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jueves, marzo 28, 2024

El lado oscuro de las coaliciones

No podemos entender a las coaliciones sin tener en mente a Cuauhtémoc Cárdenas, quien, en 1988, entre un posible fraude y el “se cayó el sistema”, formó el cunero del Partido de la Revolución Democrática, con su coalición Frente Democrático Nacional, para contender por la Presidencia de la República, coalición integrada por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, el Partido Social Demócrata, y el Partido Popular Socialista.

Año dos mil, parteaguas en la historia nacional e internacional, por primera vez se transitaba de los 70 años de hegemonía a una falsa esperanza de democracia. En la boleta electoral a la Presidencia de la República, por segunda ocasión, se podía leer, agrupados en partidos, el mismo nombre: el PAN, fue en coalición con el PVEM, con Vicente Fox y su coalición “Alianza por el Cambio”; y el PRD, con el PT, Convergencia, Alianza Social y la Sociedad Nacionalista abanderaba a Cuauhtémoc Cárdenas, con la coalición Alianza por México. En tanto, el PRI fue solo, con Francisco Labastida. En el 2006, el PRI pensó aprender del error, y se alió con el PVEM, con Roberto Madrazo protagonizando el primer tercer lugar del Revolucionario Institucional, con la coalición que llevaba el mismo nombre del candidato perredista de las elecciones del 2000: Alianza por México. En su primera candidatura, Andrés Manuel López Obrador se postuló con la coalición Por el Bien de Todos, integrada por los partidos PRD, PT y Convergencia. Y el PAN, fue y ganó (con apenas poco más de .5% de los votos) solo con Felipe Calderón. En las elecciones del 2012, la coaliciónCompromiso por México, con Enrique Peña Nieto al frente, la integraba el PRI en coalición con el PVEM. López Obrador, en su segunda (y de nuevo como segundo), encabezaba la coalición Movimiento Progresista, formada por la alianza PRD-PT-Movimiento Ciudadano. El PAN, de nuevo solo.

Pero fueron las pasadas elecciones de 2018 en donde hubo una clara tendencia de los partidos políticos para impulsar coaliciones. Tres de los cuatro candidatos integraron coaliciones, con los nueve partidos políticos entonces con registro. Competir solo ya no resulta atractivo ni viable en la contienda político-electoral. Desde luego, a los partidos políticos no les alcanza con su propio capital para ganar una elección.

Las fórmulas político-electoral impensables fue la única opción a nivel municipal, estatal y federal, para las instituciones políticas, para hacer frente a un contexto donde se apreciaba más existencia de candidaturas independientes, austeridad en el financiamiento del proceso electoral, y un severo abstencionismo y desconfianza en las instituciones. Las ideologías, convicciones e incluso, las propuestas y exigencias de militantes de todos los partidos, se vieron ignoradas por la competencia con otras fuerzas políticas. Y es que sólo así pueden.

Caos en la selección de candidatos, renuncias a militancias, traiciones, y repartos de espacios y cargos fueron el reflejo de la nueva etapa política de México en las candidaturas a la Presidencia de la República: el pragmatismo político bajo las premisas del modelo partido atrapa todo (“catch all party”), carentes por completo de ideologías y con inmensa incertidumbre en la agenda política.

Sin duda, las incongruencias ideológicas, la falta de memoria histórica, la pérdida de proyecto estructural, la crisis de representación política, la ausencia total de principios, ideologías o de identidad política, es lo que caracterizó a este tiempo de coaliciones, que se extendió en las elecciones locales de 2019. Esta situación, limita desde luego la participación política de la ciudadanía que quisiera participar en la vida política, ya que estas coaliciones reducen las posibilidades y los espacios de representación. Aparentemente es cuestión de pura aritmética: a mayor número de candidatos, menos votos para cada uno y se corre el riesgo de la derrota; sin embargo, va más allá: las coaliciones reflejan muy bien la naturaleza de la polarización del país.

Si la historia político-electoral mexicana nos ha demostrado que (al menos en el poder) no ha existido una izquierda, la única oportunidad que se tuvo, en 2018, de poder tenerla, se esfumo gracias a las coaliciones. El tener dentro de la boleta alianzas político-electorales con partidos históricamente antagónicos en su estructura, principios y propuestas, como las fórmulas PAN-PRD y MORENA-PES, nos cuesta tratar de interpretar en temas progresistas y liberales, sensibles al discurso y práctica política; y esto, nos lleva a una incertidumbre política en la agenda política o legislativa, lo que les conduce a los tomadores de decisiones a un abismo ideológico.

Las coaliciones no han sido entendidas desde la perspectiva de gobernanza que, como hemos visto, nunca se ha cumplido porque lo que les interesa es el poder, no compartirlo. Los partidos políticos con menos fuerza electoral pueden lograr mucho, pero siguen quebrantando la democracia. Con este tipo de alianzas perdió Morena y el PAN. Pero sólo así, perdiendo de esa forma, pueden ganar. ¿Pero qué y cuánto ganamos la ciudadanía?

 

Alejandro Domínguez
Alejandro Domínguez
Alejandro Domínguez es abogado por la Universidad de Guanajuato. Cofundador y codirector de Gentileza A.C., asociación civil guanajuatense enfocada en el trabajo con programas y proyectos alineados a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU. Twitter: @alexdom1

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