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martes, abril 23, 2024

Redactar I

Redactar en el fondo implica varias habilidades: organizar ideas jerárquicamente y expresarlas a través de los vocablos aplicables (los precisos, acorde con su significado e intención; lo que a su vez implica conocer el idioma y sus alternativas). Y si a ello sumamos belleza ‒es decir, un estilo atractivo que al lector le produzca agrado, no solo comprensión del texto‒, entonces estamos frente a un documento impecable ‒independiente de su tema o clasificación‒. Me propongo abordar estos tres aspectos en esta y las siguientes colaboraciones.

El vocablo redactar viene del latín redigiĕre. Esta palabra originó dos voces en español: redirigir y redactar.  El primero está compuesto del prefijo re-, que añade al vocablo tomado como raíz, repetición, una vez más; y dirigir, que ‒según el Diccionario de la lengua española‒ significa «enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado».

Por supuesto, redactar tiene un sentido algo similar. Pero para lograrlo, la segunda parte de la definición de dirigir es fundamental: debe haber un objetivo. Por lo que implica con insistencia inducir hacia un propósito.

He ahí la razón de que un texto tenga un propósito u objetivo. Documento sin él, es un esfuerzo inútil. Toda redacción, por mínima que sea, tiene una intención: dejarse un recadillo a uno mismo tiene como propósito ayudar a la memoria. Así, enviar una nota, escribir un poema, un ensayo o un cuento también lo posee por mucho que algunos autores digan que solo escriben por sacar lo que llevan dentro y es para sí mismos (eso ya es un objetivo).

Pero, además del objetivo, exige un orden, una organización. Escribir sin jerarquizar ideas es un caos total. De ahí una de las recomendaciones fundamentales para el empresario de la revista Forbes de México (enero 7, 2015): empresario que no está habituado a organizar sus pensamientos, es alguien que tiende al fracaso.

Organizar una idea implica ordenar por prioridad para conseguir rápida y fácilmente el propósito. Es falsa (quizá demasiado romántica) la idea que el escritor se hace por inspiración, mediante alguna musa que dicta a su corazón. Y, por supuesto, iguala de inconsistente la contraparte: el demonio de los errores al escribir, conocido como Titivillus en la Edad Media. Esos artilugios formulados en la antigüedad surgieron porque desconocían las técnicas para conseguir un texto adecuado. Los buenos escritores de entonces los intuían y así lo lograron.

Los redactores modernos ordenan con un propósito sus ideas para conseguir un efecto en su lector (no obstante, organizar de una determinada forma las ideas tampoco es garantía lograr el objetivo). Y a esta habilidad organizativa es a la que alude Forbes en un artículo. La redacción habitúa a organizar, planear, prever para alcanzar un objetivo. Por ello, es evidente que un ejecutivo, líder o un empresario aprenda a escribir de forma impecable. Y si no lo sabe hacer, entonces es imperativo que desarrolle cuanto antes esa habilidad. Redactar entonces es un ejercicio mental para organizar ideas. Por supuesto que en un ejecutivo una habilidad de esta naturaleza se refleja también en saber organizar procesos o procedimientos. Este aspecto es fundamental para la toma de decisiones en una empresa y para lograr un adecuado liderazgo. He ahí la razón por la cual redacción y liderazgo están vinculados.

Desde muy jóvenes pueden forjarse los líderes. El problema es que en las escuelas casi nunca los crean. La mayoría de los estudiantes pretende adecuar sus reportes a lo que señala un profesor. Así, tanto profesores como alumnos recurren a guías del contenido de documentos (que en la vida laboral se sustituyen por formatos, machotes o estructuras textuales). Entonces, los estudiantes solo se dedican a desarrollar punto por punto lo solicitado. De esta forma cumplen con el requisito y, por tanto, la mayoría queda destinado no a planear o buscar un efecto mayor, solo repiten estructuras. Esto es equiparable al alumno que resuelve de forma impecable libros, como el Baldor, pero que ante nuevos retos es incapaz de comprender creativamente las nuevas condiciones (por supuesto, diferentes a lo anunciado en el libro). Resuelven guías no crean textos. Su creatividad se reduce, queda limitada a cumplir, no a desarrollar una perspectiva.

Como nadie se expresa de forma idéntica a otra, redactar suele sentar mejor las bases para desarrollar creativamente la organización de ideas o aspectos de un tema. He ahí tanto la importancia para el desarrollo conceptual de una persona redactar como abandonar los formatos al escribir.

Seguiré con el tema.

sorianovalencia@hotmail.com

Enrique R. Soriano Valencia
Enrique R. Soriano Valencia
Mexiqueño. Licenciaturas en Periodismo y Ciencias de la Educación. Premio Estatal de Periodismo Cultural 2009. Cuatro libros y tres centenares de talleres, cursos y conferencias sobre Redacción, Ortografía, Formación de Instructores y aspectos de la cultura mexica. Correo electrónico: sorianovalencia@hotmail.com Facebook: Chispitas-de-lenguaje Twitter: @ChispitasDeLeng

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