Durante años, años y más años, los capitalinos han tenido que sobrevivir con un transporte público de muy mala calidad: unidades viejas que se descomponen en el camino, muchos tiempos de espera y conductores que trabajan con poca pericia.
Por si fuera poco, hace unos meses las autoridades aprobaron un aumento de dos pesos a la tarifa de este servicio… y dentro de poco, se concretará el incremento de un peso más.
Una de las condiciones para que se aterrice el aumento de tres pesos, es que los transportistas compren cinco unidades nuevas. Ya llevan una, les faltan cuatro.
Los transportistas se han visto obligados a renovar la flotilla a cambio de recibir un beneficio económico, y ya con la primera compra, salen a presumir que ya se están generando menos emisiones contaminantes de CO2.
Sólo por una unidad entre todas las que circulan por el municipio. Una sola que cumple con la Norma Euro V y otras cuatro que llegarán de la misma manera. Y es algo lógico, pues las unidades nuevas que se están vendiendo, cumplen forzosamente con normas ecológicas internacionales.
Los concesionarios deberían estarse preguntando, ¿qué harán con todas las unidades que tienen circulando y que ni siquiera pasan la revista mecánica?
¿Quién da la cara por el accidente?
Ya pasaron dos días desde el trágico accidente en el que una mujer murió atropellada por un camión urbano en la capital y aún no hay nadie que le dé la cara a los familiares de la señora comerciante.
Quién solo se ha aparecido a lavar la herida es el personaje más frío: el seguro.
De la administración municipal, se ha dado la promesa de apoyar a la familia a través de redes sociales, pero no se ha compartido ningún detalle. Sólo el pésame y el compromiso de un Plan de Movilidad.
De los concesionarios, quienes han cobrado por años a los capitalinos por un servicio deficiente, y ahora riesgoso, no hay absolutamente nada, ni nadie.
Poco cambió tras el accidente de 2022, y parece que este está en pasos de seguir el mismo camino, simplemente porque son las mismas empresas transportistas las que siguen apoderadas de las rutas de movilidad, sin empatía y sin ninguna responsabilidad social.