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jueves, abril 25, 2024

Romper el silencio de esos cuerpos

Las mujeres que se involucran o se declaran culpables
de actividades delictivas en función de los hijos o esposos
son conocidas en el lenguaje penitenciario con el término de “pagadoras”,
mediante el cual “se definen a las internas que están en reclusión
no por haber cometido un delito sino por haber estado involucradas con un hombre,
sea la pareja o un familiar, inmiscuidos en actividades ilícitas y
por haber encubierto al real infractor, siendo éstas juzgadas con mayor rigor…

(Extracto del texto Género, drogas y prisión,
experiencias de mujeres privadas de su libertad en México, Coina Giocamello)

 

…No es Ciudad Juárez, no es el Estado de México, es Guanajuato la delincuencia organizada está matando a las mujeres y debemos hacerlo visible ahora que posiblemente haya alternativas de revertir estas cifras, urge implementar un plan en coordinación con el gobierno federal, municipios y sociedad civil…

Quien tiene la valentía, el conocimiento y los argumentos para nombrar estas realidades y hacer este enérgico llamado a las autoridades estatales es la geofísica María Salguero, una activista de 39 años comprometida desde el año 2016 en la sistematización y análisis diario de los asesinatos de las mujeres. Egresada del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ha diseñado como herramienta el Mapa del Feminicidio en México, hoy reconocido por varios medios de comunicación e instituciones académicas como una plataforma digital en el que diariamente registran los pocos o muchos datos que arroja la prensa para dar cuenta de los asesinatos de mujeres. Arduo trabajo profesional y voluntario que ha merecido importantes coberturas y que ha venido a oxigenar, al tiempo de cuestionar, las cifras oficiales tan poco confiables como contradictorias.

Es gracias a este mapa que hoy sabemos, por ejemplo,  que en el primer semestre de este año 157 mujeres han sido asesinadas solo en el estado de Guanajuato, cifras solo comparables con el reincidente estado de México, o con el municipio de Acapulco donde tan solo al año pasado 75 mujeres perdieron la vida en condiciones de violencia asociadas con prácticas criminales.

Si bien el la violencia se ha extendido en todo el territorio estatal, los municipios de mayor incidencia  de mujeres asesinadas son Celaya, con más de 20 mujeres, seguido de León, con 19, Irapuato, Pénjamo y Silao comparten tragedia con 11, Apaseo el Grande con 8, etcétera. Se trata de una cifra sin precedente, escandalosa y alarmante en sí misma, las mujeres están siendo asesinadas. En muchos casos hay privaciones ilegales de la libertad, sus cuerpos arrojados en caminos de terracería, cuerpos desnudos o irreconocibles, maniatados o con los pies atados, con tiro de gracia o varios tiros en sus cuerpos, colocación de mensajes o uso de cinta industrial. Son mujeres jóvenes entre los 18 y los 30 años, varias de ellas con hijos e hijas, vidas cortas con destinos trágicos. Como dato reportado recientemente por la prensa, tan solo a nivel nacional  en este año más de 164 niños han sido dejados en orfandad por este tipo de hechos. Tampoco de ellos se habla, también ellos son invisibilizados.

A partir del pasado mes de marzo se agudizó el fenómeno de la violencia y los asesinatos de mujeres, de la mayoría no se reportan nombres, apenas y se hace mención de su presencia en la escena del crimen, su muerte es reducida al anonimato “cuerpo de mujer encontrado sin vida”, “pareja sin identificar”, leyendas habituales en medios de comunicación que sugieren vínculos de forma irresponsable, al tiempo de propiciar en los lectores la justificación de la violencia ejercida a las mujeres.  Información a medias que propicia y valida la idea generalizada de la complicidad “ella se lo buscó”. No descarto que tales omisiones o provocaciones no precisamente sean conductas misóginas, sino deficiencias en el ejercicio periodístico, así como  una posible política editorial para salvaguardar integridad de los reporteros en épocas de crisis. En ninguno de los casos hay justificación ante las reiteradas omisiones que ocurren particularmente con ellas.

