Mismas partes estúpida, sangrienta e inteligente en su construcción de tensión: es como si Destino Final nunca hubiera dejado de hacer que nuestros temores de lo habitual se volvieran posibles.
Existe algo bastante peculiar dentro de Destino Final como franquicia. Proveniente de la época dos milera en la que el género del horror estaba en un levantón por los términos del slasher, la primera Destino Final (James Wong, 2000) se animaba a presentar una duda que realmente nadie se preguntaba, de si podía existir una película del género con su respectivo asesino, con modalidad y reglas, pero inexistente en presencia visual, es más… apuntando todavía más lejos con la idea de que este villano, es el concepto mismo de la muerte, algo inescapable y cotidiano.
Cualquiera la hubiera presentado como la típica calaca -y de hecho, lo intentaron por lo menos en la segunda parte en donde salen manos esqueléticas formadas en las sombras- pero la idea de su existencia natural en un entorno en donde los accidentes curiosos simplemente pasan, de que no tenemos respuestas tan fáciles para la tragedia y de que debemos avanzar con lo que nos queda, sometidos ahora a un momento de devaneo por parte de meros mortales quienes rompen los lazos del destino, y con ello obtienen la furia descarnada de la muerte… o quizás sea parte de su jolgorio: la muerte en esta película y en todas las demás, es como la de un niño que encuentra curiosa la idea de que una hormiga se salga de su camino para encontrar alternancia, hasta el punto en el que planifica su cruento destino, inevitable perecer bajo un dedazo cuando lo encuentre más eufórico e irónico.
Así, Destino Final se hizo de las suyas durante la década de los dos mil. La primera bien se presentó en un mundo de un cinismo capitalista que se pregonaba como normativo en la rebeldía adolescente todavía fresca de la década pasada pero que vista detrás es muy enternecedora, sobre todo si pensamos que el gran mecanismo del horror en esta ocasión sería un accidente aéreo en un mundo previo al 11 de Septiembre, y eso de inmediato conectó con las audiencias quienes la hicieron un filme exitoso y con ello, la exploración de una franquicia que atendiendo las dinámicas del género simplemente cambiaba los jugadores del tablero y aumentaban los riesgos con un cuidado estético increíble, porque la mayoría de Destino Final en forma, cuenta con muchos efectos prácticos en su gore y explosiones, incluso llegando hasta el ridículo con los términos de las tendencias de la década usando el 3D tal y como lo hicieran otros asesinos de la talla de Jason, Leatherface, Freddy y hasta Bruce que la hacen ver más añeja -y ciertamente la peor de la franquicia- pero con un encanto trash que no la vuelve tediosa.
He platicado mucho con la gente a lo largo de esta semana en la que muchos repasamos la franquicia y siempre encuentro la opinión popular de que son películas “tontas” frente a la idea de que son muertes mega complejas en el entorno natural y sí, parecen tontas… pero no lo son realmente. Esta construcción de tensión sobre que algo tan simple como un ventilador o un cable te pueda matar, mantiene la expectativa de la audiencia a tratar de entender el rude goldberg de la muerte, y con ello a veces se traduce en formas estrafalarias que uno menos esperaría, la tensión se logra porque como la muerte no aparece a cuadro, lo que contagia es su punto de vista en los objetos que milagrosamente se activan con nosotros en testigos mutis… a eso se le suma en sus mejores momentos un score musical punzante de parte de la legendaria Shirley Walker, la nunca reconocida compositora de Batman y Superman en sus series animadas que adopta unos tonos Herrmannezcos y que con su fallecimiento la franquicia perdería un gran eslabón que le costó trabajo encontrar en un compositor de la misma talla que no fuera genérico, y muchas veces las películas si bien juegan en un tono macabro típico del slasher en donde las muertes no tienen tanta importancia como la idea de salvarse el pellejo, ocasionalmente las consecuencias del duelo pesan en los personajes que llegan a ser genuinamente bien construidos: Destino Final 3 () tiene la mejor protagonista de la película con momentos en donde habla de la pérdida con su hermana y allegados quienes no logran entender su proceso y astutamente abandona la idea de presentar un interés romántico al tener un personaje que finalmente se abre al mismo sentimiento que está procesando… y Destino Final 5 () que bien pudo ser el punto final de la serie -y que de hecho lo fue un buen tiempo- presenta personajes que se encuentran en un punto de declive romántico por tratar de obtener metas superando la normativa de un entorno oficinista de mierda, y la creación de un villano a través de un humano, una especie de hijo bastardo de Tom Cruise quien pasa de ser el mejor amigo del protagonista quien ve cómo todo le sale bien, a resentir la tragedia del juego de la muerte, y de pronto entender las reglas de las que quiere sacar provecho, no sin antes dar un trago de humillación a quien consideraba hermano de otra madre, para arrebatarle su aparente felicidad reconstruida.
