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jueves, abril 25, 2024

Ser lesbiana en México, una condicionante (más) para acceder a la justicia

17 de mayo de 1990:
La Asamblea General de la OMS
elimina la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas

Me formaron en un hogar tradicional, mis padres, hermanos, es hasta mi edad adulta que escucho la palabra “lesbiana”, esa no es era palabra que se pronunciará en nuestra mesa (…)  la conocería en voz de mi hija menor, Fernanda Catalina,  quien en vida así se definió “mamá, soy lesbiana”…

Recuerdo el momento  que conocí a Silvia Vargas Velasco, fue su amable presencia y tímida conversación mi primera impresión. Conversar con ella sería proceso gradual que nos llevaría algunos días. Cada palabra  era pronunciada de forma prudente y una velada desconfianza.

Nos conocimos en un evento que tenía el propósito de dar a conocer su testimonio como madre de una hija asesinada, como asistente conocí su historia, los  hechos, la denuncia concreta: mi hija fue asesinada. Escuché de su dolor, indignación y reclamo. Los asistentes nos concentramos en escuchar y respetar su testimonio, no preguntamos más de lo que ella señaló. Al término del evento tuvimos nuestro primer diálogo cuando se me acerca y me comenta con cautela, no quise mencionar que mi hija era lesbiana, que vivía con su pareja mujer (…)  hacerlo es exponerla al juicio público que  sigue señalando y cuestionando la orientación sexual de las mujeres lesbianas al punto de justificar que mueran asesinadas (…)

Antes de siquiera decir su nombre, ella se presenta como,  soy madre de tres hijos,  a los que nombra en tiempo presente de manera contundente, Cintia, Vicente y María Fernanda Catalina, cuando los enuncia su voz adquiere un tono grave y su postura cambia, como si la columna recta le permitiera expresar con mayor fuerza  la presencia de sus hijos. El resto del tiempo regresa a su silencioso tono con el que explica que hoy tiene 62 años, que estudió una carrera comercial y que es originaria de la ciudad de México.

Si bien, sus dos hijas hoy están muertas solo vive Vicente,  ella se asume como la madre de tres hijos, así lo enuncia, y cuando alguien, por omisión o iniciativa, le pregunta en tiempo pasado ¿cuántos hijos tuviste?, ella siempre corregirá, tengo tres hijos. Así me lo explica, una y otra vez durante nuestra conversación.

La primera vez que Silvia “convivió con la muerte” fue cuando murió su hermano Víctor, y corrige se llama Víctor, ella tenía entonces 7 años. Pasarían muchos años para que volviera “a convivir con la muerte” con el fallecimiento de sus padres, al que seguirían sus dos hijas en hechos distintos. Cada una, una experiencia y dolor diferente.

A la edad de 28 años nacería su primera hija, Cintia, quien muriera  en el año 2004 de una enfermedad renal a los 29 años, mi hija era mi principal apoyo, una hermana responsable de sus hermanos, era mi permanente compañera. La familia en su conjunto viviría un doloroso proceso, cada uno lo vivimos en lo individual, no supimos compartir el duelo, Fernanda tenía entonces 17 años (…)

Al morir Cintia, la atención del matrimonio formando por Silvia y Vicente se concentraría en sus dos hijos vivos. Fernanda decide salirse de estudiar al término de la preparatoria, pide autorización de sus padres para comenzar a trabajar y combinarlo con una serie de cursos de estilismo y maquillaje, esto último le permitiría tener su primer trabajo formal, ahí conocería a su pareja, una chica de 21 años de nombre  Darcy, a la que presentaría a sus padres, después de varios meses,  como “una amiguita”.

No había porque notar algo, no había evidencia o algo que nos diera mala espina (…). En nuestra conversación percibo que al recordar estos días de convivencia Silvia expresa malestar en su tono de voz, alarga palabras, y a manera de soliloquio, se reprocha no haber percibido que esa amiga, era en realidad su pareja, y muy probablemente quien la mató.

A quien conocían como “la amiga de Fernanda, a quien su hija quería ayudar” se convirtió en una asidua visita, hasta llegar a dormir en casa, con el argumento de la distancia y horas de riesgo para su traslado. Esta situación comienza a generar malestar en Vicente, el esposo de Silvia, quien de manera reiterada le cuestionaba sus largas estancias y convivencias hasta que dejando la evasión, Fernanda los intenta tranquilizar, tiene problemas con su familia, la corrieron de su casa, pero pronto rentará un espacio.

