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jueves, mayo 8, 2025

(Crítica) Misión imposible: Sentencia mortal – parte 1 (2023).

En la -supuesta- penúltima entrega de Misión imposible, Ethan Hunt ya no sólo se enfrenta a la inevitabilidad del tiempo, sino también a la suplantación de inteligencias artificiales sobre nuestro mundo, un mensaje tan cercano y amenazador para el personaje como para el propio Tom Cruise.

La última vez que las audiencias estuvieron al lado de Ethan Hunt fue ya en el lejano 2018 gracias a  Misión Imposible: Consecuencias, con este como de costumbre sortéandose la vida en variopintas escenas de riesgo, pero con el beneficio de contar con quizás la magna secuencia de acción de toda la franquicia que se haya planteado, con una persecusión por los glaciares del Himalaya a través de frágiles helicópteros. Consecuencias se presentaba como un despunte de parte de Cruise y Christopher McQuarrie, los cuales han logrado tener una dinámica de empatía que normalmente no se le solía asociar a Cruise en su carrera (quizás siendo lo más cercano serían sus participaciones al lado de Steven Spielberg a principios del nuevo milenio). Con McQuarrie, Cruise encontró su guionista para diversos proyectos estelarizados por él y finalmente este tomaría las riendas de Misión: Imposible para ofrecer una visión finalmente sólida de un autor en una franquicia que normalmente se asocia a una libertad del tema considerando que cada entrega tenía un director y planteamiento diferente que la hacía tan atractiva.

Pero finalmente con McQuarrie se escala en la construcción mitológica de Misión: Imposible sorteando una especie de serialización que además, se presta a las reflexiones autorales de parte de Cruise. No dirige y no escribe, pero Cruise es tan director como McQuarrie o cualquiera de los anteriores encabezados en la franquicia, porque sus decisiones en torno a la producción giran en la construcción de las escenas de acción y en donde uno inevitablemente le va a poder dar una lectura sobre el actor y su entorno, del cómo de manera ególatra -y cierta- se ve como la última estrella de acción y del cómo su reflexión de ver al cine como un acto circense, le ha cobrado credibilidad como ser humano pero sí, una entrega absoluta de parte de las audiencias que por morbo, tenemos la sensación de que quizás esta última acrobacia que hace Hunt/Cruise quizás no salga bien, de que termine lastimado, y de tal forma verse vulnerable… humano podría decirse.

Estas presunciones de nuestra relación con Cruise siendo el último de los Mohicanos no es sacada de la manga, tan sólo habría que plantear lo que signifique que su secuela de Top Gun (Tony Scott, 1985) no sólo confirmó esto a través de radicales escenas de jets sobrevolando cordilleras -un patrón previamente expuesto por Consecuencias– sino que Cruise en estas oportunidades, se da espacio a como circense, reflejar el paso del tiempo sobre su cuerpo.

Esta “vulnerabilidad” es algo que repite en la primera entrega de Sentencia mortal, que se encuentra medio atorada en un verano de constantes fracasos con la notoria desconexión de las audiencias frente al cine de verano y sus habituales propuestas, y en donde por desgracia la nueva entrega de Misión imposible también ha tenidp un desennlace complicado entre las bajas de taquilla que no recuperan costos de producción, pero que bien valdría la pena repasar cuando uno no esté en el cometido de revisar a la muñeca más famosa del mundo o al padre de la bomba atómica.

Cruise/Hunt han demostrado ser capaces de acrobacias, de rematar un código de honor entre espías que defienden la vida inocente a costa de la carnicería de otros aproximados, y como el último payaso permanente en la carpa de circo, siendo este último un factor determinante para una lectura metatextual dentro de la nueva Misión: Imposible – Sentencia Mortal Parte 1, porque McQuarrie y Erik Jendressen postulan como nuevo enemigo de nuestros héroes de entre todas las cosas, a una inteligencia artificial. Este propuesto enemigo herencia de aquel Hal 9000 de Odisea en el Espacio (1968) de Stanley Kubrick en los años venideros de la tercera entrega podrían parecer sacados de un enmarañado argumento sacado de las notas pulp tan alejadas de un condicionante de advertencia… pero resulta innegable esta asociación del mundo real y lo que Cruise y su equipo siguen validando como esencial en el cine Blockbuster.

En una realidad en donde Hollywood sufre su mayor huelga en lo que tiene de vida y en donde cláusulas de contrato para actores y guionistas involucran el uso de tecnologías de inteligencia artificial que pueden suplir textos y llamados a escenas, acentuados por la insistencia de cierta compañía de un ratón que constantemente ha usado reconstrucciones de rostros de íconos fallecidos o dentro de los rasgos imperdonables de la vejez… que Tom Cruise a través de su personaje más querido desafíe un concepto semidivino en cuestiones de ilimitable poder pero carente de alma humana, omnipresente y capaz de arreglar problemas en segundos que para él son en cuestión de días o años, pues resulta igual de revolucionario aplicado en un sentido de la vida real, en donde la preocupación acaba de explotarle en la cara a los más altos mandatarios del entretenimiento.

