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viernes, abril 26, 2024

Escribir

Escribir es la actividad de representar palabras en un papel de forma creativa y regular, dice el diccionario. Pero esta acción no se limita a la simple concatenación de palabras tras palabras para construir una intención. Eso llevaría a escribir como formato (que buena parte de la sociedad con ello se conforma). La composición de un enunciado y la construcción de perspectivas a través del conjunto de oraciones, está muy ligada a múltiples factores. Estos últimos van desde la selección del lenguaje, hasta la inclinación del propio autor por determinados vocablos y temas.

En este último sentido, un texto está caracterizado por la afinidad con determinadas ideas y perspectivas (basado en la experiencia personal), expresado con el estilo de la época y el propósito del documento (un mismo hecho es descrito en estilos diferentes en un acta judicial y en una nota periodística, por ejemplo). Por ello, en el desarrollo del cualquier texto se mezclan aspectos objetivos y subjetivos. El primero se basa en datos precisos, directos, incontrovertibles; y los segundos en la apreciación, valoración y conclusiones que la reflexión personal obtiene de esos datos. Al respecto Martín Alonso señala: «El que escribe dirige sus “miradas”, que Platón llamó ideas (aspectos, apariencias, formas) de idein (ver), hacia el trasfondo de su razonamiento y escoge la más apropiada. Luego viene el ajuste de los vocablos, en la ensambladura estilística, en la sintaxis que es el fundamento del estilo» (Ciencia del lenguaje, 1979).

Al escribir un texto se funden, entonces, dos aspectos: ideas y estilo. No es solo lo que pienso, sino cómo lo expreso. La originalidad de las ideas se consigue al relacionar aspectos no considerados con anterioridad; en tanto, la singularidad del estilo, en expresar esa perspectiva acorde a una sintaxis específica, diferenciada.

El proceso de expresar las propias consideraciones (es decir, hacer natural el paso de una idea original a una forma de expresarla) también revela mucho de quien lo hace. El conde de Buffon (Georges Louis Leclerc) decía: «Escribir bien es poseer al mismo tiempo inteligencia, alma y gusto».

Las ideas propias se enriquecen allegándose información, datos, puntos de vista diversos. La inteligencia se refleja en la habilidad para relacionarlos con otras, de la forma más diversa, amplia y singular, ya incorporadas al pensamiento de quien escribe. Expresar las conclusiones, acorde a cada perspectiva, hace la diferencia de cómo se abordan los temas. Ahí está el Péndulo de Foucault (Umberto Eco) y El Código Da Vinci (Dan Brown). Ambas ficciones narran confabulaciones ocultas en la historia, el arte y la ciencia antigua (pinturas, esculturas, piezas de museo, como pistas para encontrar un secreto de magna trascendencia). La inteligente forma de estructurar la trama, el nivel de apreciación de las obras de referencia, la profundidad de los personajes y el gusto reflejado al seleccionar determinadas obras y datos, dotan una magnificencia, intensidad y satisfacción diferente en cada autor. La inteligencia (la profundidad de la reflexión sobre los datos y obras), alma (la calidad de conocimiento sobre ellas y su habilidad para identificarse con ellas y amalgamarlas en la trama) y el gusto (seleccionar el tipo de obra, no solo por su popularidad, sino por su calidad y trascendencia), reflejan marcadas diferencias en los autores.

Escribir es un ejercicio que nos iguala con el Creador… de textos.

Enrique R. Soriano Valencia
Enrique R. Soriano Valencia
Mexiqueño. Licenciaturas en Periodismo y Ciencias de la Educación. Premio Estatal de Periodismo Cultural 2009. Cuatro libros y tres centenares de talleres, cursos y conferencias sobre Redacción, Ortografía, Formación de Instructores y aspectos de la cultura mexica. Correo electrónico: sorianovalencia@hotmail.com Facebook: Chispitas-de-lenguaje Twitter: @ChispitasDeLeng

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