De maneras y estilos diferentes, tanto el gobernador del estado, como el rector general de la Universidad de Guanajuato emitieron una disculpa pública histórica e inédita hacia los jóvenes estudiantes, quienes lograron el reconocimiento de omisiones en torno de su seguridad.
Sin duda ha ganado el estudiantado de la Universidad de Guanajuato con este reconocimiento, como ha ganado la sociedad.
El triunfo es evidente, pero todavía hay sedes como León e Irapuato en donde el paro continúa porque las exigencias de los alumnos todavía no terminan de cumplirse, considerando que las condiciones de inseguridad son distintas en cada uno de los 13 municipios en donde hay sedes de la UG.
Lo más importante será ver cómo es que trasciende este reconocimiento de responsabilidades. ¿Cómo es que lo procesará el Estado? ¿Cómo lo hará cada uno de los municipios con sedes universitarias, no sólo de la UG? ¿Cómo lo hará la propia Universidad?
En el ámbito de la Universidad parece trazada una ruta, no fácil. Habrá que reforzar los mecanismos internos y externos de comunicación con el estudiantado; habrá que revisar nuevamente protocolos de atención y socializarlos adecuadamente para dar confianza a las víctimas de que se hará justicia en contra de quien o quienes las violenten, entre un largo listado de cosas por hacer.
¿Y qué harán los municipios? ¿Ahora sí pondrán luz en las calles y callejones?, ¿ahora si exigirá que el transporte público cumpla con los requerimiento y las necesidades de los usuarios? ¿Ahora sí estarán presentes sus policías, dispuestos a atender a la ciudadanía, y no a reprimirla? La lista es larguísima e inmediata para dar la certeza a los jóvenes que desde ya, se puedan sentir más seguros, y en ese sentido no parece que nada haya cambiado.
Porque si las soluciones siguen siendo traer a un doble “pirata” de Ironman a motivar a los cuerpos de seguridad, o estar arrestando al menor pretexto a los estudiantes y a la ciudadanía, el problema no sólo no se solucionará, se agudizara.
Familiares sin respuesta
Los familiares de personas desaparecidas no encuentran descanso. No pueden vivir sin saber qué ha pasado con sus seres queridos, y aunque siempre mantienen la esperanza de encontrarlos sin vida, cuando las autoridades encuentran cuerpos, también albergan la posibilidad de que ellos estén ahí, y así al menos tener una tumba o nicho a donde irles a llorar.
La semana pasada, la FGE confirmó que se encontraron 16 cuerpos en una finca de Irapuato y así surgió la posibilidad de encontrar a aquellos que desaparecieron.
La Fiscalía ha negado que se trate de una fosa, pero lo que sí es un hecho es que ya se logró la identificación de algunos cuerpos; falta que se pueda descubrir quiénes son la mayoría de las víctimas y el proceso seguro será largo, pues quedan muchas pruebas por hacerse, entre ellas exámenes de ADN.
Las familias demandan rapidez e intervención puntual de la FGE; una dependencia que hasta hace poco no tenía que tratar con casos continuos de desapariciones forzadas. Por desgracia ya se trata de la realidad de Guanajuato y particularmente de Irapuato.
