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jueves, marzo 28, 2024

El miedo paraliza

 

Para todas aquellas mujeres que han decidido acompañar a otra mujer en caminos tan intransitables como el de la justicia.

 

“Una mujer muy desesperada por un cambio, llena de furia por las injusticias, que le duele el dolor del de al lado, y que soy consciente de la responsabilidad que cae sobre nosotras para hacer valer nuestros derechos…. Y que cuando llego en las noches a casa quizá no mido los riesgos de mi labor, pero estoy convencida de que no puedo parar, no debo parar… Así que decidí dejar de ser condescendiente con la autoridad, lo que me mueve es pensar en ser libre…”. Así se expresa Ana Katiria Suárez, una mujer de 37 años, abogada penalista, activista originaria de la ciudad de México, y quien fuera la defensora de un caso emblemático, uno de tantos casos que adquieren esta connotación asociada a la impunidad y a la injusticia, el de Yakiri Rubio, una joven que capitalina de entonces 21 años que debió pasar 86 días presa por matar a quien la secuestro, violo y apuñaló, era el 9 de diciembre del 2013. Un caso referente para hablar de la figura penal de la “legítima defensa” que incluía todas las desigualdades, mujer joven, lesbiana, pobre e ignorante de sus derechos.

Conocí a Ana Katiria leyéndola en su libro “En legítima defensa” presentado apenas a inicios de este año. Se trata de un libro de amigable lectura, redactado en primera persona donde se da cuenta del proceso legal que debió enfrentar en compañía de Yakiri, su representada, para acreditar sus dichos, los hechos, y con ello, su libertad. En el libro también se pueden leer los momentos, las anécdotas, las emociones, las frustraciones, lo que no forma necesariamente parte de un expediente pero que en su totalidad sí forma parte en un caso de acompañamiento, donde el principal litigio es frente al Estado y sus representantes, quienes se encargan de que esa aspirada justicia “pronta y expedita”, no llegue.

Leerla es reconocer a ese país machista, a ese frágil Estado de derecho y a ese largo camino que aún nos falta por recorrer para hablar de acceso a la justicia para las mujeres, sin cortapisas. Y en medio de este desolador panorama, también es leer la diferencia que marca la presencia de una mujer que decide acompañar a otras, formar una red de apoyo y establecer alternos mecanismos de exigibilidad y de justicia.

Motivada por la lectura de un libro que me dejó indignada, abrumada y con un sabor “de lo que sigue siendo México”, decidí reunirme con Ana Katiria. Me invadía la enorme necesidad de que otros y otras, al escucharla, experimentaran lo que yo había experimentado al leer su libro, plagado de irreverentes y vigentes absurdos institucionales protagonizados por quienes se suponen “garantizan el cumplimiento efectivo de los derechos”.

En nuestro encuentro, muchas anécdotas, casos, opiniones y hechos que pudimos compartir para terminar concluyendo que Guanajuato y la ciudad de México, como el resto del país, son uno mismo cuando hablamos de violencia machista e impunidad. Un tema obligado era el proceso personal por el que ella debió pasar antes de decidir ser una aliada de las mujeres en la lucha contra la violencia machista:

“..Sucedió algo muy peculiar, cuando hueles tan de cerca la sangre, cuando vibras el dolor de la otra, se despellejan capas que te hacen cuestionar el pertenecer a esta sociedad machista, y a veces retrógrada, tener a flor de piel la justicia, la igualdad… ser exhibida públicamente sin temor, a pesar de las represalias…

“…Yo elegí acompañar este caso y he descubierto en mí compasión, dureza, entereza, resiliencia…me reconozco una mujer más fuerte, una mujer que no se siente ajena a ningún ser humano…”.

Lo cierto es que este tipo de procesos de acompañamiento con mujeres en situación de múltiples violencias  convierten a dos extrañas en cercanas, paso a paso se aprende a confiar, se conocen, se reconocen, dialogan las más profundas verdades, y comienzan a generarse expectativas, y con ello, también fundados temores. En el caso de Ana Katiria y Yaki, como ella la llama, no fue distinto:

“….Enfrentarme al Estado… llegar a mi casa y pensar si estaba haciendo lo correcto, poner en riesgo a mi familia por salvar la vida de una mujer… había pasado un año y medio que no me había volteado a ver…

“…El ciclo a caminar de una víctima es muy largo, primero como defensora es muy difícil transmitirles el concepto de víctima, a nadie nos gusta ser víctimas, a nadie nos gusta posicionarnos en ese lugar, la poco  inteligente, (…) la que no tuvo valor para salirse de ahí y por lo tanto la que lo debió haber previsto, por tanto la responsable de los ataques… generar la consciencia de que es ser víctima, ahí empieza el proceso de sanación, una real lucha…

…Como primer punto debemos construir al sujeto, y para poder generar medidas y estrategias tanto de contención y de defensa, debemos estructurar al sujeto, a ella, que es la víctima, que no se sepa juzgada, que no se sienta señalada por haber sido violada, abusada o violentada. Es un concepto que nos duele, porque deseamos no haber estado nunca ahí…