Para María Salguero, la repetición de estas y otras variables no dejan lugar a dudas, el crimen organizado ha alcanzado a las mujeres, y con ello el latente riesgo de la estigmatización e impunidad. Por ello en su trabajo dedicado y escrupuloso también se ha propuesto  clarificar y abonar reiteradamente,

…los asesinatos de las mujeres en clima de crimen organizado no explican por sí mismo el tipo de participación que ellas tienen en las organizaciones criminales, si es que la tienen, o bien la circunstancias de su presencia al momento de los hechos, de ahí la importancia de que se realicen en todo momento investigaciones con perspectiva de género que lejos de criminalizar a las mujeres nos permita identificar cómo este tipo de asesinatos han venido desplazando, sin extinguir,  la muerte de las mujeres por violencia familiar, ambas graves y de urgente atención…

El trabajo de María Salguero ha motivado entre nosotras varias conversaciones y colaboraciones, ambas coincidimos en las pertinentes puntualizaciones, el hecho de que las mujeres estén siendo asesinadas en estos escenarios no puede ser motivo de criminalizarlas como acto reflejo. Las autoridades están obligadas a dar lectura a esos cuerpos. La forma en que son asesinadas es solo un colofón que cubre historias individuales que no pueden ser ignoradas en una conclusión final. Historias por las que atraviesan la desigualdad, la violencia, la pobreza, la ignorancia, el temor, el abandono, las maternidades, los roles de género y toda una suma de implicaciones subjetivas que no deben ser ajenas ni al investigador ni al juzgador.

La experiencia nos dice que los patrones de subordinación y control que se ejercen en la violencia familiar, social e institucional son los mismos que se reproducen en el crimen organizado en sus diversas prácticas y modalidades. Sin descartar que el papel de las mujeres ha ido cambiando a través del tiempo en todos los ámbitos, incluyendo el de la delincuencia organizada, también debemos partir de la noción de que estos cambios son procesos apenas perceptibles, pocas son las mujeres que llevan el mando, la gran mayoría siguen siendo las que obedecen las órdenes que otros les dan.

Relaciones jerárquicas y asimétricas que promueven que la presencia de las mujeres no siempre está dada por la voluntad, por el consentimiento o por la conciencia de justa retribución. El testimonio de Lorena es representativo, un testimonio individual como realidad compartía de muchas mujeres. Nos conocimos y aprendimos a frecuentarnos en el CERESO, difícil fue que aceptara diálogos a solas, la mayor parte del tiempo evadía, ella estaba por concluir una pena de más de 15 años. Madre de 5 hijos, una mujer de carácter afable con las visitas y señalada por su peligrosidad con las internas, el día de íntimas confesiones se presentó y con profundo temor me compartió:

…yo estoy aquí porque me enamoré de un hombre equivocado. Lo conocí cuando yo me dedicaba a limpiar casas, él era una visita de la familia donde yo trabajaba desde los 15 años. Como si fuera una novela, él se fijo en mí me decía que era bonita, me sacó de trabajar a pesar de que yo ya tenía 2 hijos, me hizo el favor.
Todo era bonito, tuvimos 3 hijos uno cada año, hasta que me dijo que el dinero ya no le alcanzaba y que yo debía trabajar pero donde él me indicara. No había alternativa, el trabajo que me dijo que debía hacer era el de mesera en el bar de un amigo de él. Empecé siendo mesera, a las dos semanas ya debía ser compañera sexual de los clientes, incluso frente a él llegué a ser violada varias veces. Cuando me rebelé me amenazó con quitarme a mis hijos, llevárselos lejos, matarlos, siempre me decía nuevas formas para causarles más dolor. Por supuesto que me quedé y jamás volví a repelar.
Con el tiempo iniciaron los golpes cada día, me dejaba sin comer y yo obedecía, él me decía que el dinero no alcanzaba porque me contrataban muy poco por estar vieja cuando yo tenía menos de 30 años. Y entonces me llevó a otra casa a trabajar, no sé donde era para llegar me taparon los ojos y me pegaron todo el camino, mi única tarea era preparar mucha comida. Con el tiempo supe que esa comida era para gente a la que secuestraban, cada mes llegaban y llegaban. La realidad es que esa gente, como yo, estábamos secuestrados. La diferencia es que cuando las familias les daban lo que ellos pedían los soltaban. A mí nunca me iban a soltar. Debo decirte que dejé de ver a mis hijos, solo me autorizaban verlos una vez cada tres meses.
Llegó un día la policía, nos llevaron a todos los que estábamos en la casa. Mi pareja y sus amigos siguen libres, jamás los encontraron….La pena no fue tan alta porque uno de los que me señalan dijo que yo había siso amable y humanitaria en mi trato durante su cautiverio.
Estoy por salir y muero de miedo, mis hijos tienen prohibido visitarme. Sé que él sigue vigilándome, y buscará las formas de seguirme obligando, temo por mis hijos.