Destino Final 5 se estrenó hace 14 años, con un cierre increíble que la catapultó al mundo de los finales definitivos del mundo del horror con la siempre sonrisa final proveniente de la muerte pero con una crueldad tan grosera que en las salas de de cine no era ajeno escuchar el asombro de la gente en la revelación y bien pudo ser el final y quizás lo era.
Las películas nunca ganaron en el terreno de lo popular con las audiencias y críticas tachándolas de basura relegada a los botaderos de dvds de centros comerciales o peor aún, pensándolas como películas malintencionadas de sacar billetes fáciles como la saga de Sharknado o amén de cualquiera de un tiburón no proveniente de Universal -aunque si somos estrictos el propio estudio daría rienda suelta a esa barbarización de su propiedad intelectual- y los tiempos cambiaban, con una saga que enfrentaba ahora el pase al mal llamado terror elevado que pregonaban con un mensaje político social que le hacía tener una materia sesuda que al parecer todas las demás películas ignorante no concebían tener y la validación de películas provenientes de una distribuidora que se volvió sinónimo de un mismo aparato visual y temático en A24 activando una trampa de turistas para las audiencias que devoran sus títulos a pesar de lo reiterativos que puedan ser, a veces encontrando de manera curiosa películas que hablan de otros modelos que ya existían como minas de oro, como las de un vaso de agua en un desierto de aridez no temática, sino creativa.
Y aquí entra Destino Final: Lazos de sangre, una película que abraza lo que siempre fue, y lo hace de una forma tan descomunal y divertida… que es como si uno comiera un alimento favorito producido por una rata de alcantarilla, y vuelve a tener la misma edad en la que el horror… el horror podía ser divertido.
Existía un aire de preocupación a la hora de saber de la existencia de Destino Final: Lazos de sangre proveniente de su mismo título, de que esta iba a ser una franquicia que, como la tendencia de las propiedades intelectuales del pasado legendarias, pasarían al gastadísimo recurso de volverse una secuela legado y las bases ahí parecen estar, con el mecanismo principal de la película proveniente de un flashback que nos daría un personaje del pasado que tiene que salvar a su familia ante el regreso de un viejo enemigo, practicamente la historia que Halloween (2018) de David Gordon Green contó y que todas las demás quisieron subirse a ese modelo, como Suspiria (2018) de Luca Guadagnino y en peor medida Candyman (Nia DaCosta, 2021), Jovenes Brujas: el legado (Zoe Lister- Jones, 2020), Negra navidad (Sophia Takal, 2019) y hasta verdaderas bazofias como -irónicamente- la supuesta trilogía de El exorcista que estaba liderada por David Gordon Green, y la última película de La masacre de texas (David Blue García, 2022) que recuperaba el personaje de Sally Hardesty, sólo para que en una escena fuera destripada y no tuviera realmente ninguna conexión con Leatherface más allá de la primera entrega.
Es probable que en medio de las pláticas y construcción de guión esta idea se estableció pensando en un personaje que pudiera volver, quizás lo más probable sería que Clear Rivers (Ali Larter) volvería siendo la única superviviente en aparecer en dos películas que aunque fallece en Destino Final 2 (David R. Ellis, 2003) vamos, nunca ha sido un factor como para que estas películas respeten su propio canon a favor de un gancho nostálgico (Si Laurie Strode lo pudo hacer rompiento tres lineas de tiempo de Michael Myers, por qué no habría de poder cualquier otra). Sin embargo, y aquí entra un juego delirante, Guy Busick y Lori Evans Taylor aprovechan la oportunidad para burlarse de esas pretensiones, demostrando la ineptitud que tienen como resultado de algo que no se hizo claro, pero también para revelar el falso gancho de estas películas desechando esos plane como a la media hora de una forma genuinamente risible y ahora dejando a una familia tratando de entender los mecanismos que una vieja leyenda parecía haber entendido a la perfección pero que desestimaron.