Es enero de 2014, pasaran varios días de lo dicho por Fernanda para que ella buscará un encuentro privado con su madre para confesarle, mamá la realidad es que tengo una relación con Darcy, quiero pedirte que me apoyes (…)

Al escuchar esto, Silvia recuerda que su primer pensamiento y sentimiento es de miedo, las lesbianas y homosexuales son agresivos, todos, me consta, cuando los agreden responden, así me comparte Silvia sus más profundos prejuicios sobre un tema para ella desconocido. Pero también recuerda que no lloró, no gritó, no reclamó, su premisa era, es mi hija, debo aceptarla, a pesar de tener miedo (…) la sociedad la va discriminar, yo debo apoyarla (…). Las siguientes horas las preguntas que permanecieron en su mente eran ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Cómo se lo diremos a su papá?

A partir de sus respuestas, ambiguas y contrastantes optó por preguntarle si escuchar y apoyar los siguientes  días a su hija fue una decisión difícil, su respuesta  parece dirimir sus conflictos morales sobre la orientación sexual de su hija, yo amo a mis hijos, yo debo abrirles las puertas, no cerrarlas. No había mucho que pensar, yo ya sabía lo que era perder a una hija (Cintia), no la iba a perder a ella (…)

Así lo reflexionó una mujer que habita en el centro de una de las ciudades más grandes del mundo y donde mayor presencia ha tenido  en las últimas décadas la visibilización de la agenda de derechos de la comunidad LGBTI (lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales), me costó trabajo a decir “esto” de la preferencia sexual de mi hija, pero no por mí, sino por cómo me iban a juzgar mis familiares.

Un mes después, Fernanda decide irse a vivir con su pareja Darcy,  quien es corrida de la casa de sus padres al confesar su orientación sexual. Silvia y Vicente nunca las visitaron en su nuevo domicilio, ella era quien regresaba al hogar familiar a visitar a sus padres, iba sola al término de su jornada laboral. Su pareja no asistía, yo seguía nerviosa por el hecho de lo que yo pensaba sobre las personas homosexuales y solía repetirle seguido a mi hija que se cuidara, que se cuidara mucho(…), me expresa Silvia con el mismo nerviosismo y ansiedad que seguramente le expresaba en aquel momento a su hija.

Los siguientes meses (febrero – abril)  la comunicación y contacto fue disminuyendo entre Fernanda y sus padres. Había preocupación, pero también prevalecía la idea de “respetar la decisión de su hija”, así lo expresa Silvia quien hoy se cuestiona sí como familia debieron cuestionar o invadir para estar más cerca. Así transcurrieron los días, hasta el 17 de abril de 2014, el último día que ven a Fernanda con vida, ya llegue mamá, estoy aquí. En esa conversación confiesa a su madre los conflictos que tiene con su pareja y su deseo de separarse de ella ese mismo día. Le pide ayuda para que acudan por ella y sus cosas. Fernanda les llamaría por la noche.

La llamada de Fernanda nunca llegó, a cambio recibirían una llamada de la agencia del Ministerio Público de Ecatepec, “su hija ha tenido un accidente”. Al llegar a la agencia, “la invitación” es a identificar un cuerpo. Vicente es conducido a la sala, ahí le indican “su hija se suicidó”.

Las múltiples preguntas se agolpan en sus cabezas, me desmoroné, no entendía nada, ahí estaba mi hija muerta, solo 22 años y una vida por delante.  Diez años habían transcurrido esa noche de la muerte de su primera hija.

Darcy se presenta en la agencia unos minutos y se retira. Esa noche y los siguientes días y años, no hay diálogo entre ella  y la familia de Fernanda. La línea de investigación se sostuvo, “Fernanda se suicido”, sin mayores explicaciones.

Un dictamen forense que no indica lesiones que explicaran suicidio, un escueto testimonio de su pareja, Darsy, que señalaba que no habían tenido contacto los últimos días, un peritaje médico que no reflejaba consumo de alcohol o drogas, un expediente lleno de inconsistencias, iniciando por la cuestionable cadena de custodia de la zona donde presuntamente ocurrieron los hechos.

Dos años después de  la muerte de Fernanda, en 2016, Silvia llega al Observatorio Nacional del Feminicidio, y con ello logra el acompañamiento legal para exigir a las autoridades un debido acceso a la justicia. Silvia sostiene mi hija no se suicido, la mataron. Apenas en marzo de 2017 se ordenó la exhumación del cuerpo de Fernanda, al momento de escribir este testimonio siguen en espera de los resultados.