…En quién te conviertes, qué tipo de mujer vas a ser ahora que ya tienes herramientas, eso es re-significar el significado de ser víctima. En mi caso, yo las acompaño hasta donde ellas lo decidan…”

A lo largo de más de un año de intensa batalla contra la violencia machista y el sistema penal, la abogada da cuenta en su libro,  y me lo reitera a detalle en persona, de las amenazas veladas y frontales contra su vida e integridad. Una defensa legal que lastimó intereses institucionales sin ella proponérselo, y con ello, de acuerdo a la lógica del poder, su vulnerabilidad aumentaba día a día.

Si bien le fue asignado personal para su seguridad, el miedo siempre estuvo presente, aprender el autocuidado forma parte de la tarea de quienes asumen la defensa de otras. Ahora mismo en nuestros diálogos la percibo permanentemente expectante y con los sentidos vivos, la publicación de su libro con nombres y apellidos la mantienen en persecución constante. El temor no es fortuito, de acuerdo a los datos de la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos (Red TDT), en lo que va del sexenio se han documentado 106 asesinatos y más de 80 desapariciones de defensoras de derechos humanos en México.

“…Nunca platiqué con ella (Yakiri) de mi proceso personal al acompañarla, hablábamos de ella, de su vida, de lo que ella sentía, de sus ilusiones, de lo que ella pensaba estando recluida…

En este caso en particular, y en muchos otros es una relación de contención, de bastón para la víctima, que pesa mucho sobre la espalda del defensor….Y sin embargo, nunca pensé en soltar…”

Ana Katiria, una abogada egresada de instituciones educativas particulares de la ciudad de México con modelos formativos conservadores, que previo a enfrentar el caso de Yakiri dedicaba la totalidad de su tiempo al litigio de asuntos de naturaleza corporativa, identifica un antes y un después respecto a su forma de ver la vida, a la redefinición de postura política, a su visión sobre el derecho y su implementación,

“…Me considero feminista, el sentido lo he adquirido en el ejercicio de mi profesión, es una necesidad de proteger a un sector vulnerado por la sociedad, el feminismo atiende a una necesidad social… y creo que decir soy feminista es la capacidad de visibilizar y proteger a este sector… No siempre lo pensé así, me avergonzaba, no me consideraba feminista porque necesitaba pertenecer a un gremio que es discriminatorio de la defensa de género para poder ser exitosa en el litigio penal, en el ámbito económico, sin embargo, he aprendido que no hay mayor orgullo que defendernos entre nosotras, y que ello no nos excluye de tener éxito en nuestra profesión…

“…Es muy doloroso estar teniendo que suplicarle a la autoridad, a las autoridades en general, que crean en una mujer. Y como defensora me pasa igual…”.

Ser mujer en México sigue teniendo variables comunes a pesar de la gran diversidad y la pluralidad que integra el grupo de las mujeres, algunas de ellas tan vigentes como  la discriminación, la violencia, la misoginia, el abuso, el acoso. Ana Katiria lo ha ido experimentando, o tal vez es ahora cuando lo ha hecho consciente. Ser universitaria, ser abogada, ser adulta, no la exime. Como no nos ha eximido a ninguna.

En tanto ella continúa visitando distintos foros para presentar su libro, creando nuevos y nuevas aliadas,  de forma paralela desde su despacho personal continúa defendiendo nuevos asuntos, el litigio con perspectiva de género será una causa que asume para los siguientes años en su vida.

Al salir Yakiri Rubio, un año y medio después, Ana Katiria también reconoció su nuevo estado, ambas se liberaron:

“…Y recuperó la libertad y con ello se redescubrió… lo hicimos juntas.

Yo me redescubrí, con la voz propia, con la voz de otras mujeres…

Si pudiera agregar una hoja más a este libro agregaría una resolución digna por los hechos ocurridos en el marco del abuso de autoridad y la violación. Reaperturamos archivos, el final aún no está escrito….

… Estoy convencida de que la justicia es un anhelo, un derecho, una exigencia de la que no puedes permitirte ser paralizada por el miedo”.

 

PD. En el marco de este 25 de noviembre, Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el procurador del estado de Guanajuato, Carlos Zamarripa, anunció que en lo que va de este año ha habido 19 feminicidios. Los medios estatales reportan más de 100 mujeres asesinadas.  No hay celebración, ni triunfalismo para ningún nivel de gobierno, en este 2017, como en las últimas décadas,  las mujeres siguen siendo asesinadas por el sólo hecho de ser mujeres.

Iovana Rocha
Iovana Rocha
Maestra en Política y Gestión Pública. ITESO- Universidad Iberoamericana, León. Docente. Universidad de Guanajuato. UNIVA. Universidad Iberoamericana, León. Activista por los Derechos de las Mujeres. Asesora.

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