Paola Fernanda R. Casasola
Isabel, princesa Palatina de Bohemia, y René Descartes tuvieron un importante intercambio intelectual a partir de una relación epistolar caracterizada por el análisis de problemas filosóficos que buscaban dilucidar por esta vía, como puede constatarse en sus cartas. A pesar de las diferencias entre ellos ─de edad, género, nacionalidad, estrato socioeconómico─ compartieron varios intereses, al grado de que el filósofo le dedicó su obra Los principios de la filosofía:
A la Serenísima Princesa Isabel, primogénita de Federico, Rey de Bohemia, Conde palatino y Príncipe Elector del Imperio.
Señora:
El fruto más valioso que he obtenido de los escritos publicados hasta ahora, ha sido el haber obtenido el honor de ser conocido por Vuestra Alteza con ocasión de su publicación y el haber podido conversar ocasionalmente con Vos; esto me ha permitido apreciar en Vuestra Alteza cualidades tan dignas y tan poco comunes que estimo rendir un servicio a la humanidad al proponerlas como ejemplo a la posteridad.[1]
Puede apreciarse el respeto y admiración que Descartes tenía por la princesa, hecho que resulta poco común en el contexto de esta relación. Es decir, tenemos que situarnos en la Europa del siglo XVII, donde comúnmente las mujeres no tenían acceso a las discusiones filosóficas y a la vida intelectual; sin embargo, la filosofía cartesiana se leía y discutía en círculos de mujeres aristócratas.
La filosofía cartesiana se caracterizó por ser una filosofía incluyente, el mismo Descartes decía con relación al Discurso del Método que deseaba que su obra fuera inteligible para las mujeres,[2] algo poco común en su tiempo. Esto puede constatarse al revisar importantes conversaciones filosóficas que nuestro filósofo mantuvo con mujeres ─como la princesa Isabel o la reina Cristina de Suecia─ a quienes reconocía públicamente sus capacidades intelectuales, como podemos apreciar líneas arriba.
Su sistema filosófico propone un pensamiento autónomo que se constituye de forma individual, considerando a la razón como una facultad universal, la distinción que hace entre alma y cuerpo nos permite pensar en el alma como una sustancia asexual.[3] Esta última característica permite entonces que se considere a las mujeres como sujetos pensantes, ya que, al igual que los hombres, poseen un alma, cuyo atributo principal es el pensamiento.
Recordemos que para Descartes existen dos sustancias distintas creadas por Dios que conforman a los seres humanos: alma −sustancia inmaterial y eterna− y cuerpo −sustancia material, corruptible−. Las interrogantes más comunes que le hicieron sus contemporáneos y que hasta la fecha se plantean en torno a este dualismo son ¿cómo podemos entender la conformación de un sujeto a partir de dos sustancias distintas? Y, además, ¿cómo una sustancia inmaterial puede establecer un vínculo con una sustancia material?
Esta última pregunta fue formulada a Descartes por Isabel de Bohemia, considerando que, si el alma es sustancia inmaterial, y por lo tanto no es extensa, ¿cómo podría ser causa de movimiento de la sustancia extensa, es decir, del cuerpo? En su carta fechada el 20 de junio de 1643 ella escribe: “me sería más fácil otorgar al alma materia y extensión, que concederle a un ser inmaterial la capacidad de mover un cuerpo y de que éste lo mueva a él”. Descartes le contesta el 28 de junio del mismo año que considere que podemos “otorgar al alma sin reparos la materia y la extensión dichas, pues concebirla unida al cuerpo no es sino eso”;esta frase podría contradecir todo lo que ha planteado anteriormente en varias obras, sin embargo, añade que, aunque podemos atribuir extensión al alma, hay que considerar que dicha extensión no es igual a la que podemos encontrar en el cuerpo ya que la materia sería de naturaleza distinta. Ante esta respuesta, Isabel insiste sobre el mismo problema, y escribe el 1° de julio de 1643:
[…]me mueve a pensar que el alma tiene propiedades que no conocemos y pudieran, quizá, trastocar esa carencia de extensión del alma de la que, con sus excelentes razones, me convencieron vuestras Meditaciones metafísicas.[4]
Resulta brillante esta salida al problema planteado, pues al no encontrar una explicación satisfactoria y lógica desde el terreno de la física, ni desde la metafísica cartesiana explicada por el mismo Descartes, entonces, sería conveniente pensar que “el alma tiene propiedades que no conocemos y pudieran, quizá, trastocar esa carencia de extensión del alma”. La idea resuelve el problema si asumimos que no entendemos del todo estas propiedades del alma que permiten los movimientos de una sustancia inmaterial a una material y viceversa.
En la respuesta de Isabel, podemos observar lo siguiente: su pensamiento filosófico cartesiano, donde la duda es la base para toda reflexión; además, lo importante que le resultaba tener claridad sobre los conceptos y los mecanismos explicativos; un aspecto que podemos reconocer en otras cartas con Descartes donde se aborda el tema de las pasiones o de la resolución de ciertos problemas matemáticos
Así, la correspondencia entre estos dos filósofos es clara evidencia del ingenio de Isabel para confrontar y cuestionar a René Descartes, también da cuenta de la disposición de éste para explicar y repensar sus propias ideas, así como de la importancia del diálogo filosófico para la reflexión ─punto de partida para el pensamiento y algunos escritos, como Las pasiones del alma (1649) ─, y, finalmente, rescata la importancia que atribuía el filósofo francés al pensamiento de una mujer.
Bibliografía
Descartes René, Los principios de la filosofía, Biblioteca de los Grandes Pensadores, Editorial Gredos, 2011.
Descartes René, Reglas para la dirección del espíritu, Investigación de la verdad por la luz natural, Discurso del método, Las pasiones del alma, Tratado del hombre. Colección Grandes Pensadores, Volumen I, Gredos, España, 2011.
Descartes René, Meditaciones metafísicas, Conversaciones con Burman, Correspondencia con Isabel de BohemiaColección Grandes Pensadores, Volumen II, Gredos, España, 2011.
-Pellegrin Marie-Fréderique, “Cartesianism and Feminism”, En Steve Nadler (coed.) The Oxford Handbook of Descartes and Cartesianism, Oxford University Press, U.S.A., 2019.
Citas
[1] Descartes René, Los principios de la filosofía, Biblioteca de los grandes pensadores, Editorial Gredos,España, 2011, p. 3.
[2] Cfr. Pellegrin Marie-Fréderique, “Cartesianism and Feminism”, The Oxford Handbook of Descartes and Cartesianism, Oxford University Press, U.S.A., 2019 p. 1
Con relación a esta idea, la autora está haciendo alusión a una carta de Descartes a Vatier, fechada el 22 de febrero de 1638.
[3] Ibídem p. 4
[4] Carta de Isabel a René, En: Descartes René, Meditaciones metafísicas, Conversaciones con Burman, Correspondencia con Isabel de Bohemia Colección Grandes Pensadores, Volumen II,, Gredos, España, 2011, p. 321.