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martes, abril 16, 2024

Duro de matar (1988)

Hay una escena en Depredador de John McTiernan en la que deja muy clara su posición directoral. McTiernan para en ese entonces sufría constantes retrasos por el extraterrestre –interpretado en ese entonces por un desconocido Jean Claude Van Damme – que se veía ridículo, por las exigencias del clima de Tabasco, y la gota que derramó el vaso fue que, al ver un corte del proyecto 20th Century Fox le exigió que necesitaban ver más armas en la película, porque había una carencia importante de balas y tiroteos.

Respondió de esta forma:

McTiernan dejó una declaración en contra del cine de acción pornográfico con el uso de las armas en tono paródico, y así se postuló como uno de los directores claves del género en la década de los ochentas que ya estaba viendo su ocaso. Depredador fue un éxito de taquilla enorme y a pesar de no haber entendido el mensaje –porque claramente estaban satisfechos con el uso de armas, más no el “por qué” del uso de armas- 20th Century Fox le propuso un proyecto apenas en la salida de Depredador, otro que no encontraban cómo realizar adecuadamente.

El estudio tenía los derechos de las novelas de Roderick Thorp, de las cuales una ya había sido adaptada; El Detective (Gordon Douglas, 1968) tenía a un avejentado Frank Sinatra como Joe Leland inspirada fielmente en la novela del mismo nombre. La secuela de Thorpe se cosecharía 10 años después con Nada dura para siempre, y es extraño que decidieran adaptarla, con el mito no verificado de que por obligaciones contractuales se acercaron a Sinatra para volver a interpretar a Leland, que en esta ocasión pelea contra terroristas dentro del edificio en donde labora su hija… afortunadamente dijo “no”, pero la novela se usó como base para un producto ajeno al personaje, usando su estructura casi al pie de la letra, con un guión de Steven E. De Souza y Jeb Stuart, el primero, un guionista de vanguardia y anterior éxito, el segundo, un novato que enfrentaba su primer proyecto.

El proyecto terminaría a la primera oportunidad en manos de McTiernan, que también llegó a escuchar dos quejas comunes: que este era un proyecto de acción y por lo tanto requerían el mismo interés extraño de replegar todo tipo de armas, con una estrella de acción memorable, que para en ese entonces sólo se traducía en dos personas Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone.

La decisión de Mctiernan junto con el productor Joel Silver fue controversial: contratar a dos extraños en los papeles estelares, uno un comediante, el otro un actor de teatro. Esto provocó la furia del estudio, porque de inmediato consideraron que una película de temporada decembrina se había ido al carajo por no tener nombres rentables… pero el mundo reaccionó de otra manera.

Parecería seguro decir que no hace falta decir que Duro de Matar es una obra maestra, pero con el tiempo el peso de esta frase suele desconcertar a quienes la categorizan como una película del montón, cosa que nunca ha sido. Sí, Duro de Matar, esa Duro de Matar que ves los sábados por Canal 5, que tienes en tu colección casera, y la que repites durante la temporada navideña mientras estás haciendo la cena del 25, es una obra maestra. Una película que mezcla a la perfección tantos elementos, porque el entendimiento de McTiernan es la de romper las bases del género que ya estaban gastadas para 1988, porque sí, también hay un punto y aparte desde Duro de Matar.

Hay múltiples maneras de acercarse de analizar su grandeza, pero la que más he estado pensando estos últimos años, ya avejentado por el tiempo pero más punzante frente a lo que veo – Duro de Matar llegó a mí cuando era un niño, como a muchos de nosotros: la edad no indicada para su consumo, pero la edad adecuada- es su análisis de los dos protagonistas, porque Duro de Matar presenta una dualidad memorable del género, tanto que es el nombre más recurrente de la dupla, sólo por detrás de James Bond y Eric Goldfinger.

John McClane es un sujeto distante de los héroes de acción comunes. En la primera escena tenemos una gran escena de introducción del personaje principal porque McClane se presenta como un tipo normal, con entradas de calvicie, recibiendo los consejos de tranquilidad de un desconocido, que ve su arma y se asusta, pero John lo calma sin buscar ser un presumido. Ha llegado a un viaje y una azafata lo ve con coqueteo, cosa que responde a la par que saca un oso de peluche, enfatizando que tiene una cita.

