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jueves, abril 25, 2024

Cuando éramos reyes

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No soy una persona deportista, y como muchos seres humanos intenté este estilo de vida cuando era un niño. Mi aspecto físico era el de un enclenque y eso te daba una capacidad increíble de ser una falla en… pues todo: el fútbol (le tengo fobia al balón), el basquetbol (demasiado chaparro), el tae-kwon-do (romper paredes con el trasero no es una habilidad), el fútbol americano (peso mosca en un deporte que requiere masa), el béisbol (bolas rápidas hacia los genitales) y voleibol (Deus, “el atora balones en el techo” Diez de Sollano); nunca fui el hijo sobresaliente que tuviera medallas y trofeos en su cuarto ni tampoco me sentaba todos los domingos a ver el partido con los patriarcas de la familia porque no era parte de este grupo y como tal, muchas cosas no se logran.

Es cierto que los que hacen deportes tienen popularidad en la escuela, de que tu físico será envidiable, de que los profesores te van a tener más estima y más importante (proveniente de una idealización estúpida), la idea de que en algún punto pudiese tener una novia porrista a la que le prestara mi chamarra deportiva si tuviera frío no iba a pasar.

Pero no por ello odiaba al deporte. Más bien mis primeros acercamientos no fueron a través de partidos de futbol, sino a través de películas y documentales; la gente se enfurecía porque perdía el León, y yo tenía mi corazón palpitando a toda velocidad porque Rocky Balboa recibía una paliza, y está bien, porque eso me hizo comprender la pasión tanto del deportista como el fanático, me hizo apreciar al deporte a tal nivel que me parece lógico considerarlo un arte.

Fue gracias a una de estas películas que tuve el acercamiento a una figura que le tengo respeto absoluto y me parece fascinante, una figura que desgraciadamente acaba de irse: Muhammad Ali.

Cuando éramos reyes es un documental de 1996 dirigido por Leon Gast que narra el desarrollo de “Rumble in the Jungle”, la pelea entre Muhammad Ali y George Foreman acontecida en Zaire, 1974, esta pelea tiene un trasfondo épico.

Previo al evento, Ali era un paria de la sociedad por haber rechazado su deber militar en Vietnam y por ello se le retiró el título además de amenazarlo con llevarlo a prisión. Sin el visto bueno de la gente ni de los promotores, Ali quiso recuperar el título contra un poderoso Joe Frazzier -su eterno némesis- con el que perdió en 1971, pero Ali era terco como pocos y quería otra oportunidad. De manera inesperada George Foreman llegaría y se quedaría con el título moliendo a Joe Frazzier en 1973.

El documental nos muestra la personalidad de los dos peleadores. Foreman era más calmado y a comparación con Ali parecía un monje budista, haciendo caso omiso de sus burlas hasta el día de la pelea.

Él está seguro de que Ali se va a comer sus palabras a través de sus poderosos puños.
Él está seguro de que Ali se va a comer sus palabras a través de sus poderosos puños.

Por otra parte, Ali se presenta como un campeón del pueblo; ruidoso, ególatra, gracioso, pero dedicado a su entrenamiento y a la espera de mostrarle a todo mundo que vale lo que presume ser, deja a todos boquiabiertos en el momento decisivo porque no es un bufón, tiene la pelea controlada al analizar a su oponente.

Y es tal su carisma que siempre lo reciben con el himno de: Ali bumaye.
Y es tal su carisma que siempre lo reciben con el himno de: Ali bumaye.

Seguimos a este par y su entrenamiento por África y esto es decisivo porque no sólo se dedica a narrar el evento, sino un poco del trasfondo de este. La decisión de hacerlo en un continente que no fuera América fue por maquinaciones de Don King y podría debatirse que fue por el dinero, pero esto poco le importó a la gente que veía en Ali a un héroe que se puso de frente a su gobierno y dijo “no”, además de ser un afro americano que sintió empatía por ellos. El hecho de haber rechazado matar gente lo convirtió paradójicamente en un héroe ubicado en una nación extranjera.

Los documentales tienen la finalidad de volverse un archivo histórico, una visión de un acontecimiento, pero yo creo que los documentales que no olvidas traspasan esa barrera y se sienten casi como una obra de ficción, porque aún a sabiendas de tu conocimiento histórico, sorprenden. Podemos sentir emoción por la antelación del evento y comprendemos la razón de Ali por demostrar que él va a ser campeón aun cuando nadie acepta la verdad, y cuando llega la pelea final… es muy probable que te llegue el sentimiento.

Leon Gast captura estas emociones en su documental porque sirve de testigo y nunca hace alguna pregunta, sigue a todas partes a los pugilistas y a los que crearon el evento, tiene incluso las agallas de seguir a Mobutu Seke Seko, el infame dictador del lugar quien ve a la pelea como un promocional para su gobierno e imagen. Los comentaristas del material son expertos en el mundo del boxeo quienes le dan una lógica catedrática y de curiosidad en sus colaboraciones.

Gast también es un campeón en el mundo del cine porque “Cuando éramos reyes” no debió existir: el material estaba listo después de la pelea pero tardó 22 años en editarse porque este se perdió y hubo problemas con los productores que no lo querían mostrar al público. El saber su historia y del cómo luchó para que su película saliera es igual de inspiradora que la que se presentó en el ring.

Aunque, debo decir que la inclusión del festival musical con estrellas afroamericanas le resta algo de impacto a lo que debería de ser un documental sobre dos personas a punto de molerse a golpes. Se siente como otro documental y de hecho lo fue.
Aunque, debo decir que la inclusión del festival musical con estrellas afroamericanas le resta algo de impacto a lo que debería de ser un documental sobre dos personas a punto de molerse a golpes. Se siente como otro documental y de hecho lo fue.

No saben lo que significo ser un niño y ver esto. En ese momento aprecié al “bocón” que aparecía, quien también podía transformarse en un filósofo y una persona humilde. Pero algo me impactó en la mentalidad de Muhammad Ali: su forma de ser era porque tenía miedo, para él su desahogo personal se basaba en comentar de manera efusiva, porque no quería aceptar que en efecto no sabía qué es lo que le iba a pasar; y aún con todo ese peso emocional logró sus metas. Quizás haya estado en lo incorrecto todos estos años pero al pensarlo así en mi juventud, me hizo pensar en él como en un héroe, como en uno del cual yo sabía su secreto y me serviría de inspiración.

Su presencia casi mesiánica aún a sabiendas de sus fallas como ser humano lo hacía una de las figuras del deporte más queridas de la historia y creo que eso es lo que más nos pesa estos días, casi no hay tipos como estos. Lo último que me queda decir es lo que siempre pienso: Los ganadores son para siempre.

 

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