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jueves, abril 25, 2024

¿Fuerza pública para un toque de queda?

¿Qué necesita la población para quedarse en casa? Son muchos los llamados de las autoridades sanitarias para que la población se quede en casa y evite la propagación de coronavirus, pero en varios municipios de Guanajuato se hace oídos sordos, y la gente sale a pasear con su familia, u organiza fiestas o carnes asadas los fines de semana sin tomar en cuenta todas las recomendaciones. Escépticos aun cuando en todos lados se habla de la cantidad de muertos que el coronavirus ha dejado, ahora incluso en calles de Ecuador.

El alcalde Ricardo Ortiz fue el primero en tomar medidas que le competen a la federación como declarar un estado de alerta y pedir la intervención de la fuerza pública para que la gente se quede obligatoriamente en sus hogares y así evitar un contagio.

En otros municipios todavía no se toman medidas tan drásticas, las autoridades sólo han optado por pedir o sugerir que se cierren espacios públicos y comercios que no sean de primera necesidad, y se sigue insistiendo para que la gente se quede en sus casas, aunque no lo crean, aunque lo desestimen, aunque se aburran. Hablar sobre ‘el uso de la fuerza’ todavía es impensable para otros alcaldes guanajuatenses, empezando porque la legislación estatal no se los faculta.

Y sí, parece una medida exagerada pero tal vez sólo sea una medida adelantada y en las próximas semanas, en todo México se deban implementar acciones drásticas que ayuden a que la curva de contagios no crezca, que el sistema de salud no colapse y que morgues, panteones y calles se llenen de cadáveres.

Lo que está haciendo Ricardo Ortiz es controversial porque excede sus facultades, pero el tiempo dirá si es la medida adecuada. Tal vez un poco de exigencia sea lo que se requiere para obligar a la población a mantenerse a salvo.

El riesgo de una mala decisión en trasporte público ante el COVID-19

Las decisiones que tanto gobiernos como ciudadanos e iniciativa privada han tomado en las últimas semanas se han fundado en una premisa: salvaguardar la salud, tanto la personal como la familiar, pero sobre todo la mayor consigna es la salud pública, es decir la salud de la sociedad general.

Cada sector, incluso en varios casos anticipando las indicaciones de las autoridades, ha hecho lo propio, al margen de un sector de la población que se mantiene escéptico, pero en general las medidas avanzan positivamente, hay muchos negocios que ya cerraron, empresas que ya pararon.

Gran cantidad de personas mantienen una sana distancia y usan alcohol en gel, se lavan frecuentemente las manos e incluso se han aislado voluntariamente y en casos necesarios han informado debidamente a las autoridades de una posible exposición al virus o la presencia de síntomas.

La autoridad ha informado oportunamente las medidas, ha tomado medidas generales ante cada fase que se ha avanzado, y poco a poco esta actitud preventiva acompañada sí, con una seria carga de preocupación tanto de salud como, sobre todo, económica ha permeado en la población, y seguramente ayudará a evitar un pico muy alto en la curva de contagios del virus.

Pero ¿qué pasaría si todo este esfuerzo social que se ha gestado las últimas semanas se viniera abajo por la decisión de unas cuantas personas que toman sus determinaciones en función a un criterio meramente económico y con ello fomentaran el caldo de cultivo perfecto para ocasionar un contagio masivo del Covid-19?

Pues ese riesgo es muy real y recae en los encargados de trasladar diariamente a miles y miles de personas de sus hogares a sus centros de trabajo, a sus centros de abasto, a hacer su día a día y de regreso a casa, así es los empresarios del transporte público.

Ante la baja de usuarios en las estaciones, debido al confinamiento, el movimiento natural de los empresarios fue reducir la frecuencia de las corridas, quizá un movimiento corporativo “inconsciente”, pero justo es la conciencia lo que más se requiere ahora.

La propuesta del sector fue que las empresas y negocios escalonaran horarios, es decir que cientos quizá miles de empresas y establecimientos se pusieran de acuerdo para manejar horarios diferidos de entrada y salida de sus trabajadores y que así el transporte público con corridas reducidas no se saturara y se pudiera disminuir el riesgo de contagio, una tarea logísticamente imposible.

Pero esa fue su propuesta, y no mantenerse funcionando tal y como lo ha hecho siempre con el mismo número de corridas para evitar las aglomeraciones.

Ojalá reconsideren y que una decisión tomada por inercia no eche abajo todos los esfuerzos de la sociedad por hacer frente a la pandemia que tiene en jaque al mundo.

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