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viernes, abril 19, 2024

En la crisis, propaganda

Lugar común es que la política miente.

Los políticos tienen un prejuicio, uno de trascendencia más allá de sus encargos: hacerse de renombre en la memoria histórica. Pero los prejuicios, que todos tenemos y tratamos algunos de domeñar, en política producen fenómenos indeseables. El mayor de ellos es establecer una causa y llamar al heroísmo por ella. Todos los ismos dan fe de sus calamidades. Levantar banderas para que los militantes se sacrifiquen de una y mil maneras es harto conocido. Sus resultados, también: frustración, fracaso y, quizá, algún gajo épico por la causa. Hoy solo quedan rezagados y nostálgicos de esas epopeyas fallidas.

Ahora lo que tenemos son esos ávidos de popularidad, ansiosos del raiting, de los likes y de miles o millones de seguidores virtuales. La fama construyéndose a golpes de clicks y del dinero público. Imágenes al por mayor circulan con las efigies de cuanto político ansía la popularidad y la fama. Y las crisis se convierten en las mejores oportunidades para aprovecharse y atiborrarnos de sus dientes, axilas y señas de identidad ficticia. Más allá de la indecencia en la que incurren es que, para no variar, violan las leyes. El artículo 134 constitucional dice que “La propaganda, bajo cualquier modalidad de comunicación social, que difundan como tales, los poderes públicos, los órganos autónomos, las dependencias y entidades de la administración pública y cualquier otro ente de los tres órdenes de gobierno, deberá tener carácter institucional y fines informativos, educativos o de orientación social. En ningún caso esta propaganda incluirá nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personalizada de cualquier servidor público”. Pero todos lo hacen a costa del erario…

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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