Como Lorena, más de la mitad de las mujeres internas compartían historias similares. Estaban ahí porque “se enamoraron del hombre equivocado”, “jamás se imaginaron que las fueran abandonar a su suerte”, “no obedecer es que maten a tus padres o a tus hijos”,” ¿dinero? Nos pagaban con comida y con un techo, el dinero es para ellos”, “a ellos no los detienen”, “yo no podía preguntar a qué se dedicaba o me pegaba, sospechaba…”.

Ellas y muchas otras mujeres están vivas con temor y confidencialidad en la mayoría de los casos podrán abonar en su defensa, aunque no sean escuchadas ni gocen de la credibilidad ni de sus familias, ni de las autoridades. Otras tantas asumirán íntegramente la responsabilidad que otros les han trasladado en franca dominación y sujeción propios de los círculos de codependencia que establecen los hombres violentos con sus víctimas. Las cárceles están llenas de historias que dan fe de esto, mujeres privadas de su libertad, procesadas, sentenciadas, aquellas que transportan adentro o encima de su cuerpo algún tipo de droga, la vagina como cavidad de ocultamiento, pasando por el estómago o los senos.

Pero ¿qué ocurre con las más de 151 mujeres asesinadas en Guanajuato, quien o quienes están leyendo sus cuerpos? ¿Quién habla por ellas? ¿Cómo garantizar que tengan acceso a la justicia en un ensombrecido ambiente de violencia? En estas interrogantes no asumo juicios totalitarios, invito a que nos movamos de sitio e intentemos imaginar  “las otras verdades”, porque asumo, con razones históricas para ello, que los juicios sobre su presencia en el momento de los hechos  y formas de morir no les son favorables para un juicio ni penal, ni social, la delincuencia femenina transgrede.

Estas y otras preguntas convendrá comencemos a realizar a las autoridades antes de naturalizar que hoy Guanajuato sea escenario destacado a nivel nacional de diversos crímenes cometidos contra las mujeres, lo mismo pueden matar en León a una mujer de 40 años a las 10:00 de la mañana en un concurrido Centro Comercial a la vista de todos usando una arma blanca que introducen sobre su cuerpo en múltiples ocasiones, como lo pueden hacer con una niña de tres meses de nacida, según consta en reporte policiaco, que el pasado mes de febrero “murió acribillada en un ataque perpetrado por presuntos sicarios en contra de sus padres en el municipio de Silao”.

A cuatro meses de concluir el año, a semanas de relevar a los gobiernos estatal y municipales, el escenario es poco esperanzador cuando la violencia a las mujeres no es tema de las agendas públicas ni de las de transición.

Cuando desde el gobierno se pensaba que el tema a resolver se constreñía a la violencia familiar que padecían las mujeres en Guanajuato, y apenas se discutía la cuadratura de su abordaje apareció la violencia asociada con crimen organizado, y entonces se acabaron las respuesta, porque no se han diseñado las nuevas preguntas: ¿qué dicen, qué gritan, qué registran, qué se lee en los cuerpos de las mujeres asesinadas?

 

…Sí, de verdad yo creía que no me iba a pasar nada pero sí dices:
‘¿cómo es posible que después de saber que somos las madres de sus hijos…
ni le caen las lágrimas? Después de que saben que nos involucran, ¿cómo nos dejan aquí?…

(Testimonio  del texto Género, drogas y prisión,
experiencias de mujeres privadas de su libertad en México, Coina Giocamello)

Pd. Mi  admiración a María Salguero por su trabajo y compromiso  de visibilizar, humanizar y dar  voz a los cuerpos de las mujeres. Eres generosa con tu talento y tu tiempo, eso muchas lo agradecemos.

 

Iovana Rocha
Iovana Rocha
Maestra en Política y Gestión Pública. ITESO- Universidad Iberoamericana, León. Docente. Universidad de Guanajuato. UNIVA. Universidad Iberoamericana, León. Activista por los Derechos de las Mujeres. Asesora.

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