En México hay dos realidades en materia económica: la de la macroeconomía y la de las mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas). En este artículo analizaremos como es que la existencia de la renta petrolera distorsiona de manera importante la visión que el gobierno tiene sobre la situación macroeconómica y nos hace ver como un país “sólido” en materia de finanzas públicas y comercio exterior. También veremos como esta distorsión lleva al gobierno federal a un círculo de confort, de manera que al pensar que la situación macroeconómica es favorable, se ha dejado de hacer mucho por tener un sistema fiscal más equitativo y en favor de las mipymes.
Comencemos mencionando la relevancia del petróleo para las finanzas públicas. De acuerdo con cifras recientemente proporcionadas por el Banco de México (Banxico), la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) aportó 3.966 billones de pesos al gobierno federal como pago de impuestos en lo que va del actual sexenio, lo cual implica un aumento de 85.2% respecto a su aportación durante la Administración Federal 2000 – 2006.
Cabe señalar que el pago de impuestos, derechos y aprovechamientos realizados por Pemex en el periodo de diciembre de 2006 a junio de 2012, es equivalente al 25.6% del producto interno bruto (PIB) actual, el cual asciende a 15.2 billones de pesos. Otra forma de ver la aportación de la paraestatal más grande del país a las finanzas públicas es señalando que el pago de recursos de Pemex al actual gobierno federal (3 billones 966 mil 993 millones de pesos), constituye una cantidad mucho mayor a la pagada al fisco por parte del resto de los contribuyentes durante los tres primeros años de la presente administración federal (3 billones 380 mil 405 millones de pesos).
Ante la contundencia de estas cifras, y la evidente dependencia fiscal en la renta petrolera, la pregunta obligada es ¿qué sería de México y sus finanzas públicas si de repente nos quedáramos sin la renta petrolera? Sin duda, tendríamos déficits fiscales más abultados que los de las naciones más emproblemadas de Europa, se paralizarían los gastos de inversión en infraestructura y nos veríamos obligados a sufrir grandes recortes en el gasto social (como cuando el petróleo bajó a menos de $10 dólares por barril en el gobierno de Ernesto Zedillo). Con toda seguridad tendríamos un caos en las finanzas públicas de proporciones incalculables, ya que el gobierno federal no se ha dado a la tarea de desarrollar una base gravable con la que pueda compensar la caída de ingresos petroleros.
Ahora analicemos la situación de la importancia del petróleo para nuestras cuentas externas y la manera en que se distorsiona la realidad. De acuerdo con cifras publicadas por el INEGI, en 2011 las exportaciones totales de mercancías por parte de México sumaron 376 mil 650.7 millones de dólares (mdd), mientras que las importaciones sumaron 378 mil 391.8 mdd, lo que nos llevó a tener un déficit en la balanza comercial en dicho año de apenas -1 mil 741.2 mdd. Sin embargo, al tomar en consideración que las exportaciones de productos petroleros en 2011 fueron de 61 mil 13.8 mdd, pues es fácil deducir que (ceteris paribus), sin exportaciones petroleras en dicho año hubiésemos tenido un déficit en nuestra balanza comercial de -62 mil 755 mdd.
En lo que respecta a la primera mitad de 2012, las exportaciones mexicanas suman 184 mil 136.6 mdd, mientras que las importaciones ascienden a 180 mil 846.9 mdd, lo que ocasiona en el primer semestre del año un superávit en la balanza comercial de 3 mil 289.7 mdd; sin embargo, al tomar en consideración que en dicho periodo las exportaciones petroleras de México sumaron 27 mil 93.7 mdd, pues podemos concluir que sin exportaciones petroleras hubiésemos tenido un déficit comercial de -23 mil 804 mdd.
Así pues, vemos que nuestra economía sin petróleo tiene un severo déficit manufacturero con el exterior. Es decir, aprovechamos nuestro petróleo para importar los bienes manufacturados (intermedios y terminados) que cuestan más barato traer del exterior. Esto es una forma de decir que las exportaciones petroleras generan las divisas necesarias para tener un tipo de cambio en el nivel actual, lo que genera un tipo de subsidio a la importación de otros bienes.
Así pues, vemos que la realidad macroeconómica ya no pinta tan bien si sustraemos el componente petróleo. Como hemos visto, sin los ingresos de la renta petrolera México tendría un severo boquete fiscal y un gran déficit con el exterior. Pero lo que ven nuestras autoridades no son estos escenarios, sino las cifras macro con petróleo y es por ello que nos ponen como ejemplo de finanzas públicas sanas y con un equilibrio comercial con el exterior.
Lo anterior lleva a las autoridades a no esforzarse demasiado para resolver diversos temas como lo son el combate a la economía ilegal e informal que no paga impuestos, el permitir la existencia de regímenes fiscales especiales, el no dar los apoyos suficientes para que haya más mipymes exportadoras, a hacerse de la vista gorda y tolerar las importaciones bajo condiciones ilegales y de competencia desleal (subvaluación y contrabando), entre muchos aspectos más que estoy seguro que combatirían si no tuviéramos petróleo.
Como lo decíamos al principio de este editorial, la renta petrolera distorsiona la realidad económica que ven las autoridades, y las lleva a olvidarse de las mipymes, las cuales representan el 99% de las empresas en México y dan empleo al 80% de quienes tienen un empleo en nuestro país, según el decir de varios funcionarios de la propia Secretaría de Economía.
De esta forma llegamos a la conclusión de que las mipymes viven la realidad de una economía sin petróleo, mientras que el gobierno federal ve una macroeconomía con petróleo. Es importante que quienes van a entrar al nuevo gobierno federal tengan claro este punto, y sepan porque los indicadores macroeconómicos no se traducen en mejoría de los bolsillos de la población en general.
Director General GAEAP*
