El proyecto de la Presa El Zapotillo, acuñado para abastecer de agua a León, se ha convertido en uno de esos casos emblemáticos que enarbola la resistencia ciudadana por derecho; esta megaobra hidráulica se diseñó hace más de dos décadas en un estado ajeno y a espaldas de los pobladores que serían afectados y que fueron menospreciados.
Hoy hace diez años, el poblado de Temacapulín que de acuerdo a las disposiciones oficiales debiera ser inundado junto a Acasico y Palmarejo, se convirtió en la sede de un encuentro que ha hermanado a diferentes organizaciones a nivel mundial, que como hilo conductor tienen la lucha contra los desarrollos que han causado muerte y desgracia bajo el pretexto de la distribución del agua.
“El agua es para la vida, no para la muerte”, gritan los habitantes que sin grandes estudios o alianzas políticas, lograron detener una obra que provocaría precisamente lo que temen.
Movilizaciones, pronunciamientos, recursos legales, la gente de Temacapulín ha dado muestras de un valor incesante capaz de enfrentar a gobierno tras gobierno, desde Vicente Fox Quesada hasta Andrés Manuel López Obrador con un mensaje: Temaca, Acasico y Palmarejo no se inundan.
Tal ha sido su fuerza, que ahora tienen un lugar bien ganado en la mesa de las determinaciones, tan es así, que evidenciaron ante el gobierno federal, que el conflicto por la presa no era un asunto de enfrentamiento político entre Jalisco y Guanajuato, sino una obra ignominiosa que parece un pozo sin fondo en gasto de recursos, pues se le calculan más de 25 mil millones de pesos lapidados.
Además, de fondo está la permanencia de localidades con siglos de antigüedad y un capital social que ha dado muestras de vida activa, económica y cultural.
Actualmente, con un recurso anual de apenas 300 millones de pesos, el gobierno de López Obrador mantiene vivo, pero en suspenso una presa a la que no se le ve salida, pero sí mucho gasto. Todo, mientras los ciudadanos fortalecen una lucha que es ejemplar a nivel mundial.
La resistencia contra el coronavirus
Como lo hemos venido comentando, la ola de contagios no cede y ahora parece que se nos empiezan a hacer presentes las consecuencias de las plazas y tiendas comerciales abarrotadas tras El Buen Fin.
Los especialistas siguen insistiendo en que no debemos relajar las medidas sanitarias, sin embargo, sectores importantes de la sociedad y de los gobiernos siguen sin hacerles caso.
Así estamos en vísperas de enfrentar los festejos guadalupanos, el juego de la final del futbol nacional, las reuniones familiares de este mes… y para la Feria.
Si dejamos de escuchar a las autoridades de Salud o a investigadores del nivel del epidemiólogo Alejandro Macías, de verdad estaremos en problemas.
Pero la política, como la vida está llena de contradicciones. Premian merecidamente a Alejandro Macías, pero ni sociedad, ni los gobiernos municipales, ni el Patronato de la feria deciden hacerle caso.
