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jueves, marzo 28, 2024

Partidos sin retórica

Los vacíos de poder se ocupan. A veces tardan y a veces llegan de manera inmediata pero, al no tener nada más que aportar quienes procuraban llenar la esfera pública, existe la posibilidad latente de una nueva configuración discursiva.

Vivimos tiempos donde ha quedado abandonado el templete. Ante cualquier crítica que López Obrador recibe de sus adversarios, instituidos en otros partidos ya conocidos, el recurso del Presidente es decir que “están moralmente derrotados”. ¿Y saben qué?, lamentablemente tiene razón.

Ese argumento funciona porque el principal problema democrático actual es que la ciudadanía ya está harta, de sus políticos y de los partidos de donde surgen.

¿Qué pueden argüir los partidos tradicionales de los nuevos actos de corrupción o de la violencia constante en el país? Tal vez muchas cosas. Incluso, es legítimo y muy importante que opinen. Más importante es que hagan oposición seria, pero, ¿les alcanza?, ¿les reditúa política o electoralmente lo que digan sus dirigentes?, ¿qué le pueden decir a los ciudadanos al tocar sus puertas en campaña?

No existe oposición que alcance, no hay discurso que aglutine el nuevo hartazgo que se va formando. Ahí están los niveles de confianza, a raíz de un actual gobierno federal que se ha expuesto incapaz y ocurrente. Por eso existen partidos sin retórica, incluyendo al partido hoy gobernante.

Por paradójico que sea, ya no hay un “López Obrador” en las calles o algún movimiento que, ni por asomo, la sociedad pueda cuestionarse sobre cómo sería si llegara al poder este movimiento o personaje. Algunos podrían aseverar que incluso esa es la mayor traición que el lopezobradorismo está cometiendo con sus votantes; la desilusión, que por cierto no le es únicamente propia, también es la limitante de quienes pretender hacerle oposición.

No hay credibilidad en nadie. La arenga discursiva habitual de los partidos, sus dogmas y “principios”, lo que sea que ello signifique, están desgastados. Disminuidos son, quedan en papel, rebasados y su credibilidad está agonizando.

Una posible solución es que los otros institutos políticos, opositores a la autodenominada “cuarta transformación”, no revivan a sus personajes del pasado. Ésta es una estrategia mediocre y paupérrima. Tendrían que acercarse y convocar a una ciudadanía más participativa. ¡Qué les abran la puerta, ya! La ciudadanización de los partidos debería ser su nuevo insumo discursivo y no el de sus refritos o hacer vanagloria de sus victorias pasadas.

El alejamiento de sus dogmas, que solo les restan posibilidades de crecer, conllevaría abrirse a nuevas oportunidades de hacer y de entender el involucramiento de una sociedad ávida por participar en los asuntos públicos. La flexibilización de sus procesos de inclusión con los sectores, que se encuentran en la orfandad política, debería de ser el hilo conductor para llenar ese vacío discursivo que existe. En fin, comprendiendo que todo eso está en el terreno del deber ser, la praxis los lleva por otros terrenos, donde impera la máxima del pragmatismo electoral.

Tal vez, pudiera consolidarse un nuevo régimen autoritario mientras se desgasta más la credibilidad de los partidos. Tal vez no, pero regresaremos a los tiempos en donde las cosas funcionan con el capitalismo de cuates, el derroche presupuestal y la carente transparencia, acompañada de simulación demagógica y escasa rendición de cuentas, disfrazada para los tortuosos informes gubernamentales.

La nueva configuración discursiva deberá emerger de la ciudadanía participativa. Sí, esa endeble, desorganizada e incluso tan prostituida aseveración conceptual, “la ciudadanización”, es la única que podría llenar el vacío de poder. Tocará un relevo generacional pero no etaria. Qué sea real, de ideas y de prácticas; que se haga de las instituciones políticas para tratar de cambiar sus formas y sus modos. Renovar los discursos, reformar a estas instituciones desde adentro.

En síntesis, la endogamia y la autocomplacencia de los partidos sin retórica lleva consigo su propia condena, su falta de credibilidad. La ciudadanía, al margen de ello, levanta la mano.

José Cristian Urrutia Negrete
José Cristian Urrutia Negrete
Licenciado en administración pública por la Universidad de Guanajuato, Director General del IMAP, maestrante en política y gestión pública en la Universidad Iberoamericana León, profesor universitario, instructor-capacitador y miembro fundador del Colegio de Administración Pública de Guanajuato Capital, A.C. Twitter: @urrutianegrete

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