La intolerancia con la que reaccionó ante las críticas por su ausencia en la ceremonia fúnebre del matrimonio de la gobernadora Martha Erika Alonso y el senador Rafael Moreno Valle, denotan los estilos de gobernar que al parecer caracterizarán el gobierno de Andrés Manuel: la confrontación antes que el diálogo. La imposición sin importar los costos. La rentabilidad política por encima del interés del Estado.
Ese fue el tono en la cancelación del aeropuerto en Texcoco. Organizó una consulta a modo para imponer su decisión, desdeñando las opiniones técnicas y los costos financieros mucho más altos que conservarlo. Y a quienes lo contravinieron los acusó de fifís y corruptos.
Pero su conducta ya en el gobierno deja también mucho que desear. Todos los grandes programas de obra que ha anunciado carecen de licitación, proyecto ejecutivo, planeación, permisos, impactos ambientales, consultas a propietarios y vecinos de la tierra donde se instalarán, objetivos claros, recuperación de la inversión, entre otros aspectos esenciales.
Es el caso de las refinerías, el Tren Maya, el aeropuerto en Santa Lucía y el Corredor Transístmico, entre otros.
Uno espera que un gobierno que promete respetar la ley haga las cosas de acuerdo a la legalidad, las transparente y solicite todos los permisos que se requieren, cosa que no está aconteciendo.
Además, algunas decisiones, como la reducción del IVA y el incremento al doble del salario mínimo en la frontera norte, no responden a las prioridades del país sino que se impulsan en razón del interés geopolítico de Estados Unidos.
De esta manera, tanto con los proyectos enlistados como las medidas que se están impulsando para combatir la inseguridad, con la profundización de la militarización del país a través de la Guardia Nacional, Andrés Manuel le está sirviendo a la política de Trump, como bien señala el especialista Carlos Fazio (La Jornada, 20/12/2018).
El mismo tenor se observa en el programa de becas para los jóvenes. Les guste o no a sus promotores hay un tufo de clientelismo en la manera en cómo se está planteando. La beca mensual que se otorgará será mayor que el salario mínimo de un trabajador, lo que generará inequidad y desigualdad que tanto presume combatirá el Presidente de la República.
No hay valoración de impacto presupuestal ni tampoco una política pública bien definida de cuáles son los objetivos y cómo estas acciones beneficiarán el desarrollo profesional y académico de los becarios, ni mucho menos cuáles serán los beneficios para el colectivo social de la inversión de estos miles de millones de pesos del erario.
En el PRD compartimos que el país es muy desigual y que hay mucha pobreza, pero consideramos que estos graves problemas no se resolverán con subsidios, sino con proyectos productivos.
La cuestión es que mientras no se resuelvan las causas, no habrá dinero que alcance para lograr la equidad, de acuerdo con lo que desde hace muchos años plantean los especialistas en materia de política social.
Sin embargo, a pesar de los tropiezos y de las críticas, Andrés Manuel no parece entender. Sigue comportándose como si anduviera en campaña. Así como calificó a sus adversarios electorales de pertenecer a la mafia en el poder, fifís, conservadores, entre otros, llama a los críticos de su gobierno neofacistas o expresa que son tiempos de canallas.
Frente a la alternativa de explicar con claridad hacia dónde va su administración, no caer en la provocación y dejar atrás la campaña para ponerse a gobernar sin distingo de partidos o ideologías; se ha dedicado a la fomentar la polarización del país.
Andrés Manuel ganó con una gran legitimidad, no debería desperdiciarla con actitudes que rayan en el odio, la intolerancia y la soberbia. Por el contrario, debe utilizar la confianza que los electores le otorgaron para ensanchar las vías democráticas y la participación ciudadana con seriedad y responsabilidad. Es hora de comportarse como Jefe de Estado y Presidente de todos los mexicanos.
