El sistema de salud en Guanajuato ha quedado completamente vulnerable. La violencia ya se coló hasta las ambulancias que atienden diariamente a una decena de heridos de bala en todo el estado; a los hospitales que brindan atención médica a pacientes agredidos por el crimen organizado y también a instituciones privadas de salud.
Hay muchos hechos que lo confirman, y tal vez el más sonado por su gravedad, fue el atentado del que fueron víctimas paramédicos de Cruz Roja en Salamanca, al ser interceptados por hombres armados que raptaron a un herido de bala que había resultado lesionado en un ataque del crimen organizado, y a quienes los rescatistas intentaban trasladar a un hospital.
El anuncio que hizo Cruz Roja para dejar de operar en Salamanca prendió focos rojos y puso los reflectores encima. Sin embargo, la irrupción del crimen organizado a los nosocomios públicos del estado para ‘rematar’ a quienes dejan heridos en distintos ataques armados, también es una escena que cada día se vuelve más común.
Tan sólo en las últimas semanas, sicarios irrumpieron en los hospitales generales de Irapuato y Tarimoro. Lo hacen rápido y violando a los escuetos cuerpos de seguridad privada, además de demostrar que los protocolos implementados por la Secretaría de Salud en conjunto con la Secretaría de Seguridad Pública son ineficientes.
Pero esto ha ido más allá. Ahora un grupo de hombres armados ingresó a un hospital privado en León para llevarse el efectivo que contenía la caja fuerte de la institución CMQ, ubicada en plena Zona Centro del municipio.
Ya ni los médicos que tanto anhelan una plaza desean ocupar las áreas de especialidad que la delegación del Instituto Mexicano del Seguro Social ofrece en Guanajuato; de plano la violencia es tal que prefieren optar por otras entidades antes de quedarse aquí.
El sistema de salud ha sido vulnerado y es un daño grave.
