- Publicidad -
viernes, abril 26, 2024

Hernán Ferro

Da mucha tristeza tener que escribir dos obituarios seguidos acerca de dos amigos que recién han partido de esta vida; pero no hay más remedio. Dos pioneros de la sociología en el estado de Guanajuato se han marchado: Pepe Trueba la semana pasada, y mi queridísimo Hernán Ferro de la Sota en esta. Dos académicos de fuste, a los que tocó forjar instituciones y aportar conocimiento sobre muy diversas materias sociales, ecológicas y culturales.

Hernán Ferro fue un arquitecto humanista. Contaba con una maestría en sociología y estudios formales de filosofía. Pero también conocía como pocos la historia regional de Guanajuato. Nos conocimos en 1986, cuando él estaba a cargo de la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad de Guanajuato (UG), y yo trabajaba en la Dirección General de Cultura del Gobierno del Estado, bajo las órdenes de Pepe Trueba. Nos unió en trabajo conjunto en pro del desarrollo cultural de nuestro estado, en particular en lo referente a las expresiones de la cultura popular y tradicional, que tanto amaba Hernán. Con el tiempo ambos dejamos esas responsabilidades, pero continuamos cultivando una alegre amistad y con frecuencia debatíamos –casi siempre en encuentros fortuitos en la calle- sobre una amplia diversidad de temas de la cultura local, pero también de la política y de la ciudad.

Pese a su gusto por la teorización, fue un experto con los pies bien plantados en la tierra. Puedo aportar como evidencia un pequeño ejemplo: el gobierno estatal de Vicente Fox quiso impulsar un mega proyecto urbano en los cerros del sur de Guanajuato, que denominó Fideicomiso para el Desarrollo del Real de Marfil (FIPRODIMA). Era en extremo ambicioso y con alcances internacionales; muy al estilo del ranchero de San Cristóbal. La sociedad y el ayuntamiento se inquietaron mucho por los impactos que podría tener en el futuro de la ciudad. Por ello, el municipio contrató a la UG para realizar una evaluación de riesgos, antes de otorgar su aprobación a dicho proyecto. Hernán Ferro se hizo cargo de coordinar un importante esfuerzo colectivo de varios académicos para realizar dicha evaluación, que resultaba innovadora y sin precedentes. Convocó al doctor en geología John Randall, al doctor en hidráulica José Ramos Salinas, a la doctora en bioquímica Carmen Cano, a los arquitectos Rubén Rangel y Jorge Cabrejos del área urbano-territorial; al maestro Carlos Morrill del área de regionalización, y a este autor, para hacerme cargo del área sociopolítica. Gracias a ese estudio el ayuntamiento tuvo elementos objetivos de juicio para emitir un dictamen, que no resultó favorable para un proyecto que conllevaba demasiados riesgos futuros.

Como académico Hernán fue incansable y productivo. Hasta muy recientemente, ya muy enfermo, seguía generando ideas y ensayos. Su libro “Contribución al estudio de la conservación de sitios y monumentos del patrimonio cultural edificado” fue presentado apenas el 21 de octubre pasado. Ya se le veía cansado y demacrado, pero no afectado en su perenne buen humor.

Hernán vivió enamorado de las ciudades patrimonio de la humanidad de nuestro estado: San Miguel de Allende, donde nació, y Guanajuato, donde vivió desde inicios de la década de los ochenta. Su compromiso con la preservación ecológica y cultural de ambos espacios se hizo patente y expreso en múltiples ocasiones, pero la más reciente fue durante la lucha ciudadana que dimos en la ciudad de Guanajuato para preservar el entorno de los cerros emblemáticos de La Bufa y Los Picachos del intento desconsiderado de poblar sus faldas con más de 900 casas habitación, centros comerciales y un “parque urbano”. Hernán levantó la voz para oponerse, y no sólo eso: aplicó su sapiencia de urbanista e historiador para demostrar con argumentos técnicos la inviabilidad del proyecto. Su amigo Miguel Hernández publicó ayer en un periódico local que: “pudimos recuperar  el plano de la poligonal patrimonial ampliada (de 2,167 a 8,767 hectáreas) que fue aprobada por el municipio de Guanajuato el 17 de febrero del 2005, y que incluye para su protección a los pueblos mineros próximos [a La Bufa], como Calderones, Santa Ana, Marfil y otros lugares distintivos del municipio, pero que lamentablemente no entró en vigor por una formalidad administrativa.” Gracias a ese esfuerzo los grupos ecologistas locales tenemos una base para demandar que se oficialice esa poligonal de protección urbana y natural, de tal manera que se garantice la preservación del hermoso nicho patrimonial de la ciudad de Guanajuato.

Hace pocos meses se opuso públicamente al megaproyecto urbanístico “Lomas de Atotonilco” en San Miguel de Allende, que prevé construir 8 mil casas en 205 hectáreas de las inmediaciones del santuario de Atotonilco, también declarado patrimonio cultural de la humanidad. Las consecuencias futuras serían desastrosas. Aseguraba que las zonas patrimoniales deben tener zonas de protección porque de otra manera “se las acaban”.

Hernán no era un “enemigo del progreso”, como algunos podrían tacharle, sino un amigo, un enamorado del desarrollo con sustentabilidad, con el mantenimiento de los valores ambientales y culturales que le dan personalidad y calidez a nuestras ciudades. Su presencia se mantendrá como baluarte ante los embates de la codicia, la insensatez y la mezquindad.

Adiós, mi querido amigo…

 

Luis Miguel Rionda
Luis Miguel Riondahttp://www.luis.rionda.net
Antropólogo social. Consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de Guanajuato (IEEG). Profesor ad honorem de la Universidad de Guanajuato. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO