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sábado, abril 27, 2024

Lenguaje caprichoso

El idioma es de los hablantes. La sociedad lo construye a partir de sus condiciones de vida. Y, por supuesto, entre más variedad de grupos diferenciados presente una sociedad, mayor número de alternativas habrá. Es decir, el lenguaje responde a la cotidianidad del individuo; es una respuesta directa del ambiente. De ahí que sea muy poco probable que el llamado lenguaje culto (clasificación con tintes sectarios) esté en todas las clases sociales o que el albur, en contraparte, sea dominado por grupos de élite (casos aislados sí se dan, pero no pertenecen a la generalidad, sino al interés individual por lo distinto). Lo mismo pasa con el lenguaje científico. Si la ciencia no es actividad generalizada, su vocabulario estará restringido a grupos por especialidad. Los lenguajes, estilos, giros y significados pertenecen a grupos específicos por tener vidas cotidianas distintas.

Esta es una de las razones por la que cuando un vocablo aparece en sociedad para satisfacer una necesidad específica y refleja un aproximado de la de otros grupos sociales, es adoptado en general. Sin embargo, su matiz original se trastoca; la sociedad lo va matizando y termina con otro sentido.

Así lo demuestra la historia. Los hablantes rebasan a los gramáticos o a cualquier grupo social que pretenda imponer su concepción, por mucho que le asista la razón. Casos concretos son voces como huésped y nimio. Ambos vocablos terminaron por reflejar sentidos opuestos a sus significados originales.

Huésped, define el diccionario oficial, es: 1. Persona alojada en casa ajena. 2. Persona alojada en un establecimiento de hostelería. 3. Vegetal o animal en cuyo cuerpo se aloja un parásito. 4. Mesonero o amo de posada. 5. Persona que hospeda en su casa a otra.

Comparadas las definiciones 1 y 2 frente a las 4 y 5, resulta que tanto quien recibe como quien llega pueden ser llamado huésped. Sin embargo, en biología y medicina el organismo receptor es el huésped. En la práctica cotidiana ya nadie usa esta palabra en ese sentido; nadie aplica huésped para referirse a un anfitrión.

Lo mismo sucede para nimio. El propio diccionario oficial señala de esta palabra «Del latín nimĭus, excesivo, abundante (…); pero fue también mal interpretada la palabra y recibió acepciones de significado contrario».

En los dos casos anteriores el uso social se impuso a su origen. Ahora, hay palabras que se encuentran en esa transición. Es decir, que en un momento determinado se le asigna múltiples significados y algunos de ellos contrarios. Veamos la palabra madre en México. Despojada del sentido propio del sustantivo (madre o progenitora), en nuestro país se aplica como adjetivo, esto es, para calificar algo. En algunas frases preestablecidas le asignamos sentido de grandeza («está a toda madre») y en otras de pequeñez («era una madre lo que me sirvieron de comer»). Con el paso de los siglos, seguramente se decantará por uno en concreto (el que mejor satisfaga a la sociedad en su conjunto), como ha sucedido con los dos vocablos presentados al inicio de este texto.

Es decir, el lenguaje es tan caprichoso como la sociedad.

Enrique R. Soriano Valencia
Enrique R. Soriano Valencia
Mexiqueño. Licenciaturas en Periodismo y Ciencias de la Educación. Premio Estatal de Periodismo Cultural 2009. Cuatro libros y tres centenares de talleres, cursos y conferencias sobre Redacción, Ortografía, Formación de Instructores y aspectos de la cultura mexica. Correo electrónico: sorianovalencia@hotmail.com Facebook: Chispitas-de-lenguaje Twitter: @ChispitasDeLeng

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