La semana anterior comenté que hay complementos tanto en el sujeto como en el predicado, las dos partes en que se clasifica la oración gramatical. Toca el turno a los complementos del predicado.
Al igual que el sujeto, el predicado tiene un elemento fundamental, llamado núcleo, que recae en el verbo. Sin éste no hay predicado (a diferencia del sujeto que puede ser tácito). Las características del verbo permiten la presencia y el tipo de complementos, o su ausencia. Por ejemplo, para que haya un complemento directo, es necesario un verbo transitivo. Este tipo de verbo hace que la acción recaiga en el complemento: «Ayer compré zapatos nuevos». En este enunciado, la acción de comprar recae en los zapatos. Para descubrirlo uno se pregunta «¿Qué es lo –aquí el verbo en participio–?».
Si el verbo no es transitivo, es imposible la presencia de un complemento directo. De ahí que en los verbos intransitivos el complemento de la acción del verbo sea para matizar o para informar aspectos relativos a la acción: «Vendré por la tarde, sin falta». La acción de venir no recae en alguien o algo, simplemente se precisa el lapso. Es decir, los otros complementos (indirecto y circunstancial) no dependen del tipo de verbo.
El complemento directo se identifica al preguntarse «¿a quien o a qué afecta la acción?». Así tenemos que en la oración «El muchacho besó los labios de su amada con mucha pasión», el complemento directo son los labios (¿qué es lo besado?), el indirecto es la amada y el circunstancial es la característica con la que besó: con mucha pasión.
Los complementos, entonces, sirven para matizar al núcleo del predicado, para darle más precisión a lo enunciado.
Sin embargo, también hay oraciones sin un solo complemento del núcleo del sujeto. Ello se debe a un tipo de verbo no transitivo que hace función más de enlace. A diferencia de los anteriores ejemplos que el verbo juega un papel relevante, los verbos copulativos (unir o vincular) pasan inadvertidos: ser, estar y parecer (en realidad son muy pocos, pero los dos primeros son sumamente usados). Por ejemplo en «Esa persona es muy vieja», el verbo ser es poco evidente, sirvió básicamente de nexo entre el sujeto (la persona) y su calificación (muy vieja). A este tipo de predicados se le llama nominal, pues destaca el nombre o sujeto.
Entonces, este tipo de elemento en el predicado no recibe el nombre de complemento, sino de atributo.
En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, antes de definir un verbo, incluye unas abreviaturas. Estas nos permiten saber si el verbo localizado es transitivo (tr.), intransitivo (intr.), auxiliar (aux.), pronominal (prnl.; antes llamados reflexivos y cuasirreflejos o reflejos), transitivo defectivo (se le llama defectivo cuando no es personal –llover– o todos los tiempos –abolir, sin presente del indicativo en la primera persona del singular–).
Algunos verbos pueden tener más de una de las anteriores clasificaciones, dependiendo de la forma en que se use. El verbo haber, por ejemplo, puede ser auxiliar (como en los tiempos compuestos: «Ya he comido») e impersonal («Hubo una catástrofe»).
Pero todo lo anterior se refiere a una forma de hablar: voz activa. En ésta, el sujeto ejerce la acción que se predica: «Juan levantó un muro». Pero si interesa destacar el complemento, enunciarlo como sujeto, se recurre a la voz pasiva: «Los muros fueron levantados por Juan». En esta voz, el sujeto de quien se predica algo no es quien desarrolla la acción, sino el complemento del núcleo del predicado, que en este caso recibe el nombre de complemento agente: Juan.
