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martes, mayo 13, 2025

Crítica: Pobres criaturas (2023)

La más reciente película de Yorgos Lantimos es una película repleta de pastelazos y sátira que con frecuencia tropieza a la hora de adaptar la novela de Alasdair Gray.

La popularidad de Yorgos Lanthimos dentro de la periferia cinéfila actual es una que merece resaltarse, porque Lanthimos al igual que muchos de su camada, llevaban una serie de proyectos con bocanadas de aire fresco dentro de los circuitos de festivales o de la independencia de estudio, que finalmente terminaron por reprochar para hacer lo que tampoco ya casi no se suele ver: volverse enfant terrible del mismo sistema que en otras circunstancias no les hubiese dado la oportunidad ni escala como la que tienen ahora.

No parece muy serio exponer esta aceptación de los estudios que cumplen sus caprichos como algo per se negativo porque básicamente es una función circular dentro de la historia de Hollywood y que a decir verdad, ha ofrecido más propuestas positivas a negativas que se puedan recordar… lo que sí es cierto y digno de debatir, es si dichas expansiones terminan por diferir o minimizar la validez autoral de dichos cineastas que no logran adaptarse las imposiciones de estudio y presupuestos.

En el caso de Lanthimos su llegada a Hollywood se advertía a partir de sus proyectos dentro de A24 -que dice ser de calaña independiente pero es un estudio y distribuidor astuto por haber adoptado la simulación y estética de lo independiente como lo que engloba su marca y proyectos- para terminar por pasar a… de todas las cosas a Disney. No precisamente dentro de las producciones animadas o del castillo para toda la familia, pero sí en su división corporativa schrödingeriana que es el cadáver de 20th Century Fox y su ramificación exitosa por allá de los dos mil de películas y otros autores independientes o de presupuestos cortos que al día de hoy incluso podemos seguir viendo diversificando sus voces.

Y si antes ya había presentado una película de cortesanos fársica y violenta -una especie de antítesis de Barry Lyndon (1975) de Kubrick– con relativo éxito, es ahora Lanthimos quien ofrece su proyecto más descomunal al intentar adaptar una de esas cosas imposibles.

Y hay que mencionarlo de inmediato,  el que Pobres Criaturas es una adaptación bastante obtusa. El guión que corre enteramente a cargo de Robert McNamara -quien se ha vuelto un colaborador habitual de Lanthimos- tiene la complicada labor de adaptar la novela original del mismo nombre de Alasdair Gray, la cual tiene una estructura bastante curiosa; en la novela Gray funge como una especie de documentalista al cual llega a sus manos el material que un tal Archibal McCandless escribió acerca de Bella Baxter, su origen como un experimento científico que la deja con una mentalidad jovial y sin tapujos a la hora de explorar su gozo que le enamoran de forma irreparable, su “rapto” a manos de Duncan Wedderburn, y el registro de sus viajes a través de cartas que este recibía de su prometida… sólo para que esta narrativa termine derrumbada a través de la denuncia de la propia Baxter ahora llamada Victoria McCandless quien rechaza su historia de origen y apunta a que esta fascinación de lo fantástico que construyó el patético de su esposo es por mera envidia, incapaz de tener una historia igual de interesante que la de ella y celoso de la relación de esta frente al científico que tacha de darle vida.

A partir de esta revelación lo que queda a labor es tratar de discernir cuál relato es el correcto, y en donde los documentos que Gray presenta no hacen fácil aceptar una posición determinante, si en el factor de la fantasía y viendo a Bella como otra variante del moderno Prometeo o si fue una mujer empoderada que se enfrenta al manchón de su legado que le involucran patrañas irreales para demeritar su propia existencia. Pobres Criaturas en nivel literario termina siendo un camino muy divertido e inusual que fácilmente pudo haber sido adaptado a nivel fílmico sobre todo si consideramos que obras como Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) o Una Vida Extraordinaria (Ang Lee, 2012) son clásicos -a su vez adaptaciones de otras obras imposibles de filmar- que dejan esta labor a conciencia de la audiencia.

McNamara en vez de eso, opta por delimitar las posibilidades de Pobres Criaturas en la pantalla grande, y que a su vez adopta el propio Lanthimos. Entre que trasladan la historia a Inglaterra lejos de la original Glasgow que sirve como espacio a la novela -y que al parecer era de sumo interés de Gray que se respetara esto antes de fallecer- omitiendo varios aspectos críticos y políticos de la relación de Escocia con Inglaterra irónicamente atendiendo al segundo, la ambigüedad queda ofuscada por el camino lineal de la narrativa fantástica, y con ello también ocurre un problema directo de la simplificación, porque los razonamientos y encuentros de Bella en su odisea nunca son muy claros.

