En los últimos dos años, la desaparición de personas se ha vuelto común en Guanajuato. Las redes sociales se llenan con publicaciones compartidas por familiares que desesperados buscan a un ser querido, y colectivos y activistas luchan por visibilizar a los que no están, y exigir que las autoridades los encuentren.
La violencia y las desapariciones en Guanajuato no están en cuarentena. Los casos de personas desaparecidas siguen sumándose día con día y a decir de colectivos como ‘Sembrando Comunidad’, durante esta contingencia sanitaria hasta se ha dado un repunte en la desaparición de mujeres.
Si de por sí enfrentarse con esta situación es un calvario para las familias, la contingencia sanitaria lo ha agravado todo. Según los activistas, la atención de parte del Ministerio Público se ha alentado, además de que la legislación en el tema también se ha pospuesto.
Además, según las cifras oficiales de la Secretaría de Gobernación -instancia federal-, reportan sólo dos desapariciones durante esta temporada de contingencia sanitaria.
Sin embargo, los activistas en el tema reconocen que se ha dado un incremento, la cifra exacta no se tiene, pero sus dichos se respaldan con publicaciones de casos en redes sociales, y familias desesperadas por encontrar a los suyos.
El tema central ahora es el coronavirus, ciertamente es importantísimo, pero no por eso las autoridades deben olvidarse de otras cosas que laceran a la sociedad, como son las desapariciones.
Niños, confinamiento y la industria de los alimentos chatarra
En México el COVID-19 ha causado más muertes a personas más jóvenes que el promedio de otros países, con victimas que desde los treinta y tantos o cuarenta y tantos años cuando en otros países se asumió que la población de riesgo era la mayor a los 60 años, por la vulnerabilidad de sus sistemas inmunológicos.
Casualmente México es también primer lugar en obesidad y sobrepeso en América Latina y uno de los primeros en todo el mundo, y esto conlleva que la diabetes, la hipertensión y otros padecimientos cardiovasculares sean características frecuentes de la población mexicana, lo cual incrementa el riesgo de muerte para pacientes de COVID-19.
La obesidad es la otra epidemia que hace décadas azota al país y está directamente relacionada con la alimentación, misma que ha sido influída constantemente por la industria de los alimentos ultraprocesados que todos los días a lo largo de estas décadas han bombardeado las mentes de la población con productos altos en contenido calórico y bajos en contenido nutrimental.
Y aunque ha habido intentos por evitar que hipnotizados por las estrategias mercadológicas y publicitarias de esta industria los mexicanos hagan de estos productos su dieta diaria, han sido completamente insuficientes, si no es que inútiles, pues siguen inundando los supermercados, tiendas de abarrotes de conveniencia y sí, incluso en las escuelas.
Durante la cuarentena se han revelado muchas cosas acerca de la sociedad y el sistema y es un buen día para reflexionar sobre la alimentación y específicamente la de los niños, puesto que en el futuro serán ellos (si no es que ya lo son), los más afectados en su salud tras años de consumir chatarra, que se anuncia sin reserva en medios masivos de comunicación y que se dirige explícita y subliminalmente a los niños.
Es una industria mundial que habla directamente con sus hijos desde el televisor y ahora también desde el móvil y la computadora, cada vez con más frecuencia y con menos restricciones, una industria que moldea el criterio de los niños y adolescentes para que consuman sus productos, sin la mediación de un adulto o una autoridad y con el mero fin de acumular mayor capital sin importar las consecuencias en la salud del menor.
Es ahí donde cabe hacer la reflexión sobre hasta donde la autoridad, la sociedad, los adultos, los padres de familia deben permitir que sea la industria de los alimentos la que enseñe a los niños qué deben comer, porque la salud de los mexicanos en este momento nos demuestra que ha sido una muy mala idea.
