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martes, abril 23, 2024

Primero lo destruimos…

Estimado lector, me refiero al estado mexicano. El presidente y sus tribus aliadas tienen una tarea delirante; destruir todo lo que esté a su alcance para evitar que sus “adversarios” reaccionen y tengan la posibilidad de rescatar las instituciones que han sido fruto de la vida democrática del país.

Mientras la nación mexicana fue un botín que se debatían los militares que quedaron vivos después de la revolución, desde un instrumento de democracia como lo fue el PRI se trabajó con acuerdos y desacuerdos, pero en la dirección de regresar a la sociedad, es decir, a los civiles, las incipientes instituciones democráticas, empezando por la educación y la salud en el país y por incipiente que fuera empezaron a nacer instituciones.

Desde el PRI se operó con las instituciones liberales y le ofrecieron alternativas de participación a los militares, especialmente a los que se apostaron a la sucesión y herencias revolucionarias; estados del país siguieron siendo, por años, “bastiones” reservados a los militares y siguieron gobernando generales en retiro, otros tuvieron que buscar opciones en el PARM y otros más solamente esperaron a que se diera alguna oportunidad de desempeñar algún cargo, casi siempre relacionado con temas de seguridad.

El PRI en todas sus versiones de la evolución histórica, fue un espacio de simulación política, pero empezaron a aparecer civiles en las posiciones de poder, es verdad que tomaron algunas décadas, pero las nuevas generaciones de militares asumieron que sus tareas estaban en los cuarteles y asumiendo las responsabilidades de la soberanía nacional.

Sin militares pero en el PRI se quedaron las simulaciones, los controles políticos por los grupos hegemónicos, las operaciones desde el control central del poder, las acciones desde la sociedad para vivir en democracia seguían padeciendo las consecuencias de la simulación democrática, no madurábamos como organización social, no se respetaban los resultados electorales, teníamos instituciones que se operaban desde el poder central mismo, seguía siendo un anhelo la democracia y la oposición luchaba por ella, siguió habiendo crisis políticas.

Los opositores al gobierno desde todos los frentes buscaron por años los espacios de participación política y se mantenía la esperanza de “abrir al sistema político mexicano” a base de participación ciudadana.

No había precisamente un bloque opositor, tampoco un frente. en realidad, el sistema político se desmoronaba ante la insistencia de la sociedad y los grupos operadores de la política que le fueron abriendo “boquetes a base de golpes de democracia “.

Los controladores de la política en el país perdieron posiciones, el gobierno monolítico del PRI se desvanecía y la oposición por la derecha encontró respuesta en la sociedad, con las reformas y la aparición de códigos electorales se generaron los espacios que despertaron a todos los opositores. por fin habría una representación proporcional en los poderes legislativos, en los ayuntamientos y desde luego la posibilidad de conocer nuevos liderazgos diferentes a los del PRI, entre ellos, los que surgieron dentro de las disidencias del mismo partido en el poder y por supuesto los que se fraguaban desde la oposición.

Quienes controlaban el poder desde el gobierno central buscaron alternativas de vinculación con las izquierdas en modelos socialdemócratas, desde la segunda y tercera internacional. creo que, con dificultades de comunicación política, pero se abrían espacios para “digerir” al sistema a dirigentes de izquierdas o militantes del viejo sistema que buscaron “sus antecedentes en una izquierda opositora al sistema, pero argumentando como ingresar a la nómina del poder gubernamental.

En contraste los liderazgos opositores por la derecha se entusiasmaron con la idea de sacar al PRI del gobierno, de sacar al PRI de los pinos.

Apenas se dan los primeros signos de transición democrática, es decir, gobiernos electos en las urnas, sin trampas (al menos con dificultades para demostrarlas) cambios definitivos en los poderes legislativos y ejecutivos, no estoy seguro que el poder judicial, por lo menos no hasta ese momento.

La transición democrática le abre espacios al control casi total en el gobierno de la ciudad capital del país a la izquierda que venía de una combinación de disidencia del viejo sistema y la formación de una izquierda democrática. Aquí se incuba la formación de nuevos grupos políticos en disputa por el poder, teniendo a su alcance los recursos para operar una alternativa que se compone por los liderazgos que se formaron en el viejo molde del sistema político mexicano junto a una izquierda que se debate entre la lealtad a sus valores democráticos y el costo de oportunidad de dejar sus controles políticos en la capital para ir por cuarta vez a ganarle la elección al nuevo PRI con activos y estrategias del viejo PRI.

Con el argumento político más rentable: la corrupción gubernamental. En el MORENA de hoy se conjuga el viejo PRI con sus controles políticos, con su corrupción, con su operación política, la izquierda burocrática, la que ha transitado por los poderes legislativos aprovechando los espacios plurinominales, más corrupción y el perfil de un autócrata que quiere de regreso al partido hegemónico, con el control total del poder, que detesta a los otros poderes si no se le subordinan, que durante cuatro años ha destruido las instituciones democráticas con las que se debiera atender a una nación que tiene en las peores condiciones el sistema de salud, que tiene aprobado por sus legisladores no asignar recursos al sistema educativo, ni para instalaciones dignas para los maestros y los alumnos del país.

Estamos en la antesala de un gran conflicto por las obsesiones del autócrata que despacha en el Palacio Nacional que plantea una regresión en todos los sentidos políticos, al precio que sea porque sus planes de sucesión y seguir controlando la corrupción gubernamental está en riesgo por el despertar de ciudadanos que ven como intolerable un presidente que si bien fue electo conforme a las reglas vigentes; ha resultado una decepcionante experiencia para los ciudadanos, especialmente los que creyeron que, en efecto, estaba llegando al fin la corrupción, que ha sido signo inequívoco de la presencia de grupos con intereses económicos y muy distantes de ofrecer sus capacidades en dirigir una sociedad que ha padecido por décadas la ausencia de ética en muchos servidores públicos sumado a grandes vacíos en las leyes mexicanas pero sobre todo, a servidores públicos corruptos.

El presidente quiere un INE a modo, como era antes; donde nadie se queje si las cosas no salieron conforme a las reglas electorales, no le importa si ello representa una regresión de décadas en los procesos electorales de nuestro país; con el argumento de que el proceso y “el árbitro” deben de costar menos.

La sola idea de una manifestación de inconformidad es motivo suficiente de irritación y ofensas del presidente contra los organizadores y convocantes.

Hasta hoy militantes destacados por su congruencia política en el PRI sostienen que los cambios contra el INE no pasarán, mientras el grupo de operación política que tiene al frente al secretario de gobernación sigue buscando a los legisladores, especialmente del PRI y algunos del PAN para convencerlos de que se deben completar los votos para una reforma política (que no electoral.)

Si para que el presidente logre su sueño de pasarle la estafeta a una de sus corcholatas, tiene que seguir destruyendo instituciones, no tenga duda estimado lector; seguirá destruyendo instituciones, la enfermedad de poder del presidente está sin control y sin quien lo controle.

Hasta la próxima en PROSPECTIVA.

Gerardo Mosqueda
Gerardo Mosqueda
Presidente del Instituto de Administración Pública de Guanajuato. Correo electrónico: gmg@gerardomosqueda.com.mx Twitter: @MosquedaGerardo Facebook: gerardomosqueda

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