Bella/Victoria en la novela realmente comienza a adquirir un menester frente a los derechos reproductivos de mujeres en condiciones peores a la suya incluso rechazando sus bienes materiales en pro de ayudar a las necesitadas, y este elemento incluso traspasa la ambigüedad entre las dos narrativas volviéndose un punto central. Pobres Criaturas en el término fílmico más bien termina por hacer una especie de sátira que remarca constantemente la incapacidad de volverse un cambio, adopta un pesimismo en donde Bella a pesar de adquirir consciencia y de tratar de adaptar el mundo frente a su sapiencia o el que adquiera espíritu rebelde, nunca termina por generar dicho cambio, ni en el sentido de ayudar a los pobres, ni a las mujeres, ni la libertad sexual de sus compatriotas prostitutas y mucho menos en el final de las cosas cuando deja de adquirir esto para pasar al estatus quo heredado… eso sí, apoyado de un estímulo visual dentro de una época victoriana a la que se le expande un ambiente steampunk que honestamente tampoco aporta un valor integrado a la película más allá de un decoro (es más, el valor de ambientarla en Londres retrofuturista sin exploración a sus respectivos temas ciertamente hace a uno el preguntarse la necedad de no plantearla en su lugar original).

Pobres Criaturas en términos adaptativos no tiene mucha fortuna… pero tampoco es que sea un total desperdicio. Si algo posee Lanthimos en su más reciente esfuerzo, es que tiene un gran tino de la comedia, es muy probable que esa haya sido la base de su interés al adaptar la novela. Detalles como el escapario fantástico kitsch de Shona Heath y James Price rememoran a la escala épica de plasticidad extrema de Derek Jarman -independiente y en colaboraciones con Ken Russell– y es muy curioso que sea un producto tan recargado en su producción y a su vez presente una torpeza enclaustrada a través de la fotografía de Robbie Ryan, con lentes como los llamados “ojos de pescado” que formulan una apariencia incómoda y vertiginosa, de imposibles espacios en donde imposibles psiques ofrecen su mirada.

 

También es de celebrarse el trabajo de Jerskin Fendrix en el score que forma un experimento rechazando los códigos tradicionales del leit motiv, a su vez generando música sacada de la mente de un chimpancé bebé de laboratorio o efectivamente, de un Frankenstein: una serie de sonidos que se hilan de forma curiosa a veces sin una base rítmica fácil de apreciar… pero que a la vez que Bella continua construyendo su personalidad a través de su agudeza, la música de Fendrix comienza a naturalizarse hasta llegar a un tema final en donde al igual que su protagonista existe armonía victoriosa.

Pero esta construcción de humor grotesco y que camina en el balance de lo “fínamente estúpido”, funciona en mayor parte al esfuerzo interpretativo. Emma Stone y Mark Ruffalo ofrecen un espectro de interpretación bastante inusual dentro de los confines del Hollywood moderno; más allá de la exploración de sus cuerpos en escenas de un contenido gráfico -que ya ha desmayado e incomodado a más de uno de forma irónica- lo que termina vendiendo la idea de sus personajes es el compromiso del ridículo que ofrece cada uno. Stone construye un personaje de verdad curioso que en sus primeros minutos posee el mismo desequilibrio emocional y físico cual infante… pero de alguna forma logra que esto se ejerze sin sonar demasiado excesivo al punto de no creerlo.

Es con la llegada exploración sexual de Bella que la mutación de Emma Stone en lo interpretativo va ahora siendo una especie de robot expresivo con fugas de emoción y que, en contraparte con Duncan Wedderburn es lo mejor de todo el filme. Wedderburn es muestra de la habilidad de Ruffalo de entender ese rídiculo que ha ejercido su compañera, pero expuesto no desde la inocencia ni la exploración, sino de una caricatura encarnada de un idiota que piensa tener el control del juego en todo momento, sólo para ver cómo este se le cae de las manos y entender en su banalidad que su aura de libertinaje y gozo, no es el mismo que ejerce su objeto de deseo, es uno que al sentirse dominado comienza a expandirse más y más y Ruffalo va haciendo una expansión corporal grotesca, perdiendo el encanto seductor para quedar como un panzón oportunista… es como si mezclara al Pato Lucas de los Looney Tunes con Marlon Brando (siendo este último incluso referenciado en una carcajada segura).

Al final de todo, no podría decir que odié Pobres Criaturas, porque encuentro un valor de entretenimiento efectivo en sus esfuerzo y tono humorístico… más bien la encuentro un tanto decepcionante en su potencial comparativo al del material que tratar de anteponer, porque al hacer el ejercicio de traspasarse a otro medio, en realidad es de esas cosas que terminan volviéndose bastante light predicando una revolución en su discurso que, en comparativa a su base resulta no sólo pobretón, sino también confuso y tasajeado.

 

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