No puedo evitar hacer referencia a la andanada de ataques que desde hace semanas han recibido algunos colegas académicos e investigadores, provocada por el intento de procesarlos penalmente con base en presuntos desvíos, malversaciones, lavado de dinero y delincuencia organizada. El CONACYT de la 4T, por medio de la Fiscalía General de la República y con el acompañamiento expreso de la Presidencia de la República, se ha envuelto en un pleito absurdo con los integrantes del Foro Científico y Tecnológico, asociación civil creada por mandato de la ley en la materia en 2002, durante la administración de Vicente Fox y la dirección general del ingeniero Jaime Parada Ávila. Se trataba de “un espacio que albergará las opiniones de la comunidad científica, académica, tecnológica y el sector productivo y que participará en los órganos representativos del sistema como un ente autónomo” (https://bit.ly/3uoqvDa). El Foro buscó abrir a la comunidad científica los espacios de toma de decisiones en esta materia, que es clave para garantizar un desarrollo armónico y soberano de cualquier país.
La vocación para la generación e innovación del conocimiento es una atribución personal que se vincula al amor por los demás. Nadie se dedica a esta actividad con motivaciones netamente egoístas. Tal vez sí un poco vanidosas —no hay innovación sin reconocimiento—, pero no me cabe duda de que mis colegas de la academia científica son esencialmente generosos y solidarios. Nadie se dedica a la ciencia para hacer dinero —esto lo comparto siempre con mis alumnos—; la fortuna material se hace en otra parte: en la empresa privada o en la función pública —cuando ésta se ejerce con poca ética y mucha ambición.
Ser científico en México es siempre frustrante, por la incapacidad de nuestros líderes públicos y privados para comprender el valor de la investigación. Es por esto por lo que el financiamiento es tan escaso, pero tan vigilado y auditado. Hay más prejuicios que conocimiento sobre nuestra función y actividad, y por ello debemos rendir cuentas trimestrales, semestrales o anuales de los pocos centavos que se nos acuerdan como apoyo a los proyectos, que son dictaminados rigurosamente en doble ciego por pares académicos. Ni siquiera los proyectos tecnológicos reciben apoyos que superen los 50 mil dólares anuales. Por supuesto que se incluyen viáticos para acudir a encuentros internacionales: la ciencia es una actividad globalizada y si no compartes tus hallazgos o hipótesis con los colegas de fuera, sencillamente eres intrascendente. No es turismo académico: es una necesidad que te impone la dinámica habitual de la innovación del conocimiento.
La ignorancia que han evidenciado las autoridades federales actuales, así como algunos corifeos oportunistas del sector privado, me sorprende sobremanera. A pesar del carácter subalterno de su actividad científica, México ocupa un lugar digno en la comunidad internacional, y su productividad no es frívola ni intrascendente. Pero los Torquemada del pensamiento han lanzado acusaciones sin el debido sustento objetivo. Es sólo la ideología lo que dicta las descalificaciones. La ciencia no es “neoliberal”, ni es “socialista”, ni “cristiana” ni militante. En todo caso es pragmática, y sobre todo heurística.
Como ya lo han hecho cientos de mis colegas, me solidarizo con los 31 perseguidos políticos. Y les recuerdo nuestra máxima ante la persecución de los palurdos: eppur si muove…
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. riondal@gmail.com ¬– @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ –¬ https://rionda.blogspot.com/