda de Canaán.
Desde luego, no faltaron los que intentamos explicar cómo debía ser interpretado el texto. Pues a pesar de ello, se sumaron (y seguramente se siguen sumando en estos momentos) comentarios en el más amplio abanico de molestia, con los más diversos tonos, con las más variadas palabras (desde una simple protesta hasta vocablos ofensivos) y con los más curiosos matices (¿en qué se relaciona esto con la derecha o la izquierda políticas?). Fuimos poco leídos los que explicamos la imprecisión de sus conclusiones (afortunadamente hubo varios). En algunos casos, incluso, atacados y objeto de burla (a mí me pidieron que revisara la gramática porque seguramente no la había leído). No hay peor sordo que el que se niega a escuchar, ni peor ciego que el que mantiene los ojos cerrados por decisión.
Este fenómeno lo achaco a una falta de reflexión y análisis por la inmediatez y la brevedad de textos en las redes sociales. En mi opinión, lo reactivo de los participantes propicia conclusiones con lo primero que viene a la mente. No sopesan los vocablos y sus alcances. Por ello, sus conclusiones son erróneas. Me refiero que las Academias enuncien «Se suprimen del alfabeto» no debe llevar a la conclusión de «Se suprimen del idioma». Lo primero no abarca lo segundo. Pero como la segunda oración no fue enunciada, ahí radicó el jaleo.
La lectura serena y extensa obliga al análisis, a averiguar lo que hay detrás de lo sostenido; a tratar de vislumbrar el trasfondo. Por supuesto, eso también exige lecturas paralelas (la vida de los autores, los antecedentes o las críticas previas). Por supuesto, eso llevará a acercarse más a la intensión del autor y a la profundidad del tema. De ahí que sea más probable encontrar una opinión sólida en quienes tiene por costumbre la lectura, no en quienes se conforman con visitas a las redes sociales.
Temo el día que falten los libros y solo tengamos redes sociales. Espero que el 2020 sea un mejor año… en todos los aspectos.
