- Publicidad -
martes, abril 23, 2024

¿Delito o pecado?

En un artículo aparecido en este mismo medio el año pasado (“!Juárez, despierta, se han vuelto locos!”) sostuve la opinión de que la religiosidad de un pueblo y su nivel moral no parecen correlacionar.  Como una débil prueba cité estadísticas de qué tan religioso es un país y qué tan alta es la percepción de corrupción del mismo.  En aquel momento no pretendía dar una explicación del porqué, solo es algo que desde hace tiempo me ha parecido evidente, aun sin pruebas contundentes, si es que las hay.

Hace apenas unas semanas escuché en la radio a un hombre -de quien no alcancé a retener el nombre, pero por el acento pienso que era español-, explicar el cambio que se ha dado en la iglesia católica en torno al problema de la pederastia bajo el Papa Francisco.  Según el entrevistado la pederastia pasó de ser un pecado a ser reconocido y tratado, como un delito por la iglesia, y eso es lo que está causando este cambio que me parece que alcanzamos a percibir aún los que no somos fieles.

La idea es interesante e intrigante a la vez.  No soy católico, pero fui educado como tal y recuerdo, creo que bastante bien, las enseñanzas en torno al pecado y la confesión.  Un pecado se borra por la vía de la confesión, hay que hacer el acto de contrición y cumplir con la penitencia.  Lo más importante es arrepentirse y hacerlo sinceramente. Decía un conocido algo así como “vaciar la mochila” refiriéndose a vaciar… ¿la conciencia? de todo pecado y salir renovado del acto. Pero la ocasión se puede volver a presentar, la tentación es algo complicado y asociado a las fuerzas del mal, y un pecador puede volver a reincidir y reiniciar el proceso.  No recuerdo en este esquema que hubiera algún precepto que hablara de resarcir el posible daño, pero eso puede ser solo ignorancia mía.  En todo caso las religiones no necesariamente contemplan la parte material o social de estos temas, esto también lo dije en la nota citada.

En el caso del delito, la falta puede o no quedar en la conciencia, pero es algo muy concreto en contra de la sociedad.  No basta el arrepentimiento, hay que pagar por la falta, con multas, cárcel o tal vez algunas otras formas, y la reincidencia es vista como agravante.

Todo lo anterior puede ser muy claro y obvio en el caso de la pederastia (y según parece ahora también del abuso sexual contra las monjas) en el seno de la iglesia, pero ¿qué tal si ampliamos un poco el contexto, salimos del ámbito del clero y pasamos a la sociedad civil?  Lo que me intrigó del cambio que, según el entrevistado radiofónico, está sucediendo en la iglesia es que podría tal vez aplicarse a delitos de otro orden y cometidos por seglares.  Pongamos por caso, solo como ejemplo, un funcionario católico, que comete un acto de corrupción, lo confiesa en el seno de su iglesia, hace su acto de contrición y en principio, si está arrepentido, el pecado se borra, el hombre está en gracia y, según decía mi maestra de catecismo, si lo atropella un auto saliendo de la iglesia se iría al cielo sin complicaciones.  Si no lo atropella el auto, se queda con el fruto de la corrupción a menos de que lo que fue pecado también sea detectado y juzgado como delito por la sociedad civil, con todas las fallas que ese sistema tiene y que conocemos de sobra. También queda la posibilidad de que reincida y el ciclo se repita.

Supongo que a más de uno le parecerá que mi escenario es poco probable y hasta ofensivo, pero podría perfectamente ser una posible explicación lógica de la falta de correlación entre religiosidad y moral, digamos civil, en un pueblo.

Como epílogo a esta reflexión solo quisiera añadir, en tono muy personal, que para los que no tenemos esta opción de la confesión las cosas no son más fáciles cómo a veces se piensa, más bien es todo lo contrario.  Si yo cometo el equivalente de un pecado en mi propio sistema moral no hay forma de borrarlo, por más que me arrepienta, el remordimiento queda para siempre, no tengo un confesor a quien contárselo, y a veces, aún resarciendo la falta, la mochila queda cargada y así la tendré que llevar de ahora en adelante.  Sería largo y engorroso discutir qué sistema produce una sociedad más moral o mejor, pero por lo pronto me quedo como estoy.

 

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO