El modelo actual de movilidad en nuestras ciudades ha sido predominantemente diseñado por una perspectiva masculina que ha ignorado las necesidades y realidades de las mujeres y otros grupos marginados.
El derecho a la ciudad de las mujeres debería comenzar por reconocerlas, no por neutralizarlas ni subordinarlas a conceptos patriarcales.
Hoy en día las mujeres siguen cargando con la mayor parte de la responsabilidad en la organización de la vida familiar, aunado al trabajo, las lleva a tener necesidades de transporte más específicas y complejas que muchas veces no son contabilizadas en los registros de transporte tradicionales.
A menudo, la movilidad de las mujeres implica hacer encadenamientos o escalas de viajes, combinar diferentes medios de transporte y moverse a pie o en bicicleta en entornos urbanos poco seguros.
Es por eso la gran insistencia sobre la necesidad de desafiar el modelo actual de movilidad centrado en el automóvil y enfocarse en soluciones más sostenibles, participativas y socialmente justas que tengan en cuenta las necesidades y realidades de las mujeres.
No se trata de una exigencia caprichosa, pero ante el panorama que viven la mayoría de los leoneses resulta urgente repensar las estrategias de movilidad y desarrollar una infraestructura de transporte que permita desplazamientos seguros y sostenibles.
También es muy importante visibilizar los avances que se han registrado gracias a esas jóvenes mujeres que han salido a las calles a reclamar sus derechos. Lo que nos resta ahora es avanzar en instrumentos y en normas que rijan a estos derechos y hacerlos viables.
Por eso es importante que los gobiernos realmente trabajen por las personas, aumentar el urbanismo participativo, involucrando a las mujeres y grupo vulnerables en la toma decisiones y organización de las ciudades teniendo en cuenta las necesidades del género.