A partir de aquí, el desmoronamiento de la familia nos deja con una dinámica de personajes la verdad entrañables en un rango humorístico que no le achaca puntos a la película. Personajes construidos para claro, ser carne de cañón en su estupidez pero también un símbolo apático de las familias blancas heteronormativas quienes ven a sus primos de otros rasgos étnicos como pobres criaturas incomprendidas y desdeñadas tanto por su abandono familiar como sus exigencias dentro de una clase social que no comparten ellos, y es quizás eso lo que haga más sustanciosa la idea de volvernos cómplices de la muerte y ver cómo son desmoronados en formas bastante creativas y bastante elevadas considerando lo estéril que es el mundo del gore de estudio.
Quizás el personaje más entretenido se encuentre en el idiota de Erik (Richard Harmon), un sujeto que con su apariencia emo patineto, parece que es un Bam Margera de Jackass que se perdió en el espacio tiempo y quien realmente todo lo que hace posee un grado de imbecibilidad insuperable: existe un momento en la película en la que trata de ser solemne como sólo él puede serlo rindiendo tributo a uno de sus familaires caídos con una secuencia montaje de él tatuándose la cosa más fea del mundo para que terminemos riendo, y que eso sólo sea la cereza del pastel de una secuencia en la que su muerte alcanza momentos inverosímiles que lo dejan agonizando. Erik se la pasa siendo un bufón porque cree estar libre de la maldición de su familia y por ello termina arrastrando a esta bajo promesas de entender el juego… cuando apenas y logra entender que beber juguitos de cartón en la calle no te hace ver cool.
Pero en definitiva, el momento más serio ocurre con lo que la propia película desestimo en un primer nivel. El flashback nos da pistas de la relación que ocurriría con William Bludworth, el personaje más representativo de toda la franquicia: una especie de mascota similar a las de las revistas de E. C. Comics como lo fuera El cuidador de la cripta, un forense que entendía el juego macabro de la muerte y que servía como una especie de guía para los superviviente a la vez que hacía estrafalarias labores como forense a extrañas horas laborales, interpretado por la leyenda del horror Tony Todd… pero la realidad es que a la hora de aparecer aquí, Bludworth no es el mismo de antes, siquiera y es capaz de ponerse en pie. La realidad le terminó ganando a Destino Final como franquicia con Tony Todd padeciendo en secreto de un cáncer de estómago que para la llegada de filmar esta entrega, se encontraba en un estado por demás avanzado; es lo notas con la cadencia corporal, su flacura que exalta más su sonrisa de villano y unos ojos profundos cadavéricos, y lo que hace la película en medio de tanta carnicería estrafalaria, es darle una oportunidad genuina de Todd de presentarse por última vez como personaje y como actor. Todd que nunca tuvo realmente la oportunidad del sistema de presentarse como lo que siempre fue, un gran actor comprometido pero nunca tomado en serio, abraza con cariño uno de sus papeles más emblemáticos y suelta unas últimas palabras de consuelo: de que sí, la muerte es un mierda, pero quizás antes de pensar ganarle no estaría de más tratar de encontrar aprecio en los pequeños momentos de felicidad que la vida nos puede dar… es un momento muy rememorable a La mujer del tronco de Twin Peaks que en su tercera temporada aplica de nuevo su encriptada solución al misterio, pero que también es Catherin Coulson temiendo por sus últimos minutos aceptando la realidad: de que va a morir.
Es un momento honestamente precioso y claro que es algo de reflexión que… ocurre curiosamente en la mejor muerte de la película para pasar por una carnicería delirante porque, pues a pesar de su complejidad temática, la película no se deja devorar por la importancia de lo que representa y sigue con su mecanismo de entretenimiento porque sabe que puede apostar a las dos cosas. Quizás el único detalle que encuentro negativo en toda la película es su extraño aspecto visual, no inspira mucha confianza ver que la iluminación saturada de toda la película parezca que es igual que la del logo de Warner Bros y eso en serio limita incluso el poder de sus efectos especiales que de nuevo son un compromiso entre lo digital y lo corpóreo, pero quizás es una realidad que se ha presentado en un mundo de procesos digitales fílmicos que tienden a afear as las películas como si vivieran en un mundo con 3 soles que impactan por todos lados y apelmazan el aspecto visual… pero no es un total detrimento.
La gente podría tachar a Destino Final como una franquicia estúpida, pero la realidad es que el corazón de la gente involucrada siempre estuvo en el mejor de los lugares, y hasta en cierta medida vive en esta anormalidad temporal: es la sexta entrega que llega demasiado tarde, y sin embargo no se siente como que la lejanía le afectara tanto, llegó en el mejor de los instantes para dar palabras de apoyo a quién las necesitara. Así eran las películas de horror de esas que veías en pijamadas con tus amigos o en el cine muchachos, eso es algo que el tiempo quiso olvidar pero no pudo: eso es Destino Final.