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jueves, abril 25, 2024

You and me: enamorándose en el Corona

A mis lectores,

Me disculpo por interrumpir el cuento de las Memorias de una soldado roja, pero el fin de semana pasado, con motivo del festival de música en la Ciudad de México, un gran amigo (en lo sucesivo “él”) asegura haber encontrado y perdido el amor de su vida, todo en el lapso de una hora, por lo que me pidió contar su historia.

 

Reloj digital Casio con correa de plástico, celular con teclado análogo y cangurera; ésos eran los accesorios que llevaba Paula cuando la conoció en el escenario Doritos. El concierto en turno era del australiano Flume.

Tres amigos y él se colocaron en la explanada a un costado de los basureros que servían como punto de reunión entre los casi cien mil asistentes al segundo día del festival de música que se celebró en el Autódromo Hermanos Rodríguez. Atrás de ellos, cuatro mujeres sentadas en círculo pasaron desapercibidas, mientras bebían vodka sabor tamarindo y se burlaban de los pormenores de la vida. Cuando se encendieron las luces que anunciaban el inicio del espectáculo, ellas se pararon para encontrarse con el largo de los cuerpos de él y sus amigos, lo que les impidió la vista al escenario. Elías, el más caballeroso de los cuatro, les ofreció pasar por delante y aprovechó para iniciar una conversación con una de ellas —de nombre Isabela— de la que poco recuerda por cortesía del alcohol. Él, por su parte, ignoró la charla que se iniciaba y se concentró en la música. Envalentonado con el calor de las masas, cerró los ojos y comenzó a bailar y brincar con los brazos extendidos tan alto como podía, llevándose a quien se pusiera en su camino. Cuando el trance acabó o el cansancio le ganó, abrió los ojos y esperó encontrarse con los ceños fruncidos de los alcanzados por sus pies, codos y brazos. Con sorpresa, encontró a su lado a otra de las cuatro niñas: de cabello castaño que acariciaba sus hombros, pobladas cejas que coronaban sus ojos cuyo color permanecía en misterio; el rubor de sus mejillas resaltaba el blanco de su piel y gruesos labios que escondían una sonrisa que apenas se dibujaba en su comisura. Eso y sus torpes, pero agraciados movimientos, lo dejaron hipnotizado, así que cuando terminó la canción y ella finalmente descubrió sus ojos, se encontró con él a medio babear. Lanzó una pícara sonrisa, mientras fijaba su mirada en la de él, señal que este interpretó como un acuse de recibo de su amor. Quizás recíproco.

Intercambiaron pocas palabras entre canciones, sólo las suficientes para saber que ella era de Guadalajara y que su nombre era Paula. También aprovecharon la oportunidad de bromear respecto a sus atuendos: él, calificó de hípsters a los accesorios de Paula, sobre todo la cangurera amarrada a su cintura, y ella, por su parte, contratacó con mucho ingenio únicamente señalando los estirados calcetines de color que recorrían las piernas, por cierto impares. “Buena respuesta”, pensó él.

En fin, cada canción la bailaron y brincaron cual lunáticos. No obstante los torpes movimientos de sus cuerpos, jamás chocaron, sólo sus manos se rozaban una con la otra, hasta que por efecto del magnetismo se tomaron con fuerza de ellas. El desenfrenado baile continuó hasta la última canción. Tomado de su mano y parecer lunático, le parecía grandioso, hasta normal, como si no importara que lo fuera, mientras fueran ella y él. Curioso que el nombre de la última canción que bailaron, era “You and me”.

Terminó el espectáculo y se separaron por culpa de sus amigos quienes los jalaron a otros conciertos: los de él, hacia el de Billie Eilish y los de ella, al de Keane. Le dio apresuradamente su número telefónico, el que Paula anotó en ese celular que parecía salido de caja de cereal y él esperó que la saturada señal de teléfonos les diera un respiro para que la llamada entrara, misma que a la fecha, él sigue esperando.

Said Farid Nasser Guerra
Said Farid Nasser Guerra
Abogado leonés especialista en derecho corporativo. Activista desde muy joven en la protección de animales. Actualmente se desempeña en el área jurídica de la empresa ABInBev. “Panza Verde”, apasionado por la lectura, el futbol, la bicicleta de montaña y la Fórmula 1.

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