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miércoles, enero 22, 2025

CRÍTICA: SONIC 3 (2024)

para no variar en esta trilogía, sonic tiene una prisa para no aburrir a sus audiencias dejando una mediocre carencia emocional…

El mundo de Sonic es muy extraño. Proveniente del mundo de los videojuegos por parte de la empresa SEGA para conseguir una mascota que pudiera contrarrestar la popularidad del Mario Bros de Nintendo -y de paso omitiendo a Alex Kidd y hasta a Garfield como contendientes fracasados- Sonic era un encapsulado de los noventas: era retador, tenía prisa y un entintado de lo radical y cool que imperaban los productos endulcorados que nos metíamos al organismo durante los noventas. En su filosofía del videojuego también era una respuesta a un fenómeno que realmente nadie había tenido como duda: en el mundo de Mario importa mucho la dedicación a los saltos perfectos, de una estrategia instintiva para evitar trampas y a los enemigos, mientras que para Sonic lo importante radica en un frenesí de velocidad impulsiva apoyada por el escenario más que nada como una proyección vistosa que era una carta de declaración para la “tonta” Super Nintendo, incapaz según ellos de alcanzar semejantes rangos de velocidad y colores al dedicarle tiempo al plomero y su mecánica de juego En sí Sonic trataba de hacer sentir viejo a Mario porque Mario carecía de lo cool, de estar sometido a un modelo para toda la familia a pesar de que Sonic no era precisamente vulgar y violento: Este frente de batalla duró una generación de consolas, porque con la llegada de los 64Bits y extrañas decisiones de SEGA no menos arriesgadas y proponentes pero fallidas hicieron que esta se retirara del mercado de las consolas caseras y con ello Nintendo finalmente fue la compañía que se quedaba con el dinero de este mercado , así Sonic bajó un escalón en la posición popular… más nunca del nicho de culto de fanáticos de hueso colorado que le dan su calificativo de extraño.

Los fanáticos de Sonic son como un culto, esperando el momento en donde el erizo pueda entregar un juego de mecánicas decentes adheridas al sentido de velocidad frenética que experimentaron en su infancia, algo que no pasa tan seguido como realmente quisieran ya que Sonic suele poseer una complicación a la hora de traspasar su mundo y juego a la tercera dimensión que no puede mecanizar esas montañas rusas de las generaciones de 16 Bits y por ende, tener constantes pausas torpes en su velocidad o en donde el enemigo número 1 del jugador dejan de ser los robots de Eggman y más una cámara que se siente manipulada por un técnico en estado de ebriedad. Lo sé porque además de jugarlos, he tenido amigos a lo largo de esta vida que tratan de establecer una negociación con la torpeza ejercida de SEGA y sus juegos tratando de convencerse de que no son lo que la gente suele tacharles: una especie de burla del medio, una vieja leyenda atrapada en una gloria inexistente que normalmente es más sostenida por el impecable diseño visual de Sonic por parte de Naoto Oshima y las contribuciones de Yuji Naka e Hirokazu Yasuhara.

Un diseño tan atractivo, que Sonic ha pasado a ser uno de los principales catalizadores dentro de las subculturas de lo furry, con personas estableciendo sus álter egos o avatares a través de los animales del mundo de Sonic -aunque casi siempre optando por los erizos- para establecer dinámicas de relaciones entre otros de sus comunidades. Esto a pesar de que per sé no es malo ni tampoco esta subcultura le hace daño a alguien al tratar de establecer una identidad a través de estas fantasías -al final de cuentas ¿No es algo que todos hacemos en nuestros círculos?- las manchas que han dejado eslabones particularmente infames como Christine Weston Chandler –la creadora de Sonichu y una de las tragedias del la sobre atención desmedida del mundo del internet- han sido lo suficiente como para pensarlos muy de nicho.

Una idea que… no parece estar en lo correcto para sorpresa de todos.

Prueba de esto han sido las películas de Sonic que se han establecido en la taquilla mundial desde hace 4 años y en donde si bien estos fanáticos del personaje atienden esas adaptaciones con entusiasmo, la realidad es que estas comienzan a cosechar un público dictaminado a una dinámica familiar que muchas veces ha quedado rezagado entre las audiencias que asisten a las salas de cine. De un cine que antes ocupaba una taquilla razonable entre sagas de pitufos o ardillas o perros y gatos que hablan, ahí ha encontrado su objetivo Sonic y sus amigos. El fenómeno es curioso, porque las películas de Sonic que no eran las más aceptadas entre su comunidad de fanáticos, ni el público general gracias a que… pues es Sonic… eso y su horrible primer diseño que fue tan infame que terminó por hacer que todos romantizáramos el crunch de los pobres encargados de efectos especiales para cambiar al personaje de forma más amigable, y con ello una advertencia futura del destino de muchas producciones estrenadas en medio de la pandemia del COVID-19 de la que Sonic salió airado, colándose entre las más taquilleras del 2020. Mismo efecto de efervescencia monetaria han tenido las otras dos películas, con la segunda parte desbancando a Ambulancia (2022) de Michael Bay y con la tercera entrega dándole una paliza a un enemigo más acérrimo y temido en forma de Disney al hacer que la precuela de Mufasa de Barry Jenkins tuviera el suficiente tropezón de taquilla como para apenas y recuperar su inversión.

