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viernes, marzo 29, 2024

La palabra ‘México’ y las elecciones

Hace unos días, charlando con un amigo que tiene por lengua materna el purépecha, coincidíamos en que son muy desafortunadas las traducciones al español de los idiomas nativos. Para entender a cabalidad lo que una frase o un vocablo significan es necesario tener el contexto general de la cultura a la que pertenece. Solo así tiene sentido. Que alguien porte el ‘bastón de mando’, por ejemplo, implica: ser responsable de las personas y su entorno, haber sido depositario de la confianza de la población y tener en las manos la capacidad de convocatoria. Un honor que no cualquiera puede ni debe llevar. Por ello, traducir el término ‘bastón de mando’ –común entre muchas de las lenguas nacionales– es muy limitado. Lo que haremos este próximo domingo 7 de junio tiene su equivalencia pero está más allá que el término ‘elección’ o ‘votar’.

Aunque parezca alejado, el proceso de dotar a alguien de autoridad está muy enraizado en nuestra cultura ancestral.

Del medio centenar de hipótesis sobre el significado de la palabra ‘México’, a mi juicio la única que contiene el significado profundo es «en el obligo del maguey». Desde el centro de esa cactácea surgen extensiones, elementos que se proyectan hacia todos los puntos cardinales, incluidos los que la cultura europea nos heredó, más el centro hacia arriba (el brazo donde se hallan las flores para su reproducción) y hacia abajo (sus raíces). México-Tenochtitlan era el Cem Anáhuac, el ‘lugar rodeado de agua’ que en realidad refería al centro del Universo. Así, el nombre ‘México’ implica el sitio en el centro del Universo desde donde parte la voluntad de los dioses. La tribu Mexica se identificaba a sí misma como los elegidos por su dios tutelar, Huitzilopochtli, para conducir el Universo.

En ese contexto, cada mexica se veía a sí mismo como responsable de proyectar a su derredor la voluntad de los dioses (ello implicaba ser habitante de México-Tenochtitlan). Eran muy religiosos porque, humildes, buscaban ser merecedores de que los dioses los escogieran para transformarse en instrumentos de la divinidad. Cuando alguien destacaba era considerado toltecáyotl, adjetivo para referir a la persona de excelencia, a quien había logrado que los dioses moraran en su corazón, a los poseedores de un yoloteotl (corazón endiosado). Esa constante búsqueda del merecimiento, del privilegio de ser escogido por los dioses, hacía que cada uno fuera una persona esforzada, deseosa de hacer lo mejor. Esa pasión les llevó a pasar tan solo en doscientos años de la barbarie (errantes del desierto) a la cultura más extraordinaria de América. El resto de las grandes culturas del mundo (Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma) lo lograron en no menos de diez siglos.

El huey tlatoani era ‘el más alto orador’, el que tenía la palabra endiosada. Ese era el nombre que recibía lo que traducido al español se les llamó ‘emperador mexica’. Ese hombre era el que llevaba la palabra de cada integrante de la sociedad a sus dioses. Cierto es que no se elegía como hoy entendemos la democracia, pero tenía la representación de cada miembro de la sociedad, portaba el bastón de mando.

El próximo domingo cederemos nuestra palabra a quienes hablarán por nosotros ante los otros grupos de nuestro país. A diputados y presidentes municipales les otorgaremos un simbólico ‘bastón de mando’. Si verdaderamente son mexicanos –con lo que implica ello, acorde a nuestra historia, a nuestra esencia cultural– deberán proyectar lo mejor, la excelencia, la impecabilidad. Una representación popular implica no solo conseguir una chamba. En esencia conlleva cargar sobre los hombros la visión, la palabra, el sentir de cada representado.

Por desgracia, muchos de los que llegarán –y los que dirigen este proceso– no tienen ni idea del peso histórico de su responsabilidad. La mayoría subvalora la historia que nos forjó y solo espera seguir en la carrera política. Al resto de la sociedad nos toca recuperar el valor de entregar nuestra voz y el bastón de mando. El voto, entonces, debe ejercerse con la mayor responsabilidad, con la dignidad que conlleva… a pesar de la empobrecida visión de la política moderna.

Enrique R. Soriano Valencia
Enrique R. Soriano Valencia
Mexiqueño. Licenciaturas en Periodismo y Ciencias de la Educación. Premio Estatal de Periodismo Cultural 2009. Cuatro libros y tres centenares de talleres, cursos y conferencias sobre Redacción, Ortografía, Formación de Instructores y aspectos de la cultura mexica. Correo electrónico: sorianovalencia@hotmail.com Facebook: Chispitas-de-lenguaje Twitter: @ChispitasDeLeng

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