Enterrar dos veces a una hija es una terrible revictimización… enfrentar los señalamientos de la autoridad, de la sociedad,  por la orientación sexual de Fernanda que intentan justificar lo que le ocurrió es un dolor y un enojo que no acaba… ¿Qué va a pasar con la justicia para mi hija?¿Ser lesbiana justifica que te maten con total impunidad en México?

Cuando las personas saben que mi hija murió, que probablemente fue asesinada, su primera reacción es de solidaridad, de apoyo y acompañamiento… Pero cuando saben que tenía una preferencia sexual distinta, que vivía con otra mujer, entonces me cuestionan, se alejan y sin decirme, su distancia lo dice, creen que mi hija se lo buscó, que lo merecía, que tenía una mala vida… incluso, hay quienes sí me lo han dicho (…)

Es a partir de esto que Silvia ha venido exigiendo justicia, lo hace seleccionando a quien o quienes debe compartir la totalidad de los hechos. Teme el señalamiento, el juicio, no se trata de exhibir o descubrir la vida de mi hija sino de que ella tenga derecho a la justicia, y nosotros a saber qué fue lo ocurrió, no aceptamos la versión del suicidio, no cuando la autoridad no ha logrado acreditarlo, no cuando conocíamos a Fernanda (…) no cuando sabíamos que las cosas no iban bien con su pareja (…) Sé que no puedo señalarla aún como responsable, pero yo creo que fue ella (…)

A cuatro años del primer diálogo con su hija Fernanda sobre su orientación sexual, escuchar en el presente hablar a Silvia, es reconocer en su lenguaje, en  su forma de nombrar, sus múltiples temores, dudas y paradigmas.

Así, en un sociedad como la nuestra que castiga lo diferente, no se trata de señalar a Silvia ni a su familia, incluso ni a Darsy, ellos y ellas solo son un ejemplo del complejo  proceso de (tratar) de entender lo que otras generaciones, incluyendo la nuestra, se niegan a reconocer, respetar e incluir, las personas y su derecho a la orientación e identidad sexual. Un derecho que arbitrariamente e doblemente cuestionado, si se trata de las mujeres, aún en su muerte.

Recuperar el testimonio de Silvia en esta fecha “17 de mayo, Día mundial contra la Homofobia”, es hacer visibles procesos que (aún) ocurren cuando se transgrede el orden binario y el hecho de  que si ser mujer es complicado en un país con prevalecientes prácticas machistas, ser mujer y ser lesbiana legitima la idea “de lo que nos merecemos”.

En los próximos meses la familia de Fernanda espera respuestas que no han llegado en cuatro años. Sostienen la firme idea del asesinato de su hija, hablan incluso de un posible feminicidio. Señalan a la pareja de su hija como presunta responsable, pero a diferencia de hace cuatro años, no lo hace pensando en que la orientación sexual haya sido una causa, su señalamiento lo funda en la violencia que vivió su hija con Darcy, dicho por la misma Fernanda y constado en meses posteriores por amigos en común.

El reto cotidiano de Silvia es continuar exigiendo justicia, cuidando en todo momento se juzgue lo ocurrido con la muerte de su hija, no así la forma de vida, orientación sexual o decisiones de Fernanda.

Lo hace consciente de que ella misma debe desaprender y aprender nuevas formas de nombrar la vida de su hija, está trabajando en ello cada día, después de mis 50 años es cuando comencé a conocer, comprender y aprender (sobre homosexualidad y lesbianismo). Durante cuatro meses lo estuve haciendo con Fernanda, hoy en su memoria, exigiendo justicia lo seguiré haciendo… ella es mi hija, la amo, en presente.

 

Pd. En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Discriminación 2005, el 94.7% de las personas de la comunidad LGBT consideran que hay discriminación en su contra y el 43% dice haber sido víctima de algún trato discriminatorio por su preferencia sexual. Esta misma encuesta en el año 2010 revelaba que el 44% de los mexicanos no estaría dispuesto a permitir que en su casa vivieran homosexuales.

 

Iovana Rocha
Iovana Rocha
Maestra en Política y Gestión Pública. ITESO- Universidad Iberoamericana, León. Docente. Universidad de Guanajuato. UNIVA. Universidad Iberoamericana, León. Activista por los Derechos de las Mujeres. Asesora.

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