Entonces la pregunta surge ¿Realmente Sonic no es una mala franquicia?

No recordaba nada de Sonic: La película y la segunda era algo de mi desinterés, así que en un día me volví un experto en Sonic y su mundo fílmico y puedo básicamente escribir lo mismo de cualquier entrega: estas son películas que si bien apuntan a un sector infantil del público, son vulgaridades repletas de un humor basado en la cultura popular con una embarrada de Sonic y un menester de utilizar personajes humanos no provenientes de los videojuegos por tener el miedo de expandir ideas extrañas y por ende más caras con puros personajes animados por computadora.

John Fowler quien ha dirigido las tres películas y que tiene de pasado ser animador de la franquicia de Sonic a través de las cinemáticas de la época del PS2 encuentra un unísono conformista en este tipo de humor que constantemente tiene la presión de recomendar o aludir  otros elementos más sustanciosos de la cultura popular, haciendo que las películas de Sonic a pesar de tener un universo bastante extenso a través del videojuego y en el cómic, tengan una carencia enorme de formalidades originales o de defender la propia valía de su lore y del por qué intenta adaptarlo, después de todo la salida más fácil es rememorar propiedades intelectuales de la cultura popular para hacer sentir que Sonic habla desde un escalón muy cercano a la identidad burlesca de algo como Deadpool, de algo que en su referencia parece proyectar una seguridad e inteligencia que en realidad no llega a tener… así pero más bastardizado el asunto.

Y Si bien las primeras dos hacen alusión adaptativa a los primeros dos juegos del personaje con un argumento bastante simplón que les permite darse la oportunidad de demeritarse en ese neceser referente, el mayor pecado ocurre en la tercera parte con el agregado de Shadow, con voz del estoico Keanu Reeves a quien -y no es mentira- trajeron a este proyecto pensando que lo que hizo en su saga de John Wick podría funcionar aquí, pero que no existe siquiera el interés de una dirección que haga destacable a Reeves, quien sí puede ser un buen actor, pero requiere de ese apoyo por parte de los encargados detrás de la cámara, sin esto, la mayoría del tiempo trabaja en un automático apoyado por la imagen que ha construido pero sin nada de chispa.

Shadow en términos potenciales podría ser un motivador de madurez en estas películas, que han pasado de tener amenazas en donde un humor irreverente siempre termina dinamitando una honestidad en el arco de sus personajes y en donde de manera confusa Sonic nunca queda bien definido -sea en poderes de velocidad de los que es capaz de alterar el tiempo espacio con lentitud o ser presa de una red eléctrica tan fácil o de que el personaje no aprenda mucho entrando y saliendo de la película(s)- porque Shadow, su relación con María (Alyla Browne) y su tragedia rayada entre el destino de un ser solitario y un arma perfecta que nadie comprende permitiría a los realizadores lanzar reflexiones para los infantes sobre los traumas y de aprender a dejar ir el pasado cuando nos alimenta una ira que no nos hace bien… y como que medio entiende esos mecanismos en el argumento que proyecta, pero nunca con un espacio o solemnidad lo suficientemente honesta como para que uno pueda decir que Fowler entienda la dinámica del personaje y su importancia.

En vez de eso Shadow queda contrarrestado con constantes chistes de fluidos, la infaltable secuencia de baile con una canción popular de hace 10 años o 2… poco importa si la explotación de esta hace que ya se sientan tan viejas como pan duro, o de personajes dentro del universo fílmico de Sonic que ocupan tramas extendidas de chistes de una calaña similar a lo que se podría decir chistes de Marvel: constantes y dispares.

Quizás el peor asunto en las películas de Sonic radique en que irónicamente son rápidas. Fowler le da miedo de extender ideas ajenas a la efusividad porque de otra manera perdería una audiencia que demanda aceleración y condensado en narrativas porque no tienen tu tiempo. Es increíble que los cabos finales que la película trata de amarrar con tintes lacrimógenos no tengan efecto porque o los dinamita de un humor excesivo del que es mayormente culpable Jim Carrey ahora como un doble Eggman, o no deje tiempo a ver tristeza y aprendizaje en sus personajes que quedan hilarantemente atropellados en un montaje que les evita una redención emocional.

Con ello no estoy pidiendo que Sonic 3 se vuelva una reflexión sobre las pérdidas en los conflictos armados y el uso desmedido de las tecnologías peligrosas -que medio apunta a eso- pero bajar el nivel de velocidad… no le haría daño. Al final de cuentas Sonic en su trilogía es del peor tipo de películas para infantes que se puedan hacer, porque razonan a los niños como máquinas estúpidas que no pueden darse oportunidad a reflexionar y a aprender de películas que sirven más como comerciales de miles de productos desechables, más no con un valor longevo de esas películas que uno veía con tanto cariño y que siendo adulto, tienen un poder artístico innegable Y sí, no soy el perfil que busca este tipo de películas pero… creo que exigir y educar a nuestras audiencias más jóvenes con películas que quizás más valgan la pena no nos haría mal en medio de un maremoto de personas que cada vez deprecian la ida al cine semejante a la idea de una montaña rusa efusiva… o incluso mucho mejor sería prestarles atención a esos predicadores del erizo azul que en proyectos de fanáticos han logrado sacar una mejor casta de su maltratado personaje de videojuegos.

 

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