El pasado 23 de abril se festejó el Día Internacional del Libro y de los Derechos de autor. La celebración es promovida por la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) para fomentar la lectura, la industria editorial y proteger a escritores.
La fecha fue definida porque en ese día murieron, de acuerdo a la Unesco, Garcilaso de la Vega (llamado el Inca), Miguel Cervantes de Saavedra y William Shakespeare en el mismo año: 1661.
Sin embargo, hay algunos detalles por precisar. Cervantes murió al parecer ya muy avanzada la noche del 22 de abril. En uno de los libros de difuntos de la iglesia parroquial de San Sebastián, de Madrid, folio doscientos setenta asienta que fue el 23 de abril. Sin embargo, algunos eruditos sostienen que debió corresponder el día anterior.
De Shakespeare su biografía indica que murió el 3 de mayo de ese año. La diferencia de 10 días se debe a que, como todo país protestante, Inglaterra aplicaba el Calendario Juliano. Este calendario, en mil seiscientos años registraba un desfase de diez días. Esto afectaba las fechas de la cuaresma y como ésta era la referencia para las actividades agrícolas, propiciaba equívocos.
En 1582 del papa Gregorio XIII emite la bula Inter Gravissimas para sustituir el calendario. España, como país católico, inmediatamente aplicó la modificación y se perdieron diez días en la cuenta calendárica. De súbito del jueves 4 de octubre de 1582 se pasó al viernes 15 de octubre (en América la medida se aplicó un año después, el 15 de octubre de 1583). Inglaterra lo adoptó hasta el 14 de septiembre de 1752; es decir, 169 años después.
Preciso o no, el 23 oficialmente murieron esos personajes y es el Día del libro.
Entonces lo preocupante es el fomento por la lectura. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Ocde, y la Unesco indican que el mexicano lee 2.8 libros al año y en el país existe sólo una biblioteca pública por cada quince mil habitantes. Faltaría saber el promedio de libros que hay en casa (en algunos casos, quizá solo los de la escuela). Ello incide en los niveles de rezago, aseguran los pedagogos.
Pero el impacto es mucho mayor. La lectura propicia que la información nueva se relacione con antecedentes o datos que a juicio del lector podrían estar vinculados (creatividad) y eso enriquece las conexiones entre neuronas. Esto propicia mejores procesos mentales para lograr el análisis y la reflexión. Ello favorece formas diferentes de enfrentar o solucionar algo. Lo cual, a su vez, propicia la toma de decisiones (la ficción es una arma tan poderosa que actualmente muchos atletas de alto rendimiento antes de intentar algo nuevo, se visualizan solucionando el reto). Lo que propicia personas más productivas. Así se asegura la permanencia laboral o la posibilidad de aspirar a nuevas responsabilidades.
Paralelamente, tener nuevas conexiones cerebrales evita que se manifieste en la vida cotidiana la enfermedad de Alzheimer. Y, por si fuera poco, propicia tener más temas de conversación entre personas. Leer regularmente favorece, por donde se le vea.
El próximo lunes se festejará el Día del niño. Sería una buena oportunidad de propiciar el gusto por los libros al regalar un libro a un niño, pero adecuado a su edad. Y lo mejor sería que algún adulto compartiera la lectura, la comentaran y la disfrutaran entre ambos. Ello no solo sería el mejor regalo para un niño –sentir cercano afectivamente a un adulto, más aún si es directamente padre o madre, o ambos–, sino que promueve la integración familiar, fomenta el gusto por los libros y forma gente con hábitos de lectura. Eso sería construir México.
