Escribir, expresarse mediante texto, tiene un precio. Hacerlo mal tiene doble costo. Por una parte, lo que implica personalmente para el individuo; por el otro, el valor monetario de un documento en el ámbito social.
Que un individuo tenga problemas para expresarse por escrito revela desorganización en sus pensamientos. Saber redactar obliga a organizar las ideas para encontrar la forma más apropiada para expresar por escrito una intención. Es decir, el proceso de dar un orden coherente a los distintos aspectos de una idea, implica un proceso de razonamiento, reflexión, análisis y valoración de datos. Carecer de esas habilidades refleja procesos mentales tan básicos que eventualmente se trata de un individuo incapaz de tomar decisiones o ineptitud para valorar una situación.
Económicamente, la escritura inadecuada propicia pérdidas cuantificables. Tan solo un texto repetido (por rechazo del jefe o error manifiesto antes de presentarse) ya implica un costo. Este se obtiene mediante la suma del precio de cada uno de los factores que intervienen en su producción. Es decir, tiempo de elaboración (horas hombre), más la energía eléctrica aplicada durante el proceso productivo, más papel usado en la impresión (sin dejar de contemplar los tantos; desde luego, en correos electrónicos este aspecto sale sobrando, aunque eleva la inversión en energía eléctrica y desgaste de máquina), más tinta usada. Cuando se recurre a fotocopias que igualmente se rechazan, no solo aplica el papel, sino también todos los factores anteriores para elaborar la fotocopia.
Si a todo lo anterior se suma que el eventual documento fue autorizado y tiene el curso previsto, pero es rechazado por el destinatario (no convence al cliente, es descalificado por el destinatario o no cumple la función para su elaboración), el gasto ha sido totalmente inútil; pérdida total.
A los factores considerados, debe sumarse que muchos documentos no son de inmediato abordados, pues demandan un análisis más detallado por incomprensibles. Estos retrasos, también tiene un costo en horas hombre, lo que implica un mayor valor agregado a un documento. Muchos procesos en reingeniería deberían tomar en cuenta este factor y se sorprenderían de cómo se abatirían tiempos y costos.
Ahora, si se suman cada uno de estos rechazos y relaboraciones de textos en cada organización (sea sector público o privado) entonces la cuantía es francamente considerable. Miles de millones de pesos son tirados a la basura en cada rincón del país. El impacto del cálculo infinitesimal de los errores en la elaboración de textos tiene impacto incluso ambiental (por la elaboración de papel y la producción de energía eléctrica). Este análisis básico no está emparentado con el efecto mariposa, pues es más claro y evidente. Su impacto, en este caso, es manifiesto y la línea conductora, fácil de seguir; sin embargo, bien podría compararse por su efecto devastador, si se pondera adecuadamente.
El proceso de redacción de textos en cualquier tipo de organización no llama a la reproducción hasta el infinito de formatos. La agudeza y creatividad de redactor debe llevar a la elaboración de documentos acorde a la particularidad de cada caso. Y, en este sentido, regresamos al punto de partida: fortalecer y propiciar que cada persona sea capaz de escribir correctamente. La competitividad económica lo demanda, no es solo una expectativa académica; se trata de una necesidad de mercado. Ya no debe postergarse este aspecto fundamental para la vida nacional. Fortalecer las capacidades expresivas de los individuos en sociedad también incidirá en la economía nacional.
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