Una cita para arreglar su matrimonio, porque McClane es un tipo de vieja escuela, rudo, y con cicatrices visibles que hace su trabajo sintiendo lo mejor para su familia, y que no puede concebir a su esposa siendo exitosa sin su consentimiento y abandonando el apellido matrimonial, pero no porque sienta que está en lo correcto, sino porque tiene miedo y no sabe pedir perdón, porque no siempre se siente cómodo con lo que es, un patán.

McClane es interrumpido en un momento inoportuno que lo hace sacar su instinto natural, porque será un patán pero quiere ser buena persona, y esta irrupción en donde está vulnerable –recordemos que toda la película está descalzo y con una camiseta interior- nos hace sentir agudeza como audiencia. Esta agudeza se traduce en dar una lectura inmediata al entorno para velar por su propio bien, y se siente natural, porque McClane usa su humor no para romper la tensión, sino porque es una reacción que una persona de su nivel haría de inmediato.

John McClane se vuelve un héroe no deseado para un grupo de gente que no lo admira (un grupo de oficinistas de vanguardia ochentera), recibe reclamos por parte de la inutilidad de los que intentan resolver el problema sin verlo de primera mano, y entabla amistad con un policía que de inmediato siente seguridad en él no por lo que le cuenta, sino por su tono de confianza que intenta tapar una bola de nervios que es.

La construcción de las escenas es impecable, porque sentimos la escasez de herramientas de trabajo que McClane tiene a su disposición, cada bala es importante para su arsenal, y siempre se muestra vulnerable.

Esta propuesta de héroe no tendría gran relevancia si el villano no fuese del mismo peso. En reiteradas ocasiones, Souza menciona que Duro de Matar se planteó en el guión de manera inversa: pensar en el plan del villano, y así desarrollar al héroe y a los reaccionarios para que este se sintiera más natural y jamás sacado de la manga por parte del escritor. Así que es curioso, que un policía de Nueva York se enfrente a un grupo multicultural compuestos en su mayoría de europeos atractivos, que en otra historia serían los héroes como Danny Ocean y sus compinches, porque llegan a hacer el robo más grande de la historia.

Liderados por un sujeto que quiere ser más que nadie: Hans Gruber.

Así como la introducción de McClane deja todos los elementos que vamos a explorar, la llegada de Gruber es igual de fantástica. Sutilmente Michael Kamen nos va dejando claro que el “leit motif” de Gruber será la “Oda a la alegría” de Beethoven, porque se usa de manera sombría, la tararea, llegando a la fiesta de la oficina casi asimilando cada nota de lo que va a ser su himno.

Es un sujeto que pretende razonar con sus secuaces y con sus víctimas a cambio de su botín, que usa con maestría el disfraz de un terrorista a su beneficio, y que no deja de sentir superioridad intelectual que minimiza a McClane, muy a pesar de que en sus reprimendas nunca atine, ni en el nombre de los héroes del “western”, ni en el entendimiento del poema de Alejandro Magno.

Claro que lejos de sentirse estúpido, razona cada momento, porque McClane, al ser el ratón de cocina que se encuentra en su lugar de trabajo, es prioridad para derrotar, y se juega el mejor partido de inteligencias entre los dos, siendo adversarios de opuestos, que comparten el tema del legado, uno que intenta vivir lejos del endurecimiento de su pasada vida sin querer ser grandioso, el otro aprovechando este impulso para disfrazarse y querer ser grande.

Este engranaje no lo encuentras en el cine de acción, y Duro de Matar posee esta fineza en su guión, que quizás es la valía que más le tengo cariño, porque es un mensaje poderoso y que traspasa décadas, haciéndola una película invaluable.

Lo que hizo John MacTiernan no es labor fácil, porque con dos películas se burló de los estándares de acción, presentó nuevas dinámicas poco exploradas, y a pesar de su visión nefasta del género lo hizo de tal manera que se volvieron estandarte dentro de todas las películas que uno pueda mencionar de acción, y en cuestión de meses…

Duro de Matar sí es una obra maestra, para la próxima vez que alguien la ningunee, recuérdale su importancia, invítalo a verla de nuevo, o de plano quítate tu Rolex que significa tu compromiso a tu nueva vida al lado del amor de tu vida todo maltrecho para acabar con el elegante villano que cae a más de 30 pisos del suelo.

 

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