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viernes, abril 26, 2024

Saliendo con una estrella (parte I)

Lo ocurrido a Federico Icaza en un hotel de la playa oaxaqueña de Zipolite fue una experiencia de la que todos hemos soñado o fantaseado, mas pocos realizado: pasar la noche con una superestrella.

Sensato sería asumir que Federico ya estaba inmiscuido en el mundo del espectáculo y por ende en frecuente contacto con actrices y cantantes, pero lo cierto es que él que también era una estrella de su propio mundo; claro que uno de otra galaxia donde los concursos de algebra equivalen a seguidores en la red social de Instagram. Durante sus estudios de bachiller, resaltó no sólo por sus extraordinarias notas, sino por su timidez, apoques y escasas habilidades comunicativas. Eso y su caricaturesco físico que se asemejaba al de Shaggy Rogers de la caricatura Scooby Doo fueron las razones por las que su adolescencia fuera difícil por no decir traumática, sobre todo en el trato con el sexo opuesto. Trauma que logró superar parcialmente cuando cumplió veinte y sus escuálidos huesos se alargaron de manera armoniosa con el resto de su cuerpo: piel blanca; cabello castaño, ondulado y tan largo que llegaba hasta sus hombros; ojos azules y los que a través de los cristales de sus anteojos, se engrandecían considerablemente. Haciendo de él un joven inteligente y relativamente guapo; virtudes codiciadas entre cualquier joven universitaria que prefiriera una noche de libros a una de clubes nocturnos. Estudiaba el segundo año de matemáticas aplicadas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y su mente y tiempo los ocupaba con números y fórmulas. Ocupación que lo hizo representante de México y la UNAM en la Olimpiada Iberoamericana de Matemática Universitaria. De ahí que fuera una celebridad entre los amantes de los números.

Provisto de su mejorado físico y con la confianza que le daba haber ganado dicha olimpiada, Federico se decidió a buscar las experiencias juveniles que como estudiante de bachiller nunca tuvo. Y en sus compañeros de carrera fue que las encontró, descubriendo con ello una nueva pasión: los videojuegos. Pero él no era el único que buscaba algo. Su padre, Claudio Icaza —a quien lo afligía un sentimiento de culpa por haber estado ausente durante la infancia de su único hijo—  constantemente intentaba comprar su amor con costosos objetos; prueba de ello era una Grand Cherokee de ocho cilindros que lo único que acumulaba en el odómetro era polvo y ningún kilometro. Gasto que el bienintencionado Claudio pudo haberse ahorrado si hubiera estado en casa el día en que Federico se escapó de ella para manifestarse en el Zócalo capitalino por los altos niveles de contaminantes registrados en el Valle de México. Ahora que Federico se había ido de casa, lo invitaba constantemente a pasar algún fin de semana juntos en cualquiera de los hoteles boutiques que él dirigía y que estaban regados a lo ancho y largo del país.

Puedes traer a tus amigos o una amiga si es que quieres—, ofreció Claudio, mientras que al otro lado del teléfono Federico fruncía el entrecejo.

Pa, la próxima semana tengo examen de cálculo. ¿Podríamos hacerlo en otra ocasión?—, se excusó Federico una vez más. La excusa del examen se repetía cada semana; lo único que cambiaba era la asignatura.

El tiempo que pasaba jugando videojuegos apenas repercutió una o dos décimas en las notas de Federico y mejoró notablemente su vida social. Se hizo amigo de dos muchachos de su clase con quienes competía por las mejores notas: los mellizos Luna de nombres Ulises y Tonatiuh. Competencia que se antojaba injusta considerando que ellos vivían en San Miguel Topilejo y que gran parte de su tiempo lo dedicaban en ir y venir a la UNAM, valiéndose del no tan eficiente transporte público de la Ciudad de México. Por otro lado, a tan sólo unos minutos de la universidad, en un departamento de lujo en la colonia Pedregal vivía Federico. The Pack (La Manada) —como los tres amigos se autodenominaron— pasaba las noches de viernes en vela jugando el videojuego Age of Empires en el departamento de Federico. El que equipado con tres pantallas de alta resolución hacían de éste el lugar predilecto para desahogar su pasatiempo. Los de San Miguel Topilejo eran de cuerpo relleno y huesos cortos; el cabello lacio de Ulises caía en forma de hongo hasta sus cejas, mientras que el de Tonatiuh llevaba un corte militar; era la única forma de diferenciarlos. Las dulces mieles de la camaradería hicieron a Federico recapacitar su negativa a las invitaciones de su padre.

¿Qué onda pa?—, saludó efusivamente Federico a través del teléfono, sorprendiendo gratamente a su padre, quien tras ponerse al día con su primogénito, lanzó su habitual invitación:

Oye mijo. Me imagino que vas a estar muy ocupado con tus exámenes, pero me gustaría invitarte la semana santa a la inauguración de un nuevo hotel en Oaxaca ¿Te animas? —, preguntó Claudio.

Va. ¿Puede venir The Pack?—, dijo Federico.

The what?—, preguntó Claudio confundido.

Mis amigos de la uni pa: Ulises y Tonatiuh—.

Encantado de conocerlos. Paso por ustedes el sábado en el ale de Toluca —, agregó Claudio refiriéndose a la sección de Aerolíneas Ejecutivas del Aeropuerto de aquella ciudad,  donde se ubican los aviones privados.

Así que en el día fijado, The Pack estaba a bordo del Pilatus PC 24 que volaba el mismísimo Claudio en dirección al aeropuerto de Oaxaca. Los de San Miguel Topilejo, lejos de estar impresionados por la aeronave de nueve millones de dólares en la que se estrenaban como pasajeros del cielo, centraron su atención en los audífonos de aviador que cancelaban el ruido externo en su totalidad.

¿Nos los llevamos pa echar la reta del Age en la playa o qué?—, preguntó Tonatiuh a través del micrófono y usando un tono burlón.

A ver: vamos a la playa, a disfrutar del sol, la arena y el mar. No a sentarnos frente a una pantalla y jugar, advirtió Federico con fiereza mientras pasaba la página de un ejemplar de la revista Vogue.

Continuará…

Said Farid Nasser Guerra
Said Farid Nasser Guerra
Abogado leonés especialista en derecho corporativo. Activista desde muy joven en la protección de animales. Actualmente se desempeña en el área jurídica de la empresa ABInBev. “Panza Verde”, apasionado por la lectura, el futbol, la bicicleta de montaña y la Fórmula 1.

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