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jueves, abril 25, 2024

La suerte sí juega

Un tributo a los empresarios mexicanos que hicieron posible la permanencia de la Fórmula 1 en México.

Era una tarde del quince de abril de 1923 cuando Ugo Sivocci vio la bandera a cuadros que lo anunciaba ganador de la carrera Targa Florio en Sicilia, Italia. Con treinta y siete años de edad celebraba su primera victoria tras veintiún años en el deporte motor. Desde el podio más alto, mientras alzaba el trofeo, su mirada permaneció fija en el capó rojo de su Alfa Romeo RL TF número trece, donde relucía un trébol de cuatro hojas sobre un fondo blanco enmarcado en un rombo cuadrado. ¿Fue buena suerte?, se preguntó.

Hacía algunos años que la gran guerra en Europa había llegado a su fin, y con la firma de diversos tratados de paz también llegó la prosperidad a los países victoriosos, salvo a uno, Italia. Ahí la sensación de victoria estaba mutilada, los más de dos millones de italianos muertos, heridos o capturados pesaban en el pueblo como lastre. Francia e Inglaterra habían desconocido el Pacto de Londres de 1915, en el que en caso de una victoria aliada, se anexarían al reino italiano los territorios del Imperio austro húngaro: la región de Tirol, el litoral austriaco, el norte de Dalmacia y algunas colonias en África y Asia. Ahora se hablaba de que apenas se incorporarían los territorios de Trentino, el Tirol del Sur, Trieste, Istria, los puertos de Dalmacia, el Friuli y ningún territorio del continente africano ni asiático. También estaban las revueltas de obreros al norte del país lideradas por un Benito Mussolini, que se expandieron desde la región de Piamonte hasta llegar a la Lombardía y que afectaron sobre todo a las fábricas automotrices. Todas estas manifestaciones inspiradas por los movimientos soviéticos de la época, pero con un tinte más de anarquista que socialista, trajeron más desestabilidad a un país de por si endeble. En la Primera Guerra Mundial, Italia había sido el perdedor de entre los países victoriosos.

Esta era la Italia en la que Ugo vivía de correr motos y autos. Él no se caracterizaba por osadas maniobras ni por romper récords de vueltas rápidas. Cauteloso en los rebases y notable en conocimiento de mecánica; cualidades muy valuadas en escuadras de poco presupuesto y que le valieron asientos en los equipos Officine Turkheimer Automobili e Velociped, De Vecchi Strada & Co y Costruzione Meccaniche Nazionali o CMN, como sus hinchas lo ubicaban. Desafortunadamente, esos atributos no lo habían llevado, hasta entonces, más allá del segundo lugar.

En Milán, donde vivía con su esposa Marcella y sus hijos Riccardo y Renato, Ugo se encontró con un viejo amigo en un bar de la Via Orifice, donde aficionados del automovilismo se reunían a hablar de las hazañas de los pilotos Ferenc Szisz y Vicenzo Lancia mientras bebían vino tinto de la Toscana. Enzo, como se llamaba su amigo, un frustrado ingeniero mecánico, estaba de paso en la ciudad para vender el armazón de un carruaje de caballos a una empresa ítalo argentina que había pagado una cuantiosa cantidad de liras para ponerle motor y revestirlo en coche. Tras la guerra, Enzo había buscado trabajo en el ramo automotriz, probó suerte en la fábrica de Fiat, esto a tan solo de unos meses de que la huelga en la planta estallara y su solicitud de empleo fuera olvidada, por lo que terminó aceptando la chamba de transportista que le ofreció un carrocero de nombre Giovannoni en Turín. Sin embargo, la mala suerte lo perseguía desde antes. Durante la guerra se había incorporado al tercer regimiento de artillería de montaña, en el que ansió desempeñarse como mecánico en razón de sus estudios ingenieriles, pero tuvo que conformarse con herrar a las mulas que transportaban víveres en el frente alpino. Fue la misma gripa que había matado a su padre y hermano, ambos de nombre Alfredo, la que provocó fuera dado de baja del ejército italiano.  

Tú, mi querido Enzo, no eres ningún vendedor de carrozas, seguro te cruzaste con un gato negro y ni te diste cuenta, – le dijo el supersticioso Ugo, – así que te voy a hacer una oferta que cambiará tu suerte.

¿De qué se trata amigo? – preguntó Enzo que se olía un oferta laboral cocinándose, sin que sus ojos saltones delatarán la emoción.

Quiero que seas piloto de pruebas en CMN. – La oferta de Ugo era atrevida, él no gozaba esa clase de potestades en el equipo, pero sí de las suficientes como para conseguirle una entrevista con el jefe de ingenieros, Piero Combi – lo demás depende de ti – agregó Ugo como advertencia. – ¿Por favor recuérdame tu apellido para avisar que te presentas mañana para entrevista?

– Claro. Ferrari. Enzo Anselmo Ferrari, le dijo con orgullo.

CONTINUARÁ…

Said Farid Nasser Guerra
Said Farid Nasser Guerra
Abogado leonés especialista en derecho corporativo. Activista desde muy joven en la protección de animales. Actualmente se desempeña en el área jurídica de la empresa ABInBev. “Panza Verde”, apasionado por la lectura, el futbol, la bicicleta de montaña y la Fórmula 1.

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