Quienes se cansaron de sobrevivir con miedo son los jóvenes celayenses. De nueva cuenta, miles y miles de ellos salieron a las calles para exigir seguridad en su municipio.
El pasado lunes, en Celaya asesinaron al estudiante Josué Ismael. Este homicidio generó la movilización de alrededor de 5 mil jóvenes que exigieron al alcalde Juan Miguel Ramírez que garantice las condiciones para que todos puedan vivir tranquilos.
Esta no es la primera vez que hay una movilización de esa magnitud y siempre han sido los jóvenes quienes encabezan este grito de hartazgo por la violencia que a diario se vive en Celaya.
En diciembre de 2023, asesinaron a cinco estudiantes de medicina de la Universidad Latina. En ese entonces, también hubo movilización estudiantil exigiendo justicia y paz.
Lo mismo ocurrió en 2019, cuando el estudiante Gabriel Luna fue asesinado en un asalto. La movilización tras su homicidio logró reunir a 10 mil personas.
En cada una de estas tres movilizaciones ha habido un alcalde distinto. En 2019 estaba Elvira Paniagua; en 2023 fue Javier Mendoza Márquez y ahora Juan Miguel Ramírez.
Ninguno de ellos ha podido hacer un cambio significativo en la seguridad del municipio.
Ojalá más personas reconozcan el valor de los jóvenes, que sí salen a la calle, sí exigen, sí demandan y sí están cansados de sólo sobrevivir en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Crimen vs. Pandilleros
Durante muchos años, los homicidios en León tenían una estrecha relación a actos cometidos por pandillas: asaltos a mano armada, riñas campales, venganzas.
Las pandillas fueron uno de los principales focos de atención de las autoridades municipales, pues se consideraban de los principales generadores de violencia. Hasta que el crimen organizado permeó en el municipio.
La llegada de estos grupos criminales tuvo mucho que ver con la desaparición de las pandillas, ya que el control de las calles y la venta de drogas pasó a grupos más organizados, numerosos y violentos.
Tan es así, que en 12 años, alrededor de mil pandillas desaparecieron en el municipio. Pero por desgracia, los crímenes violentos se recrudecieron, pues ahora ya no tenían relación con venganzas o campales, sino con disputas relacionadas al control de territorio.
Es decir, parece que un mal mayor terminó por “comerse” a quienes eran considerados generadores de violencia, pero que estadísticamente, causaban mucho menos impacto en la seguridad que la situación que ahora se vive en León.