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miércoles, abril 24, 2024

La segunda vuelta, 2

Con una disculpa por mi ausencia de este espacio la semana pasada, continúo con mis comentarios al último libro del doctor Fernando Barrientos, La segunda vuelta electoral: orígenes, tipología y efectos.

En la última elección presidencial mexicana se rompió el paradigma del ganador sin mayoría absoluta de votos —es decir, sin superar la mitad más uno de los mismos—, pues López Obrador se impuso con un cómodo 53.2%. Sin embargo, los debates sobre las bondades de la Segunda Vuelta Electoral (SVE) se mantienen vivos en una clase política obsesionada por su crisis de credibilidad ante la ciudadanía. Esto explica en buena medida el trasfondo del voto antisistema que se manifestó en las elecciones del año pasado.

Barrientos nos ofrece un recorrido pedagógico sobre el devenir de los sistemas electorales que incluyen más de una vuelta electoral. Desde los orígenes históricos en la Italia renacentista, con sus usos barrocos para evitar la preeminencia de grupos de poder, hasta los actuales modelos, algunos de ellos muy sofisticados, que lidian con realidades como el abstencionismo ciudadano y el cansancio electoral —la segunda vuelta suele ser menos atendida que la primera—, los problemas de la mecánica electoral y la mercadotecnia en la oferta política. Me pareció muy ilustrativa la aplicación del modelo econométrico del voto racional, en su explicación de la mecánica electoral a partir de la categorización del voto “sincero”, que se expresa en la primera vuelta, y el “voto estratégico” en la segunda. Ambos definen o basculan las preferencias de los electores en función de una percepción subjetiva de la utilidad del voto. Explica el autor que la SVE no ayuda a clarificar las preferencias de los electores, pero sí facilita optar en segunda instancia por la “menos peor” de las alternativas, y por ello es que la SVE tampoco ayuda a despejar la posibilidad de que se presente la llamada “paradoja de Condorcet”, que consiste en que al final triunfe un candidato que no es preferido por la mayoría, pero que la mecánica de las alianzas catapulta hacia el logro de una mayoría artificiosa.

El texto también desarrolla un análisis comparado dentro del contexto latinoamericano y sus sistemas presidenciales, que tienen raíces en los caudillismos autoritarios que feudalizaron los territorios en nuevas realidades nacionales, funcionales a los intereses de las aristocracias criollas. De ahí que el presidencialismo sea el modelo político más frecuente en el continente, y no es debido tanto a la imitación mecánica del presidencialismo original norteamericano, sino a un padrón propio que responde a los contextos históricos del subcontinente.

También analiza los efectos de la SVE, tanto los esperados como los no esperados en los sistemas de gobierno y de partido (mecánicos) como los que afectan a los electores y los candidatos (psicológicos). La SVE permite reducir la fragmentación partidista y proporciona una legitimidad artificial, pero también excluye alternativas y propicia el surgimiento de gobiernos divididos. En cuando a los electores, favorece el voto estratégico sobre el sincero, y los candidatos emprenden alianzas con otras fuerzas. Con ello se sobredimensiona la legitimidad popular. En fin, que la SVE permitirá confirmar o revertir el resultado de la primera vuelta, pero la estadística nos muestra que son mucho mayores los casos de confirmación que de reversión —41 de 55 casos observados—. Esto nos permite cuestionar si vale la pena estresar a los electores con una SVE cuando lo más probable es que se confirme el primer resultado.

En el caso de México, el autor pone en evidencia que la discusión sobre la SVE se aviva cuando hay elecciones cuestionadas, como sucedió en 2006. La desconfianza histórica en las autoridades electorales aviva el activismo en favor de la SVE. Se trata de un cuestionamiento a la legitimidad de la mecánica electoral, que parte sobre todo de los perdedores, que no se cuestionan la efectividad de sus estrategias o del perfil de sus candidatos, sino la presunta inequidad y parcialidad de la autoridad electoral.

El autor concluye que la SVE plantea más efectos no esperados que los esperados. La legitimidad artificial que provee no es suficiente para compensar los posibles negativos que pudiera producir, como gobiernos divididos, el costo económico y el desgaste electoral. Además, la SVE parece más propia para los sistemas parlamentarios, pues promueve las alianzas electorales y de gobierno. Como alternativa para México, Barrientos propone la integración de nuevas fórmulas electorales, como las listas abiertas o el voto alternativo, ampliando la representación proporcional para incrementar la pluralidad y reducir las lógicas mayoritarias. Al final, la SVE debe ser visto solamente como un simple sistema de desempate, no como estrategia legitimadora.

En este sentido nuestro autor parece nadar en contracorriente de las propuestas reformistas prevalecientes hoy en nuestro país, que buscan la reducción de la representación proporcional en beneficio de las lógicas mayoritarias. Tal vez el resurgimiento del modelo de partido hegemónico abrigue la aspiración a imponer la tiranía de la mayoría, y desconocer los derechos de las minorías. Justo como ocurría en los viejos tiempos del caudillismo posrevolucionario.

* Antropólogo social. Consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de Guanajuato. Profesor ad honorem de la Universidad de Guanajuato. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net – rionda.blogspot.com –  @riondal – fb.com/riondal

Luis Miguel Rionda
Luis Miguel Riondahttp://www.luis.rionda.net
Antropólogo social. Consejero electoral del Instituto Electoral del Estado de Guanajuato (IEEG). Profesor ad honorem de la Universidad de Guanajuato. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

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