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jueves, abril 18, 2024

Dumbo (2019)

El éxito de Dumbo (Ben Sharpsteen) se le puede atribuir a su simpleza. Para 1941 -fecha de su estreno- la compañía de Walt Disney había pasado por tres proyectos imponentes, el primero siendo obviamente Blanca Nieves y los Siete Enanos (David Hand, 1938), obra por demás pionera del largometraje de animación norteamericano, pero le suceden dos películas para 1940 que se traducen en pérdidas monumentales: Pinocho (Ben Sharpsteen y Hamilton Luke) Fantasía (Varios directores). El experimento de querer adaptar una novela y el concepto del videoclip musical de tono maduro dejan casi en bancarrota a la empresa, y con ello los problemas que preceden como las huelgas de trabajadores y las proyecciones de una futura guerra en la que Estados Unidos se va a involucrar.

Esto da como resultado una corta historia de apenas y una hora con cuatro minutos con un protagonista mudo destinado a un corto animado expandido y la simplificación de una animación menos demandante a comparación de sus hermanas. Dumbo no sólo se traduce como un éxito de la compañía, sino como también una de las películas más queridas del estudio por su nobleza y tratamiento fantástico en donde verdaderamente compramos la idea de un elefante volador, todo con tal de que deje de sufrir y encuentre felicidad al lado de su madre. La extrañeza de querer hacer una readaptación se encuentra en su material -siendo obvias las intenciones de fin comercial- pero es parte de un movimiento que ejemplifica la decadencia del estudio respecto a la idea de apostar en nuevas propiedades intelectuales, y qué mejor manera de explotar este abaratamiento de nostalgia que con películas a las que el público ha tenido una experiencia.

2019 es el año más obsceno y de prueba para el estudio, porque se preparan 4 remakes, siendo el primero en caer aquel que cuenta la historia del elefante volador, esta vez con el estudio apostando por un nombre que para ellos y una minoría del público significa extrañeza, morbo y rentabilidad: un Tim Burton de lo más mediocre que irónicamente cumple ya casi 10 años de haber iniciado esta campaña de remakes con una odiosa Alicia en el país de las maravillas (2008).

Siendo él el encargado de dirigir Dumbo ¿Qué tiene qué ofrecer? Algo… aunque quizás estas decisiones no radiquen en el propio Burton sino en la génesis del proyecto, de parte de Ehren Kruger.

Kruger no busca repetir la simpleza y honestidad de la primera película, esta vez dejando a Dumbo y su drama como motivadores secundarios para la unificación de una familia desgarrada tras la primera guerra mundial. Al abandonar ideas como un tren que canta o una cigüeña trabajadora intenta dar una pizca de tratamiento semireal a la historia de un elefante que vuela con sus orejas, lo cual va perfilando con potencia, porque esta noción de historia familiar que supera los obstáculos presentes también van de la mano con una nada sutil crítica de entre todas las cosas… al estudio que produce la película.

Yo me pregunto cómo es posible que Disney no haya contemplado que en el remake de Dumbo existe en V. A. Vandevere (Michael Keaton), un análogo al fundador de la empresa, un hombre de visión comercial que adopta ideas con potencial pero poco despegue, para después desechar lo que no le sirve y quedarse con todo el crédito dentro de su parque de dimensiones de máxima expresión tecnológica ofrecida a familias que abarrotan las entradas y que compran la idea de un mundo de fantasía y sueños, este hombre que vive en un mundo sacado del art deco que para la época ya estaba formalizándose en Nueva York.

Pero así pasa, en un movimiento que trataría de audaz… de no ser por las otras fallas dentro del material, como lo es omitir la sorpresa de que el elefante vuele proponiéndolo casi al principio de la obra volviéndola muy reiterativa y que extiende su duración de manera letárgica, con la particularidad de que Kruger presenta personajes pero les da muy poco énfasis dentro del desarrollo de sus relaciones que no nos convencen de una familia unificándose, o de motivos e historias que quedan al aire, como el no explorar la envidia y relación de Colette Marchant (Eva Green) con los protagonistas y las dificultades que debería de tener Holt Farrier -un siempre desperdiciado Colin Farrel– como un hombre sin brazo que antes era vaquero de circo y que en determinado momento de la película vuelve a montar, haciendo que la audiencia se cuestione si de verdad era necesaria tanto énfasis en su discapacidad que resulta que no le comprometía una sesión de rehabilitación dentro de su labor.

A eso se le podría adjudicar la inútil necesidad de la película de reinterpretar momentos icónicos de su contraparte animada, terminando en momentos desangelados como los segmentos de Baby Mine o de la icónica secuencia de Pink Elephants on Parade, quien antes fuera una advertencia sobre los peligros del alcohol intrépida y divertida para los animadores y que aquí es… un show de burbujas que detiene la película sin razón ni consecuencia aparente.

Todo esto va de la mano de la dirección de un Tim Burton como siempre, desmotivado, en su aire de genio inalcanzable que no le permite ver a tres dedos de su nariz, que se ha vuelto flojo incluso en los elementos que le hacían diferentes como el acabado visual que ahora es extremadamente digital y que ha demostrado ser incapaz de exigir actuaciones competentes en sus protagonistas infantiles, que siempre van en tono inexpresivo, pero que en esta ocasión se trata del peor que haya visto en muchos años… y miren que hacer que un Dumbo digital tenga más expresiones sentimentales que una niña que parece robot y jamás expresa otra emoción porque resulta que es una pintura andante es complicado.

Al que me sorprende en esta ocasión es Danny Elfman. El legendario compositor que se encontraba desgastado con la relación que posee con Burton crea un score competente y bastante extraño, como los de antaño, no olvidando el sentimentalismo de un Dumbo inocente al que se enfrenta a un mundo agresivo en el sentido sonoro con sonidos de carnaval y pesadillas… pero que al levantar el vuelo se vuelve un tema heroico y emotivo.

Cada que aparecen estos proyectos, viene siempre la misma pregunta ¿Era necesario? Y sabemos la respuesta: No. La situación es que Dumbo tiene uno que otro despunte sentimental y cómico, que apuntan a profundizar elementos de la versión original -lo cual justificarían su existencia- pero se encuentran con la dirección de un hombre que ya ha demostrado ser más que incompetente con el paso de los años. Necesitamos ese Tim Burton creativo y personal, no ese que vive de los fanáticos que le vanaglorian y que el alimento de ego que obtiene le hace ir en automático.

Puntos menos por el cover de Baby Mine de Arcade Fire: ya estamos en pleno 2019 como para tener versiones oscuras de canciones de Disney.

https://www.youtube.com/watch?v=CTuGTLx2iEI

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