Poco se reflexiona sobre el orden de las palabras en un enunciado. Su disposición es una herramienta de la mayor importancia, hasta hoy evidenciada por la informática. En el uso cotidiano, se aplica de forma inconsciente. Sin embargo, si se aplicara con conciencia, podría mejorar no solo nuestras relaciones interpersonales, sino también procesos como los juicios orales.
El Diccionario de la lengua española define a la sintaxis como: «Parte de la gramática que estudia el modo en que se combinan las palabras y los grupos que estas forman para expresar significados…». Es decir, se trata de cómo hemos enunciado algo, el orden en que presentamos las palabras, para dar un significado.
Ese orden es muy evidente en informática. Si al buscar una página no usamos la sintaxis precisa, el orden en que fueron enunciadas los caracteres, se despliega otro sitio (de ahí surgió la necesidad de las etiquetas para localizar información). Algo similar pasa con las oraciones. Si las palabras no fueron dispuestas adecuadamente, el sentido varía, su interpretación es diferente.
Veamos un ejemplo muy simple. La palabra ‘pobre’ refiere la escasez de recursos, la ausencia de riqueza económica. ‘Hombre’, por su parte, se refiere a la persona del sexo masculino. Combinadas en el orden ‘hombre pobre’ nos sugiere un varón con necesidades, normalmente económicas, pero también puede referirse a la carencia de creatividad, aspiraciones, expectativas o intereses. Sin embargo, si sintácticamente cambiamos el orden, ‘pobre hombre’, ya se transformó en una expresión de lástima, de condolencia. Es decir, el orden nos forjó en la mente una idea diametralmente distinta.
En una oración gramatical sucede lo mismo. Aunque en la escuela privilegiaron el orden sujeto + verbo + complemento (estos dos últimos elementos forman el predicado), el uso cotidiano del lenguaje es diferente. Ese esquema es solo para fines de estudio, pero la variedad social es mucho más rica. Es decir, sin erudiciones sobre el lenguaje, la necesidad obliga a los hablantes a dar orden muy variado.
Supongamos conocer a alguien que nos es insoportable. También estamos al tanto que debe dinero a alguien que queremos mucho. En medio está el afecto que las dos personas se profesan, para molestia nuestra. Nos enteramos que el antipático se compró una motocicleta muy cara que, a nuestro juicio, es un acto incorrecto porque afecta al patrimonio de nuestro amigo. Entonces, dejamos caer la bomba de forma indirecta a través de la sintaxis a la persona que nos simpatiza: «Se compró ayer Fulanito una motocicleta muy cara».
El orden en esta ocasión fue verbo + sujeto + complemento. El propósito evidente fue destacar la compra de Fulanito para evidenciar el gasto. Eso revela la intención de dar prioridad a la adquisición sobre la deuda con nuestro amigo.
De igual forma hubiera quedado informado nuestro amigo si usamos la fórmula escolar: «Fulanito se compró una motocicleta muy cara ayer». Sin embargo, con esa organización no queda evidente la intención nuestra, el matiz es evidente en un orden diferente. Es decir, la sintaxis imprime intención al significado de las palabras.