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miércoles, abril 24, 2024

El hombre invisible (2020)

Una de las fotos más penosas dentro de la industria del cine fue la que se publicó el 22 de Mayo del año 2017; en ella vemos a un grupo de famosos que incluyen a Sophia Boutella, Tom Cruise, Javier Bardem, Russell Crowe Johnny Depp anunciando con bombo y platillo la llegada de un universo oscuro:

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Si la foto es penosa es porque Universal Studios en su total ceguera avanzó con un proyecto del que se imaginaba resultados a la par del concretado por Disney y su MCU. No es que la idea de un universo compartido de los Monstruos Universal sea una mala idea por sí sola… el pasado de los monstruos demostró que la gente está dispuesta a pagar para verlos compartir escena, y yo en varias ocasiones he soñado los alcances de un mundo con estos personajes -que son de mis favoritos- en un estilo gótico y de alto presupuesto, el problema yació en que Universal Studios planteo en La momia (Alex Kurtzman, 2017) un primer filme mediocre de parte de una de las figuras que a pesar de falla tras falla, sigue rondando en grandes proyectos por compañerismo y no por entender la esencia del material que trabaja. Las proyecciones de La momia fueron recibidas por indiferencia a nivel mundial, y con ello otro intento en la lista de Universal Studioen querer revivir a sus personajes ícono.

Claro que con ello las oportunidades de obtener dinero fácil a través de la referencia no se van a evitar, y este año tenemos el nuevo planteamiento de sus monstruos, sólo que en esta ocasión el presupuesto es minúsculo a comparación del intento pasado y desvanece toda intención de hacer cruce con los otros íconos de la franquicia… situación que parece extraña ante ojos modernos que todo quieren materializar en universos compartidos y cinemáticos. Esta exclusión de un universo más grande y comercial le da carta blanca a Leigh Whannell, quien decide trasladar a el Hombre invisible a un territorio más fresco que el de todas las interpretaciones que antes había tenido el personaje.

Esto puede llegar a ser un elemento detractor depende de la perspectiva de la audiencia, porque si bien es cierto que en esta ocasión el personaje del hombre invisible adquiere sus habilidades no a través de un experimento fallido y ni siquiera es el protagonista de su propia película, Whannell decide esto a favor de varios elementos que le interesan más que la representación de un antihéroe como lo fuera el epónimo hombre que no se ve. La construcción de este en toda la franquicia siempre fue con una diabólica pregunta al aire que se hacía a la audiencia, de pensar en qué harían si se tuvieran las habilidades de Griffith, quien termina consumado por sus aspiraciones de poder además de un efecto secundario en su fórmula científica que le hace perder la cordura.

El nuevo Griffith es un genio de la tecnología, pero uno al que Whannel -después de todo escribe el proyecto además de dirigir- desde un inicio lo muestra como un ser detestable y carente de sanidad mental, un hombre que a diferencia del planteamiento revoltoso de Claude Raims, es un ser manipulador. Este hombre invisible temática y conceptualmente ni siquiera aparece durante mucho transcurso del filme porque sus consecuencias y resquebrajamiento mental son su gran legado,  que ha dejado a través de Cecilia, interpretada con gracia por Elizabeth Moss., a quien literal trata de sobrellevar las complicaciones de una relación infernal presentes en su día a día, demonios a los que sólo ella le puede dar forma y sentido ante la mirada perpleja de nadie quien parece entender su condición.

Es un retrato muy humano y palpable de lo que muchos de nosotros hemos llegado a pasar… claro que esta es una película de horror, y estas nociones del subtexto aparecen en literal en su afán de encontrar a este espectro a través de secuencias que son de larga duración, porque la película sabe su juego y trata de ofrecerle a la audiencia una sensación de incomodidad que a veces es delatora, otras ocasiones es sutil.  Es un juego muy básico que Whannel aprendió con mucha gracia de la película clásica de James Whale aunque no lo parezca, porque en ella el personaje de Griffith llegaba a salirse con la suya a pesar de los esfuerzos policiacos de intentar capturarlo, al final advertiendo su presencia a través de una víctima aterrada por su voz y nada más.

Y para ser un juego tan simple, sabe llevar a los extremos del gato y el ratón en secuencias cada vez más elevadas con violencia… eso sí, más contenidas que en la maravillosa Upgrade () del mismo director, porque aquí atiende a las restricciones de un estudio que piensa vender esto a una clasificación alejada de un filme para adultos. A pesar de ello, El hombre invisible no tiene muchos tapujos en estos elementos, ofreciendo exactamente lo que promete en un filme que para planteamientos modernos del horror, sabe contenerse y sabe premiar a su audiencia.

El hombre invisible es una gran interpretación de los elementos que su director encontró como los más interesantes a tratar en una revisión, y que lejos de querer hacer un remake apegado a la nostalgia, construye una película que habla sobre temas igual de universales que la ensoñación de la locura del hombre en manera desmedida, claro que esto va a detener a puristas dentro del tema de los personajes que siempre esperan ver el acatamiento de los clásicos como los que plantearon el mundo del horror que ahora conocemos, pero ¿No fueron acaso estos filmes los que también tuvieron que plantear una revisión a través de textos clásicos e imponentes que los miraban con desprecio al tratarse de un arte relativamente moderno?

Prefiero mil veces estas interpretaciones personales y funcionales, que seguir la oleada de excreciones de parte del ratón que devora empresas cinematográficas…. concepciones valientes dentro de un mundo cada vez más cerrado ante estas ideas.

 

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