Esto en un sentido argumental también ofrece una dinámica de ciertamente “imposible” para el equipo de Hunt, acostumbrado al uso de comunicaciones o de alteraciones dentro de la realidad captada por cámaras de seguridad para lograr sus cometidos, el enfrentamiento a un ojo de constante sonido furioso que además, cuenta con secuaces que han entregado su alma al demonio, como Paris (Pom Klementieff) un personaje que atiende a estas alusiones sádicas dentro de los elementos clásicos del otrora gran espía del cine y el gran enfrentamiento físico y mental con Gabriel (Essai Hernández), siendo cool y suave, de mismo intelecto y capacidad de control en atender una problemática a la de Hunt pero atendiendo a los intereses de esta súper computadora a un nivel de contacto demasiado estrecho e intimista, en donde literal se vuelve una especie de confidente a través de un casco en donde duerme en medio de algoritmos de ecos vacíos perturbadores.

De hecho, esta relación resalta una cosa de deterioro en toda la franquicia hasta este punto.

Se puede deducir una lectura de timidez sobre Cruise. Esto no va a ser en el interés físico para la preservación de una escena de acción, pero sí en el planteamiento físico/sexual que Hunt parece haber sido desposeido conforme pasa el tiempo. Es increíble pensar que la última vez en la que vimos una escena de intimidad y foguez sexual fuera hace ya casi 20 años en la tercera entrega por parte de J. J. Abrams y en donde ahora la iniciativa corporal dentro de los mandatos del actor, continuan en un juego de enganches románticos no tan alejados a los habituales dentro de las películas románticas de nuestra pubertad, algo que realmente me deja pensando como normativo por parte de Cruise desde Maverick y sus escenas de sexo alejadas del erotismo emulando al video musical de Tony Scott y más, como una fantasía sacada de un valz de quinceañera.

Esto es irregular, porque la química que presenta en el nuevo personaje de Grace (Haley Atwell) atiende a esta emulación y homenaje -curiosamente el segundo dentro de la franquicia- de Hitchcock en Notorious (1946) y en Para atrapar a un ladrón (1955) en donde Grace e Ethan tienen un mecanismo de seducción y adelanto de pasos uno al otro con tal de obtener el McGuffin del filme -en este caso la llave de la película del ’46- que se presta a una comicidad natural y enternecedora… el problema prevalece en la escritura de Grace dentro del mundo de las relaciones femeninas de Misión: Imposible y sus constantes desperdicios de propuestas potenciales.

Esto por supuesto que refiere al personaje de Ilsa (Rebbeca Fergusson), quien ha pasado de ser una agente de misma capacidad física a la de Hunt, una perfecta asesina que pasa a su bando y ocasionalmente es de ayuda teniendo una estrecha relación de deseo uno al otro que además atiende a una concepción bastante curiosa de culminación de fantasía por parte de Hunt al tener una mujer que le es igual en campaña sin tener que ocultar su vida real entre la privada y que esta, tenga rasgos físicos similares a los de su ex esposa… para terminar por dejarla arrumbada en lapsos de completa desconexión con el equipo, y finalmente deshacerse de ella sin ceremonia, que para prisas del argumento resultan ofensivas. Se utiliza de nuevo el proto femenino de la mujer caída para de nuevo mostrar una faceta de Hunt deshauciado y vulnerable a la idea de perder su equipo -que constantemente pasa con las mujeres- pero, que la prisa por salvar al mundo deja que no exista un momento de despedida prefiriendo suplantar la vacante por un nuevo miembro al que de manera hilarante se le promete estar a salvo cuando acaba de ver cómo el miembro más apto ha terminado en fauces enemigas.

Eso sí, la filosofía de paisajismo turístico de respeto a los extras y con un montaje conectivo y nada discordante de McQuarrie que ofrece como autor sigue siendo la principal carta motivadora para ver estas películas y en donde las secuencias de acción pasan a tener un abanico de vehículos y dinámicas si bien no superiores a las de la anterior entrega, formidables en comparación con la habitual competencia en taquila que depende tanto del registro notorio de la computadora superando la verosimilitud de la escena. Misión: Imposible -Sentencia mortal es la más ambiciosa de todas las Misiones: Imposibles hasta ahora, prometiendo algo nunca logrado en la carrera del actor: emular los antiguos seriales emocionantes de la guerra fría para niños:

¿Lograra el espía de los rostros cambiantes y planes excentricos que lo revelan más como un hombre bala que como un tipo de traje y poker derrotar al Deus ex Machina y de paso salvar a la industria del cine? Los números de esta entrega no parecen ser prometedores para asegurar lo segundo, pero de lo primero, no se pierda el siguiente episodio en este, su canal favorito.

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